Las
audiencias contra Taylor se realizarán en los salones de la Corte Penal
Internacional. Sin embargo, el responsable de sentenciarlo por cargos que
incluyen asesinatos, ultrajes a la dignidad personal y utilización de niños
menores de 15 años, sigue siendo el tribunal ad-hoc que examina las
matanzas de Sierra Leona.
LOS INDOTADOS.
Con todo y sus vacilaciones, de cierta vista gorda para soslayar situaciones
de comprobada urgencia; de su morosidad, de modo que cuando llega, lo hace
tarde y ya los culpables acumulan un vergonzoso prontuario, la jurisdicción
contra los crímenes de lesa humanidad, funciona.
¿Qué permite, sin
embargo, que esta cruzada internacional para detener tales violaciones, no
sea lo suficientemente disuasiva, de modo que los potenciales candidatos a
hacer turismo penitenciario en La Haya, no pongan coto a sus desmesuras y
miren la posibilidad, como algo que no va con ellos?
El indotado, es incapaz
de reponerse de sus propios éxitos. Ausencia, para el imbécil, del sentido
pedagógico del triunfo. Tal es la dolorosa realidad. Un peón alzao
- sin referencias personales - que carece de las mínimas condiciones para el
manejo de una taguara; que pese a sus modestias, morales, anímicas e
intelectuales, recibe un espaldarazo individual o colectivo, es punto menos
que imposible que metabolice su triunfo con las secuelas de desmadre,
impunidad y de convicción que, jamás, rendirá cuentas por sus despropósitos.
De muy joven, Charles
Taylor, participó en el golpe de Estado que llevó a la presidencia de
Liberia a Samuel Doe, quien lo premia con el viceministerio de Comercio.
Como era de esperar en un individuo de su catadura, a los pocos días de
juramentado, Taylor se embolsilló 900 mil dólares de fondos públicos.
Acusado por el desfalco, huye a Estados Unidos donde es apresado, pero logra
fugarse en un escape digno de un thriller cinematográfico.
De vuelta a Monrovia
- luego de una huida a través de México, España, Francia y Ghana - es
beneficiado por un perdón, que en lugar de morigerarlo, le exacerba aún más,
su vena golpista y perpetradora. Encabeza un movimiento insurgente que lo
lleva a la Primera Magistratura, de lo que él mismo, denomina la “Gran
Liberia”, porque para sus aspiraciones de salvador del Africa –y de la
humanidad - le resultaban estrechos los confines de su patria.
Una vez en el Poder, se
dedica a exasperar las rivalidades raciales de sus gobernados, lo que
conduce a una guerra civil con saldo de centenares de miles de muertes y
casi un millón de desplazados. Su gobierno populista, despilfarrador y
corrupto, lejos de resolver las necesidades más elementales de su pueblo, se
dedica a invertir las riquezas diamantíferas de Liberia, en desestabilizar
gobiernos vecinos, siendo el caso más trágico la intrusión en Sierra Leona.
Por haber atentado contra la población de esta última, Taylor, enfrenta
ahora, en La Haya, una posible condena de treinta años.
Las pretendidas
idiosincrasia y características culturales de cada pueblo, han sido
utilizadas como excusa para las tropelías de ciertos gobernantes
desaforados, pero con chequera. Dos de quienes se prestaron al celestinaje
de Taylor –“déjenlo, es tan solo un bocón”- fueron el ex presidente Carter y
el reverendo Jesse Jackson, legendario gorrero de la lucha por los derechos
civiles norteamericanos.
MIRARSE EN EL ESPEJO.
Es poco probable que
Taylor, escape de una sentencia condenatoria. Las pruebas en su contra son
abrumadoras. Mientras tanto un grupo de juristas liberianos, prepara nueva
acusación por crímenes contra la humanidad. Los sentados en el banquillo
serán todos los gobernantes y ex gobernantes que proveyeron de armas al
genocida. Es que de acuerdo con los actuales parámetros, usted no puede,
como un Zapatero, un Putin o un Lula cualquiera, proveer de armas a un
desaforado y luego andar por ahí, con su cara muy lavada.
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