Igual,
si el señalamiento es por represor, megalómano, empobrecedor del pueblo,
cobero, organizador de farsas electorales, por comunista de la cintura “pa’rriba”,
pero de esfínteres rocheleros a la hora de entregarle al vituperado capital
internacional el manejo del turismo, de la elaboración de habanos, del ron,
por no mencionar el lucrativo negocio de las jineteras en la isla.
Una táctica
inoperativa. Si de algo se jactan los editores de la mencionada revista es
de haberse convertido en multimillonarios, en particular, con la publicación
de listas como esa que, ahora, irrita a uno de los aludidos. Visto lo
anterior, Castro, no podrá devolver la pelota con su ya manido recurso
retórico, porque además de no ofender a los potenciales ofendidos, corre el
riesgo de una respuesta como la que sigue: “Es verdad, somos más ricos que
usted, pero a ese ritmo, el año que viene nos sobrepasa”
Total, que por primera vez en su larga carrera política, el comandante
Castro, tendrá que argumentar con armas distintas a las que está
acostumbrado. Por lo mismo, dudamos que ante un juzgado imparcial, que
decida si la revista lo calumnió o simplemente dijo la verdad, pueda salir
bien parado.
No
es la primera vez que Fidel aparece en el “Top Ten” de los
gobernantes más ricos del universo. En 1999, ya figuraba de noveno en el
escalafón con un acumulado de 100 millones de dólares y en la lista
correspondiente a 2002 logró subir dos peldaños pero con una fortuna más o
menos similar. Como se ve, un ascenso que no obedeció al logro personal ni a
ninguna variación significativa en sus saldos bancarios, sino a que dos de
los individuos más depredadores de las tesorerías nacionales quedaron fuera
de carrera, por fuerza mayor. Nos referimos a los dolorosos casos de Saddam
Hussein –célebre por impartir a bordo de su Mercedes Benz, cursos intensivos
de cómo arrasar con el patrimonio público - y de Kr’u Onté Haa, monarca de
un atolón perdido en el océano Pacífico, quien antes de fallecer, víctima de
una trona mental propia de la gente de su condición, en lugar de planificar
demandas judiciales, se lamentaba por su permanente noveno lugar entre los
cleptócratas del planeta. “De haber tenido –fueron sus última palabras- un
compinche que me pasara petróleo por debajo de la mesa para negociarlo en el
paralelo ¡ya me hubiese venido a mi, la tal “Forbes” con sus fulanas
listicas!”.
Explicable rabieta.
Meses atrás
reseñábamos la aparición de “Conexión Habana”, de Santiago Botello y
Mauricio Angulo. Estos periodistas españoles, de jamás ocultada tendencia
izquierdista, viajan a Cuba a enterarse de las realidades de isla, pero en
lugar de reafirmar sus convicciones políticas, vuelven decepcionados por
haber acopiado un considerable número de videos y documentos que comprometen
al altísimo funcionariado fidelista, con el tráfico internacional de
cocaína. Pero, ni siquiera tal vinculación, a lo largo de un régimen de casi
medio siglo, le había permitido al comandante Castro, amasar una fortuna de
más del centenar de millones de dólares, porque apenas, es en 2004 –según
Forbes- cuando de 100, salta a 500 millones y luego, en apenas los dos años
subsiguientes, los mencionados 500 se duplican en un verdadero alarde de
voracidad senil. Luminarias de Hollywood, superestrellas deportivas, jeques,
empresarios como Bill Gates y hasta miembros de la vieja realeza europea
¡temblad! porque con semejante caída y mesa limpia, pronto quedarán
relegados a la condición de plebeyos o de simples integrantes del bajo
perraje.
¿Qué
clase de asociación le ha permitido al señor Castro el crecimiento
geométrico de su fortuna a partir de 1999?
Hay
quien asegura que el más reciente ranking de “Forbes” entraña una acusación
realmente vejatoria: Castro sería un vulgar testaferro. Ahora comprendemos
la rabieta y la posible demanda por daños y perjuicios. Millonario y hasta
narcogobernante, pase. Pero eso de testaferro y por consiguiente
correveidile de un individuo, de quien todos los mandatarios del Planeta se
mofan apenas vuelve la espalda, es, en realidad, una ofensa intolerable.
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