El llamado asilo
diplomático, toca muy de cerca nuestro gentilicio. Con las excepciones
bochornosas, por supuesto. Individuos, como el Fiscal General, más
pendientes de colocársele al amo en decúbito ventral que tutelar los
derechos fundamentales, valoran poco o nada que haya sido en 1560, en
nuestra Trujillo, “La Ciudad Portátil”, donde nació tal derecho en América y
que desde entonces, hasta la supuesta “Quinta República”, Venezuela haya
abanderado ese mecanismo humanitario.
Podría
decirse que es una peculiaridad de los estados latinoamericanos, dado que en
otras latitudes se lo ha aplicado de manera ocasional. El asilo diplomático,
en una de sus modalidades, es aquel que se concede en la sede de las
legaciones a perseguidos políticos cuya vida o libertad se encuentre en
inminente peligro. Tal como ocurre ahora con el estudiante Nixon Moreno,
quien ha recibido la protección de la Nunciatura Apostólica acreditada en
Caracas, pese a las protestas del gobierno gorila, para que el muchacho sea
echado a la calle.
El
mencionado tipo de asilo, ha dado para todo. Para lecciones de dignidad,
honor, valentía como el de los legendarios esposos Brierre, dos diplomáticos
haitianos que rescataron de las garras de la muerte a unos disidentes de la
tiranía del argentino Arámbulu. O la gesta de nuestro embajador Tovar
Tamayo, quien se le puso de pie a la bestia negra de Pinochet a riesgo,
incluso, de su propia vida, para ofrecer refugio a centenares de perseguidos
chilenos. Lástima el nulo o poco agradecimiento de argentinos y chilenos
con nuestros actuales perseguidos políticos.
El asilo
diplomático, también, ha dado lugar a la desvergüenza, al bochorno, la
inconsecuencia, al lamebotismo y a la abyecta venalidad, porque la
petrochequera, ha sido factor determinante en la depravación de una de las
tradiciones más hermosas de la fraternidad iberoamericana.
¿Por qué el presidente
de El Salvador, le entregó al gobierno forajido de Chávez a los comisarios
Vivas y Forero, si el análisis más superficial demostraba que eran
perseguidos por razones políticas?
Una pregunta que
todavía abochorna a la subregión. Sobre todo ahora, que recordamos con
escándalo que el cambalache o chantaje impúdico de petróleo por la negativa
de asilo, se consumó en medio de un supuesto compromiso de veeduría del
trámite judicial contra los comisarios. Algo que las tres embajadas garantes
- la del propio Salvador, Argentina y Costa Rica - han deshonrado de manera
obscena, pues luego de celebradas más de 120 audiencias, los hipotéticos
veedores solo han comparecido a tres de ellas, de modo que la degollina
judicial, tácticas dilatorias y chicanas procesales de los rábulas
gobierneros, se ha consumado con la vista gorda de esos “hermanos”
latinoamericanos.
¿Por qué las embajadas
de México y de Chile - el cronista tiene pruebas de lo que escribe - se
negaron, días atrás, a acoger al mencionado estudiante Nixon Moreno?
Unos - como quien evade
al azote de barrio - evitan pleitos con el gobierno gamberro. Los más, hacen
cola en la rebatiña, ansiosos de petrodólares a cambio de encubrimientos,
silencios y hasta de coperpetraciones.
Habrá que abrirle a la
noble historia del derecho humanitario latinoamericano un capítulo
especial, a los sinvergüenzas del asilo.
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