Turismo Penitenciario

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El caso de los delitos contra la humanidad perpetrados por el ex Presidente de Liberia, va a sentar jurisprudencia . . .


 

  El martes pasado, aterrizó en el aeropuerto de Rotterdam para ser juzgado por crímenes contra la humanidad, Charles Taylor, ex presidente de Liberia. Otro caso más, del muy de moda turismo penitenciario que ha convertido a La Haya, en destino obligado de gobernantes forajidos. El registro de los huéspedes más notorios en los internados judiciales holandeses, contabiliza a individuos de la calaña de Milósevic y sus compinches en el genocidio de la ex Yugoslavia y días antes, apenas, de la reclusión de Taylor, ingresó Thomas Lubanga, asesino y corrupto de siete suelas -en los jefes de Estado gamberros ambas cosas siempre confluyen - de muy ingrata recordación en la República Democrática del Congo.

 

Las audiencias contra Taylor se realizarán en los salones de la Corte Penal Internacional. Sin embargo, el responsable de sentenciarlo por cargos que incluyen asesinatos, ultrajes a la dignidad personal y utilización de niños menores de 15 años, sigue siendo el tribunal ad-hoc que examina las matanzas de Sierra Leona.

LOS INDOTADOS. Con todo y sus vacilaciones, de cierta vista gorda para soslayar situaciones de comprobada urgencia; de su morosidad, de modo que cuando llega, lo hace tarde y ya los culpables acumulan un vergonzoso prontuario, la jurisdicción contra los crímenes de lesa humanidad, funciona.

¿Qué permite, sin embargo, que esta cruzada internacional para detener tales violaciones, no sea lo suficientemente disuasiva, de modo que los potenciales candidatos a hacer turismo penitenciario en La Haya, no pongan coto a sus desmesuras y miren la posibilidad, como algo que no va con ellos?

El indotado, es incapaz de reponerse de sus propios éxitos. Ausencia, para el imbécil, del sentido pedagógico del triunfo.  Tal es la dolorosa realidad. Un peón alzao - sin referencias personales - que carece de las mínimas condiciones para el manejo de una taguara; que pese a sus modestias, morales, anímicas e intelectuales, recibe un espaldarazo individual o colectivo, es punto menos que imposible que metabolice su triunfo con las secuelas de desmadre, impunidad y de convicción que, jamás, rendirá cuentas por sus despropósitos.

De muy joven, Charles Taylor, participó en el golpe de Estado que llevó a la presidencia de Liberia a Samuel Doe, quien lo premia con el viceministerio de Comercio. Como era de esperar en un individuo de su catadura, a los pocos días de juramentado, Taylor se embolsilló 900 mil dólares de fondos públicos. Acusado por el desfalco, huye a Estados Unidos donde es apresado, pero logra fugarse en un escape digno de un thriller cinematográfico.

 De vuelta a Monrovia - luego de una huida a través de México, España, Francia y Ghana - es beneficiado por un perdón, que en lugar de morigerarlo, le exacerba aún más, su vena golpista y perpetradora. Encabeza un movimiento insurgente que lo lleva a la Primera Magistratura, de lo que él mismo, denomina la “Gran Liberia”, porque para sus aspiraciones de salvador del Africa –y de la humanidad - le resultaban estrechos los confines de su patria.

Una vez en el Poder, se dedica a exasperar las rivalidades raciales de sus gobernados, lo que conduce a una guerra civil con saldo de centenares de miles de muertes y casi un millón de desplazados. Su gobierno populista, despilfarrador y corrupto, lejos de resolver las necesidades más elementales de su pueblo, se dedica a invertir las riquezas diamantíferas de Liberia, en desestabilizar gobiernos vecinos, siendo el caso más trágico la intrusión en Sierra Leona. Por haber atentado contra la población de esta última, Taylor, enfrenta ahora, en La Haya, una posible condena de treinta años.

Las pretendidas idiosincrasia y características culturales de cada pueblo, han sido utilizadas como excusa para las tropelías de ciertos gobernantes desaforados, pero con chequera. Dos de quienes se prestaron al celestinaje de Taylor –“déjenlo, es tan solo un bocón”- fueron el ex presidente Carter y el reverendo Jesse Jackson, legendario gorrero de la lucha por los derechos civiles norteamericanos.

MIRARSE EN EL ESPEJO. Es poco probable que Taylor, escape de una sentencia condenatoria. Las pruebas en su contra son abrumadoras. Mientras tanto un grupo de juristas liberianos, prepara nueva acusación por crímenes contra la humanidad. Los sentados en el banquillo serán todos los gobernantes y ex gobernantes que proveyeron de armas al genocida. Es que de acuerdo con los actuales parámetros, usted no puede, como un Zapatero, un Putin o un Lula cualquiera, proveer de armas a un desaforado y luego andar por ahí, con su cara muy lavada.

 


© 2006 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio