Antes,
Rodríguez, había sido calificado de “carnicero de la lírica” (Nelson
Ramírez, “La Razón”, 16-9-01) y hasta el historiador Pino Iturrieta, (“El
Universal 27-05-02) conocido por sus equilibrados juicios, llegó, incluso, a
preguntarse si Rodríguez, merecía el título de poeta.
Sobre todo
eso, la última palabra la tiene el lector. Para que los nuestros, se vayan
formando criterio, hemos acudido a la bibliografía del mismísimo Rodríguez:
“Con las aspas” (Maracay, 1982), “Los tiempos de la sed” (Ind. Gráfica, sin
fecha), “Antología Poética” (Ayacucho, 2000) y la ya mencionada “Abril
comienza en octubre” (editada por el autor, 2005).
EN
VERSO REGULAR. Decía
alguna vez Nicolás Guillén: “Suelo preguntar a los poetas jóvenes si han
escrito aunque sea un soneto. No me siento cómodo cuando me doy cuenta que
ignoran las formas estróficas más elementales. Para revolucionar un arte,
cualquiera que sea, es indispensable dominarla primero”.
Hallamos
en la obra analizada, lo que se denomina verso libre y lo que pretende ser
verso regular. En relación con el instrumental de Rodríguez en esta última
modalidad, apunta el reputado José Ramón Medina, prologuista de la
“Antología”: “Todo en boca de un hombre, poeta elemental (se refiere
al prologado) (…) se nota en el grupo de los sonetos que a veces resultan
poco rigurosos”.
Despachadas, así, de un plumazo por quien se suponía mentor de Rodríguez,
las habilidades de este último en lo que se refiere a la métrica, rima,
acentuación, pausa, nos restaría una aproximación a su producción en
versificación libre.
“Al
él, le gustaba fregar/ fregaba los platos/ fregaba los cubiertos/ fregaba
las ollas/ y fregaba la paciencia (Antología, pág.68). La profundidad
filosófica de la anterior estrofa, nos recuerda cierta coplilla de similar
mensaje existencial: “Ola que sube/ ola que baja/ ola que arrasa/ ola
brutal/ ola que ahoga/ ola fatal/ ¡Hola! ¿qué pasa?/ ¡Hola ¿qué tal?”
HERRAMIENTA
LEXICAL.
Ninguna palabra, de antemano, está excluida del lenguaje poético. Sin
embargo, nada menos que Aristóteles, apuntaba: “Será superior al vulgar,
el poeta que acude al lenguaje refinado”. Según Adelan Kohan, “el
nivel del poema varía según la distancia entre el habla coloquial y esa otra
oración de mayor o menor canto”. “A través de cada palabra
- anotaba Dante - es que el hombre ocupa un lugar entre los ángeles o entre
los animales” (sin alusiones personales). Por lo mismo, no es igual
declamar: “¡Oh, amada mía, me abrumas con el canto desmesurado de tu voz!”,
que recitar: “¡Oye, Timotea/ a ver si te curas esa verborrea!”.
A
continuación, más artillería lexical de Rodríguez: “De tan gorda que es/
se le partió la columna/ y le pusieron un aparato ortopédico/ que parece un
florero (“Con las aspas, pág. 67). “Con su cola de trapos amarrados/
le hacía carantoñas/ a las nubes” (Ibídem, pág.29). “Un nudo de
peroles/ y de latas vacías/ me anunciaron su nombre”
Según
Elliot “la única forma de encontrar una emoción en forma de arte, es
hallar un elemento comparativo o correlativo expresivo”. Rodari, asegura
que “No basta un polo eléctrico. Para provocar una chispa se necesitan
dos.” Corresponderá al lector el dictamen artístico de quien la lira, en
lugar de registros musicales, le emite sonido de peroles; de quien en lugar
de guiños traviesos, hace “carantoñas” a las nubes o, finalmente, a un
individuo que le produce éxtasis, “un aparato ortopédico”.
LA
RENUNCIA. Cobra fuerza,
la petición de renuncia de Isaías Rodríguez, a su cargo de Fiscal General.
Es la segunda vez, que quiebro lanza a favor de este último: por favor, no
renuncies, Isaías. Le haces más daño a la humanidad, escribiendo versos y
autobiografías, que al frente del Ministerio Público. Y no te vuelvo a
defender más, Isaías. Ni que yo fuese, el defensor Mundaraín.
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