El Matavieja

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Una imagen dice mas que mil palabras . . .


RICHARD PEÑALVER, dirigente del MVR, concejal, a quien vimos todos, directo, vía satélite con su pistolón, ha declarado que va a solicitar la revocatoria del Premio Internacional de Periodismo que el Rey de España otorgó al venezolano Luis Alfonso Fernández, por haber filmado las ráfagas disparadas desde Puente Llaguno.

Una imagen dice más que mil palabras. Pero no. La justicia bolivariana alega que es ciega, mayormente en lo que se refiere a la invidencia de la grabación del fusilamiento de una multitud o de las escenas de un generalote que mete mano en la tesorería. Porque tampoco se crea. No sólo de masacrar y de disparar contra gente indefensa, vive el llamado proceso revolucionario.

Así,  lo que cualquier magistrado imparcial hubiese erigido en prueba reina del genocidio, valió nada o casi nada en un tribunal de Maracay y ahora el autor de los disparos, envalentonado, guapo y apoyao, quizá con dólares de la partida secreta, hace sus maletas vía Madrid para tramitar la revocatoria del citado premio internacional. Alguien se lo debe advertir, aunque sea por caridad cristiana: volantín - o malandrín - pueblerino, no  hace maromas en ciudades, sobre  todo cuando en éstas existen gobiernos decentes y jueces no cuestionados por prevaricato. Más le valdría tenerlo en cuanta no sea que una vez en sus predios, el temible Garzón haga con las manos lo que la justicia venezolana, deshizo con otras extremidades.

EN VENEZUELA SE MUERE dos veces. Ocurre en la llamada Venezuela quintarrepublicana. Teme uno menos, la muerte que al asesino. Fallecer en un atraco bancario o desangrado en una carretera a causa de los accidentes viales que se multiplican bajo la mirada cómplice de las autoridades, se ha constituido en rutina inocente. Pero acribillado por un individuo con prontuario, que después de hacerlo recibe loas del jefe de Estado es ni más ni menos, morir por partida doble.

Esto es, precisamente, lo que ha ocurrido en el caso de las víctimas del 11 de abril. Antes de su ingreso al MVR Richard Peñalver registraba amplio prontuario. “El Mataviejas”, le dicen sus propios compañeros de partido. Desconocemos si lo llaman así por cariño o por las malquerencias internas que existen siempre en tal tipo de organizaciones.

Pero como sea, el remoquete evoca un episodio qu en el régimen de Chávez no es óbice para llenar plaza como concejal, ministro o parlamentario y de paso, recibir el título de prócer.

Peñalver estuvo en presidio doce años, imputado como partícipe en el asesinato de una anciana ¿Y? Dirá su jefe encogiéndose de hombros, cuando le informen que la infortunada fue asfixiada con una almohada, para birlarle los ahorritos.

El cronista, a excepción del citado concejal, desconoce el nombre aunque sea uno de sus restantes colegas de Cámara. Por lo general, son funcionarios anónimos, holgazanes, con pocas ejecutorias en pro de las comunidades que dicen representar y por consiguiente ilustres desconocidos. Todo menos uno, el connotado “Mataviejas” o señor don “Mataviejas” porque un hombre que postula a sus abogados defensores para cargos judiciales, recibe elogios presidenciales y por si fuese poco, asume la representación de este último ante la realeza española para la revocatoria de un premio, no se puede tutear, como si tal cosa.

UNA LANZA POR DOS INFELICES. Según Voltaire: “Sólo los pobres y débiles matan. Los poderosos y felices no tiene necesidad de hacerlo”. Aquí está la explicación anticipada de las muertes propiciadas por esta revolución forajida.

Cuando uno habla del poder y felicidad que excluyen la sangre, no se está refiriendo al confort del dinero, la comodidad de los divanes o la temperatura del aire acondicionado, sino a esa holgura interna y perdurable que supone la ausencia del riesgo de encontrarse a sí mismo. Es allí donde reside la instalación muelle y gustosa en la propia existencia, clave de la  metafísica de la buena vida.

El criminal es un débil social. Ya nos lo decía Voltaire. Ello nos lleva a quebrar una lanza por gente como Peñalver o el señor don “Mataviejas” según usted quiera llamarlo. Un depauperado de espíritu, igual que el hombre que desde Miraflores lo ha instigado para sus perpetraciones. Llegado el momento, abogaremos porque reciban juicio justo y tratamiento especial por sus evidentes taras de alma. Por lo pronto, los electores tenemos que escarmentar. No se puede delegar en tales infelices las funciones que les hemos encomendado. No digamos la solicitud de revocatoria de un premio internacional. Ni siquiera el ticket de un modesto quinto de lotería.

 

© 2003 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio