Hay
momentos, en los que es perfectamente legítimo desearle mal al prójimo.
Uno de ellos, es cuando en medio de estos campeonatos de pelmazos, los
organizadores deciden abrir el contrapunteo de supuestas hazañas o
travesuras de juventud. Una interminable sucesión de intrascendencias
entre extraños, porque lo es gente que tiene 20 años o más que no se
frecuenta, se frecuenta poco, si es que en algun momento de sus vidas
llegaron a tener contacto. En medio de punto tan bajo de la raza humana,
nada extraordinario que una
parejita de ex condiscípulos descubra, despues de tanto tiempo, que se
gustan, que son almas gemelas y que por consiguiente terminen la fiesta al
coro de ¡ que se besen, que se casen! o que se dejen de malos ruidos y
conjuguen el bíblico creced y multiplicaos.
LA
MELANCOLIA EN LA POLITICA.
El nostálgico de una fiesta como la mencionada es lo que representa el
reaccionario en el mundo de la política.
Variaciones
sobre el mismo tema de babosería, esterilidad, felicidad en el
estancamiento, frenesí poético o idolatría por la vuelta al pasado. Nos
referimos a la clase de dirigentes que cree que la historia debe hacernos
regresar a la unidad de la época del Paraíso Terrenal, a la civilización
perfecta, a los secretos de la ciencia primitiva, que en nuestro caso
concreto, encuentra manifestación vívida en la llamada ruta de la
empanada, la agricultura de conuco o los gallineros en platabanda. Los
hermanos de sangre que trafican con las necesidades de los yanomami,
piaroas, wayús, yaruras, pemones, no son prevaricadores intrínsecos. El
goajirito del CNE y sus mencionados parientes de etnias, conservarían sus
estados mas prístinos de aborígenes angelicales, de no haber sido
contaminados con el pecado original de los conquistadores españoles.
La
incorporación postiza de la acción de "Santa Inés" al
imaginario venezolano forma parte del discurso reaccionario y patológico
de dividir la sociedad en oligarcas y soberanos, lo mismo que de la
fruicion por retrotraerse al pasado. Peor todavía, la exaltacion de
"Maisanta".
Más
allá que son personajes por quienes no sentimos especial predilección,
en algún momento Venezuela tendrá que rendirle homenaje a Juan Vicente Gómez
y a Oliver Winchester. Al Benémerito, por haber convertido en piezas de
museo a caudillos regionales que al tercer
lamparazo de caña blanca, se dedicaban al pillaje so pretexto de
hacer política y en cuanto a Winchester, por el mérito de haber
implantado la producción en serie del rifle de repetición. Algo que que
no compartimos, pero que gustos aparte, terminó con las montoneras de
macheteros, que ahora algunos de nuestros lunáticos invocan como
paradigmas.
EL
ODIO-ADMIRACION. Lo mismo que el marido engañado, el reaccionario es el
último en enterarse de su condición. Se jacta de revolucionario, pero
invoca a Zamora, al Zumbón, al espíritu de Maisanta y demas fantasmas
del pasado. Pero folclores aparte, ni el derechista más abyecto ha
viajado a Nueva York a comparar nuestras riquezas naturales con una núbil
y ofrecerla, así, como todo un pronexeta, para que los ricachones del
Imperio la manoseen, la gocen, como en efecto lo han hecho con la entrega
de nuestras zonas gasíferas, para no mencionar sino un solo motivo de
bochorno.
Se
ha estudiado mucho, la relación amor-odio, olvidando que existe un
sentimiento más turbio y complejo. Me refiero a la odio-admiración.
Combatir a un monstruo, es poseer misteriosas afinidades con él.
A veces la fortuna depara un contemporáneo digno de ser aborrecido
al que se consagra un culto a contrapelo y al que de manera secreta, desea
parecerse ¡ Que Fidel, que Tiro Fijo, ni que Saddam Husseim! Seguro que uno
de esos viajes al pasado tropieza con Baby Bush y le entorna los ojos -por
enésima vez. Igual que los vejetes melancólicos que después de tanto
tiempo se descubrieron como almas gemelas.
Paradojas de los bolivarianos, revolucionarios, pero muy
reaccionarios.
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