- Mire caballero, Eça de Queiroz escribió
que no vale la pena perder una buena amistad por una mala política, algo
que procuro hacer, dentro de lo que cabe. En cuanto a que lleve recados,
demasiado escatológicos para mi gusto, es algo ajeno a mi profesión o
industria, así que tenga la gentileza de anotar los teléfonos del
susodicho, para que según le plazca, se lo diga por sí mismo y en
lo que me pueda tocar, por las dudas, ¡la suya!
El
tuteo y el “su merced”. Más allá de las razones de
fraternidad, intereses comunes y destinos compartidos, subyace entre todos
los pueblos vecinos, determinado sentimiento de rivalidad. Una manifestación
de parroquialismo que corresponde morigerar a la gente ponderada de lado y
lado de la frontera, que siempre existe, de modo que lo que muchas veces
comienza con una broma, sana, inocente, no se transforme en morisqueta
urticante.
Los
colombianos, por ejemplo, usan cierto apotegma para burlarse de nosotros y
por partida triple, de otras dos naciones hermanas. “Los venezolanos
–acuñó cierta maledicencia bogotana- son unos panameños, con
ínfulas de argentinos”.
Pero
en lugar de darle rienda suelta a nuestra mala uva por la referida frase,
el ingenio criollo diseñó, a su vez, una respuesta que consideramos a
tono con dichas circunstancias: “Los colombianos, son unos
sicilianos, con ínfulas de florentinos”. Y ya. Suficiente. Hasta
aquí. Cero mata cero. Partido empatado. Porque es una clase de
contrapunteo que si se alarga, puede ser más peligroso que el incidente
del “Caldas”.
Por
nombrar otro caso. Días atrás, el jefe de Estado colombiano, calificó a
su homónimo venezolano, de “Correveidile”. Palabras más,
palabras menos, por supuesto.
¿Uribe,
tenía suspendido el servicio de telefonía fija o la tarjeta prepago de
su celular “estaba sin saldo”? No ¿El temible “Blaster”, había
inficionado su laptop, de modo que la remisión de un modesto
correo electrónico, era una posibilidad descartada para sus urgencias de
jefe de Estado? Menos todavía.
Entonces
resultó de pésimo gusto, el envío
de comunicaciones a sus archirrivales de la narcoguerrila colombiana, a
través del presidente de Venezuela. En especial si los mensajes estaban
cargados de un lenguaje zumbón, agresivo, confianzudo, de ninguna
manera precedido por los “su merced” y el “usted” que es como se
tratan, entre sí, nuestros hermanos colombianos. Por mucho menos que eso,
yo, le hubiese dado los teléfonos, dirección de oficina y de residencia
de, “Tiro Fijo”, “Mono Jojoy” y hasta de Saddam, que
aparecen ¡quién lo duda! en el directorio personal de nuestro
Presidente, previo el “vaya a decírselo a los destinatarios usted
personalmente, señor Uribe, con las “contras” referidas al comienzo
del presente artículo”.
Por
supuesto, existe la posibilidad que los mensajes no estuviesen dirigidos a
los bandoleros del otro lado de la frontera. Lo tenemos escrito. Los
colombianos son así. Con ínfulas de florentinos. Cultores de la perífrasis.
En tales circunstancias, no resulta improbable que detrás del tuteo,
del inusual desenfado de Uribe, pero sobre todo de la acusación de
narcoguerrillero, terrorista y banquero del crimen continental se
escondiese un señalamiento directo contra determinado venezolano. Para
hablarle en su propio idioma, pensaría el colombiano para sus adentros y
sus afueras, y con ello no queremos darle más vueltas al asunto.
Leña
al fuego. En el menos grave de los casos, no deja de ser una broma pesada,
eso según lo cual, la única forma de establecer contacto con los
delincuentes, locales e internacionales, es a través de su primus
inter pares, residente en Venezuela.
No queremos echarle leña al fuego. Pero
Chávez le debería devolverle la pelota. Eso sí. Con armonía, con
talento, pero sobre todo con sutileza ¿Uribe no puede establecer ciertos
contactos? Chávez tampoco. Así que lo que es igual no es trampa.
-
...y dígale a mister Bush, que está bien, que no me atienda el teléfono
y que la audiencia que tengo tres años solicitándole, se la meta por
el... bolsillo. Y por cierto, Uribe, más correveidile será su
suegra.
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