11 de Septiembre

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Ojalá que su efecto devastador, sirva al gobierno de Venezuela, para reflexionar sobre su amancebamiento con regimenes que no podemos menos que calificar de forajidos . . .


 

El terrorismo es un delito de lesa humanidad. Ningun motivo por altruista que sea, ningun error precedente por parte del Estado o grupo objeto de estos ataques, puede servir de justificación para una práctica que se alimenta de la mezcla de lo peor del totalitarismo de la ex Unión Sovietica, con la patología del nazismo mas depravado.

Por lo mismo, el terrorismo no puede combatirse con terrorismo. Ni el kamikaze perpetrador puede contar con un solo atisbo de nuestra simpatía, porque detrás del fundamentalista, que cree que su inmolación le hará merecedor de un edén opíparo, colmado de bellas y apetitosas huríes en medio de una francachela, se agazapan los que se benefician de su atrocidad casi siempre sobreseguros, cómodos; instalados en el confortable goce de los derechos que otorgan las normas de convivencia civilizada que pretenden destruir.

Se trata de una constatación antipática, pero constatación al fin. El nivel de estatalidad ha descendido hasta extremos que lindan con el ridículo. La teoría clásica del Estado nos presentaba una entidad poderosa, dotada de población, territorio y soberanía, elevada en tono hegeliano a la cualidad universal de culminación del Espíritu Objetivo. La dura realidad nos demuestra otra cosa.

 

 

 

Lo tenemos escrito en anteriores crónicas. Hoy día en la comunidad internacional pululan Estados o republiquetas forajidas, dominadas por fanáticos muchas veces dotados de recursos financieros, armas sofisticadas y voto, pero sobre todo voz, en foros internacionales. Sin embargo, a nombre de la autodeterminación de los pueblos que ellos mismos profanan o de la comprensión de presuntas identidades culturales que demeritan el calificativo, se convierten en enclaves despóticos, en santuarios de criminales y prófugos internacionales o en paraísos fiscales que legitiman dinero proveniente de la extorsión, del latrocinio contra el patrimonio público o del tráfico de drogas. Toynbee, los predecía con clarividencia, como time of troubles. Desafortunadamente las sociedades libres, plurales, respetuosas de la convivencia que conduce al compromiso político, no han tenido ni la lucidez, ni la energía imprescindibles para enfrentarlos.

La reaccion al 11/S. Hasta el momento de escribir las presentes líneas, la respuesta norteamericana a los crímenes del 11 de septiembre ha sido mesurada y orientada con acierto. La precipitación es mala consejera y, además, puede generar injusticias peores. Aunque sea difícil en un momento de dolor inconmensurable, hay que evitar el histerismo. Bush y su administración deben castigar a los culpables, como lo ha asegurado hacer el Presidente, pero no caer en la tentación de lanzar represalias si no se sabe a ciencia cierta de quien o donde provino el atentado.

En el plano de la responsabilidad individual de sus, cómplices, instigadores o encubridores, se deben guardar las normas del debido proceso, en especial las relativas a la certeza probatoria de quienes aparezcan incriminados. La liberacion la noche del miércoles de varios ciudadanos musulmanes, que habían sido detenidos en forma preventiva por el FBI, es buena señal que la investigación avanza mediante la contrastación de evidencias y no según la raza, religión o filiación política de los sospechosos.

Mas difícil, es la atribución de culpabilidades colectivas a cargo de Estados o de movimientos políticos. Es sabido que en este ámbito se procede con evidencias menos estrictas que las aplicables ante una corte penal ordinaria y por lo mismo, mas frágiles a la hora de llegar a conclusiones. En este sentido, la conducta del Estado norteamericano, tambien ha sido acertada. Collin Powell, encargado de sus relaciones exteriores, ha expresado que su gobierno está dispuesto a no proceder en forma aislada, sino con el concurso y apoyo internacional que supone exigencias que no estarían presentes de iniciarse una acción individual de parte del Estado afectado.

Los indicios, hasta ahora, apuntan hacia la participacion del saudí Osama Bin Laden, cobijado por lo menos hasta hace poco tiempo, por el régimen talibán con sede en Tabul. Pero incluso, si el ataque proviniese del mundo islamita, no cabe demonizar como un todo, el acto de los pocos o aún los muchos responsables. Es preciso desterrar la idea reduccionista de que estamos ante una prueba brutal del choque de civilizaciones que pronosticaba Huntington. Sería una contradicción inexplicable para una sociedad, que como la norteamericana, es por esencia pluralista y multicolor. Ante lo que estamos, no nos engañemos, es en un choque de bandoleros con gente que intenta conducirse de forma mas o menos civilizada.

En el ambito nacional. El ataque del martes pasado, demuestra el carácter contaminante de conflictos tan enconados como el del Medio Oriente. Ojalá que su efecto devastador, sirva al gobierno de Venezuela, para reflexionar sobre su amancebamiento con regímenes, que sin incurrir en desmesuras, no podemos menos que calificar sino de forajidos. Menos todavía, incluir a terroristas en oraciones, como lo ha hecho nuestro mentecato mayor. Ni que él, con sus adversarios internos, se comportase igual que un san Francisco de Asis.


© 2001 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio