La
provisión de los cargos directivos de esta seccional, expresión de la
verdadera madre de la dictadura del proletariado se movió, también, a
velocidad de película muda. Claro, la escogencia venía entubada por el
dedote zurdo del peón alzao cuyo retrato presidió este pleno
partidista, que reunía lo más granado en materia de dueños o titulares de
cuentas en dólares, yenes, euros, morocotas, doblones, pesos macuquinos;
cuentas off shore, cuentas en paraísos fiscales, cuentas cifradas,
cuentas de más de doce dígitos, pero sobre todo, cuentas pendientes con la
justicia, que ahora no se pagan, pero que pagarán con su jefe, más temprano
de lo que ellos piensan.
Al final, después del
democrático, participativo y protagónico voto sobaquero, a mano alzada,
estalló el bonche. Hubo hasta pa’ regalá, Möet et Chambón, Don Pericón
y Etiqueta Azul, porque tampoco se les puede exigir a estos
próceres que nos conduzcan al Socialismo del Siglo XXI y al Mar de la
Felicidad a fuerza, nada más, de guarapita y Pecho Cuadrao.
Pese a todo, la
unanimidad, obsecuencia y jalabolivarianismo, hacia las instrucciones
llegadas “de pa’rriba”, según expresión del recién designado
Secretario General, sufrieron algunas fisuras. Es que siempre surgen los
temas álgidos, capaces de causar un desorden en la pea o en la trona, con la
subsiguiente amenaza de división del PSUV – que habrá sido la primera pero
no la última- porque por muy servil, por muy chupamedias, que sea su
dirigencia, partido que no se divide, no es partido.
El himno de la recién
constituida organización, fue uno de los aspectos más polémicos. Traicionado
por su muy cercano pasado político, uno de los altos dirigentes pesuvecos
propuso iniciar el cántico respectivo con una coplilla pegajosa y familiar,
previa las adaptaciones a los nuevos tiempos. “¡Adelante a robar
milicianos, a la voz de la robolución!”…
Al final, no obstante,
privó la inventiva y la originalidad musical chavista. De modo que se aprobó
que toda la dirigencia y militancia de base, previo a la instalación de
cualquier asamblea, pleno o secretariado, mandase a lavase la
urbanidad y las buenas costumbres al son de los acordes del bogaloo
bolivariano trastocado en cántico patrio. A saber: ¡Uggghh, ahhh, Chávez
pa’ choriá! ¡ Uggghh,, ahhh, Chávez pa’ asaltá! ¡Uggghh, ahhh,
Chávez pa’ matá! Una modalidad muy particular de alebrestar la vena
robolucionaria.
Sin embargo, el
verdadero atajaperros, sazonado con rechiflas y trompetillas, lo provocó la
lectura del “El Nuevo Modelo Productivo Socialista”. Un pretendido papel de
trabajo elaborado por Haiman El Troudi, la Harnecker, Hans Dietrich y el
combo de gorreros internacionales, que por un lado le sorben al
teniente-coronel sus pocos sesos con supuestas ideas marxistas, pero que por
el otro, se regresan a sus países bien buchones de petrodólares por escribir
o decir semejantes sandeces.
- ¿Entonces nos van a
quitar nuestros Challenger que tenemos en el aeropuerto Caracas,
nuestros Bertran fondeados en Caraballeda y en lugar de golf,
tendremos que volver a jugar dominó y bolas criollas? ¡Qué va oh! – bramó el
secretario de ideología del PSUV apenas se habló del pretendido nuevo modelo
productivo.
Fue cuando se impuso la
sinceridad bolivariana. A tales fines, para complementar los símbolos
partidistas, se aprobó el diseño del escudo de armas del PSUV, seccional
Lagunita: Un Hummer, a full chola, en sobremarcha, tras unos billetes
verdes, enmarcado en la leyenda The Lagunita’s PSUV. Porque un
caballito blanco, demodé, desbocado, medio afeminado, pastando entre
unas espigas, no está en nada.
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