Esa es
una de las dudas que siempre han tenido los especialistas. Un estudio de la
“Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia”, ASOVAC, divulgado años
atrás concluía, que no hay base científica que avale los usos alimenticios
de tales masticatorios. Incluso, según la Convención Única de
Estupefacientes de Naciones Unidas, la coca, junto con la heroína y su
derivado, la cocaína, figura en el denominado “Anexo número I” que es, para
hacernos entender mejor, como si un ingeniero o un modesto portero de Pdvsa,
llegase a aparecer en la lista de Maisanta o en la que elaboró el señor
Tascón con la participación personal del presidente de la República.
El cronista es un
adversario a tiempo completo de los preconceptos. Cada cosa hay que
analizarla en su contexto, sin demonizaciones anticipadas, de modo de
reflexionar sobre las especificidades de espacio, tiempo y cultura.
Un habitante del Chaco
boliviano, aparte de consideraciones religiosas, se hace consumidor de la
pasta extraída de la hoja de la mencionada planta para combatir el “soroche”
que es como llaman en esa región a la secuela propia de las elevaciones.
Hay que recordar que dichas serranías llegan a sobrepasar los dos mil 500
metros sobre el nivel del mar, de modo que determinados cerebros - cabría
mejor decir, ciertos cerebritos - sufren una especie de shock a causa de
tanta altura y es en este punto, que la coca juega un papel decisivo para
prevenir y curar los acatarramientos mentales.
Mencionadas, así, al
azar y sin ninguna mala intención ¿Están Barinas, Barinitas, Socopo, El
Corozo, San Rafael de Canaguá y la misma Sabaneta a semejantes alturas, de
modo que se justifique la importación del producto para prevenir a sus
nativos de tales padecimientos?
La geografía las
absuelve pero la historia las condena. Nos referimos al caso clásico, del
peón alzao. Un individuo o “tipo”, carece de arboladura intelectual; se
trata de un resentido social, que no tiene preparación para administrar con
honestidad ni la cantina de un comando de paracaidistas, pero ¡zas! una
voltereta del destino lo arroja a un ascenso burocrático y el contacto con
la altura lo lleva a creerse, Salvador de la Humanidad y líder benefactor de
Latinoamérica, Africa, el Medio Oriente, Oceanía, Burundi, Orgodorra,
Militikistán y sus alrededores.
Creo
tenerlo dicho. El organismo está dotado de sus propios estupefacientes. No
hay más que dejarlos fluir, para desatar sus infiernos interiores e
inferiores.
Son para ese tipo de
soroches mentales y sentimentales, que la hoja de coca, ensayaría sus
propiedades en Venezuela. Podría administrarse en infusiones, cápsulas, en
goma de mascar, por vías oral o intravenosa y hasta en supositorios, porque
lo que la razón no consigue, muchas veces se consigue con paciencia - y
salivita.
Una de las tareas más
ímprobas del Socialismo del Siglo XXI, será la readaptación de las máximas
del viejo y noble Carlos Marx. “La revolución es la coca del pueblo”. No
suena mal, para comenzar.
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