El yuppie
para ganar en la NY stock exchange se da sus pases de cocaína,
mientras que los llamados niños “de la patria” acuden a la pegaloca
para sobrellevar la miseria, en la calle o en algún recodo del río Guaire.
Tal parece que la tendencia de sacar algo más de nosotros mismos, la
encontramos desde la bíblica voladora de Noé hasta en unas eliminatorias de
decatlón. El negrito del gabinete ejecutivo que celebra, a colmillo pelado
los chistes malos en cada “Aló, Presidente”, no ríe, no se carcajea, sino
que aprovecha los domingos para doparse con 100 metros planos de
genuflexión.
EL ROSTRO EL DEPORTE. Dicen que se ultraja una actividad tan hermosa como el deporte
cuando se permite el consumo de estimulantes. Pero uno, por el contrario,
cree que los usuarios de esteroides anabolizantes, no son sino el verdadero
rostro del espectáculo, la verdad no dicha de unos juegos que ya no tienen
relación con aquel homenaje al músculo que nació en Grecia y que alguna vez
propugnó la importancia de competir, no de ganar a toda costa, según los
postulados del barón de Combertain. Se droga el futbolista, el pelotero o
el contendor de pista y campo, pero antes, ya se ha dopado el aficionado en
la grada, con la adicción incontrolada por las victorias y con un fanatismo
postizo subproducto del marketing.
Días
atrás, por mencionar un caso que repugna, veíamos en nuestra TV, el
comercial de una gaseosa, que hace jactancia de ser mecenas de nuestro
seleccionado de balompié. Una clara incitación a la violencia en el deporte,
con unos bobos simulando gritos, bailes, cánticos y gestos de guerra, de
evidente corte fascista. Canibalismo primaveral, titulaban los surrealistas,
esas demostraciones de antropofagia deportiva, ajenas de un todo a nuestra
idiosincrasia, porque hasta donde tenemos conocimiento las rivalidades entre
las diferentes divisas del patio, no han ido más lejos que de algunas bromas
de mal gusto. El big busisness en buena parte del primer mundo, con
poco de primavera, pero mucho de engullirse a los demás, es el de una
pretendida guerra a muerte, con el balón o la disputa en la cancha como
excusa. Un odio del hombre contra el hombre, como en el Circo romano, que ha
conducido en aquellas latitudes a vandalismos como el de los hooligangs
ingleses o los ultrasur de España. Ahora, con el citado comercial se
pretende inculcarnos semejantes contravalores. Subyace allí, el mensaje que
el fútbol - el concepto es extrapolable a cualquier otra disciplina
deportiva- ya no es más un juego, sino un batalla de etnias, de millones, de
figurones, de una exacerbación nacionalista, que en el caso de la gaseosa,
no deja de ser paradójico, pues se trata de una empresa extranjera, sin otro
patriotismo que el de embolsillarse sus respectivos millones de dólares.
VARIACIONES. En la
infracción y consiguiente suspensión de la multiatleta, Rosario Ramos, cabe
el conocido tópico: variaciones sobre el mismo tema, porque en lugar de
alguna trasnacional de las bebidas basura, figura como primer candidato a
sentarse en el banquillo el ente gubernamental, supuesto rector en materia
deportiva. Carta blanca o vista gorda, por no decir instigación a los
atletas en materia de dopaje, para que se mediquen a su propio riesgo a
cambio de exhibir una cosecha de medallas, producto de un hipotético
progreso deportivo.
Sea
como sea, siempre será preferible una lanzadora de disco dopada de
estimulantes que un político trono de resentimiento, ineficiencia, prédica
de odio y de malquerencia social. En todo caso, peor que todas las drogas
fisiológicas, me parecen a mi las drogas sentimentales. La revolución
forajida, es un fumadero de opio adonde, con sus honrosas excepciones, ha
llegado una taifa con una voladora de complejos personales, resentimientos,
abuso de poder y fruición por meter mano en la Tesorería. Como se ve, las
trasnacionales de la comida basura y los gobiernos gamberros, nos pretenden
dopar con un cocktail de patria y de supuestas proezas deportivas.
Dicho
lo anterior, más comprensión con casos como el de la señorita Ramos.
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