San Nixon

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¿Cuál fue el pecado del célebre Dicky-Tricky al extremo de convertir su nombre en sinónimo de trapacería a la sombra del Poder?  . . .

 

 

RICHARD NIXON era una kindergarterina, una quinceañera sin salir del cascarón a quien por una falta perdonable, lo enjuiciaron, trituraron, martirizaron, lo obligaron a renunciar, para después echarlo como un trasto, al degredo ético de los líderes más cuestionados del siglo “XX”.

La agregaduría comercial de la Embajada de Estados Unidos en Venezuela, fue una dependencia muy activa hasta la sustitución de las inversiones norteamericanas por el negocio de barriles de petróleo a cambio de babalaos cubanos. Uno de sus funcionarios, negado a ser transferido a otro país pese a las advertencias del State Departament, porque cual Jhon Reed contemporáneo, no quiere perderse la caída de este atajaperros revolucionario, días atrás me hacia el comentario transcrito al inicio de la presente crónica.

Aparte de un episodio simplón como encubridor de un caso  de espionaje electrónico ¿cuál fue el pecado del célebre Dicky-Tricky al extremo de convertir su nombre en sinónimo de trapacería a la sombra del Poder?

Nada extraordinario. Erigirse en pionero de los llamados reallity shows, según el mencionado empleado del servicio exterior. Todo porque las palabrotas presidenciales, quedaron registradas en secuencia, gracias a un sistema de grabación instalado por el propio Nixon, en lo que se ha constituido en el autogol más calamitoso en la historia de la Casa Blanca.

EN PUBLICO Y EN PRIVADO. Comportarnos en privado, como lo haríamos en público. Tal era la demanda que nos hacía Balzac. Erigirnos en jueces de nosotros mismos de modo de no permitirnos en el ámbito de nuestras soledades, conductas que nos atreveríamos a adoptar a la vista de los demás y aquí llegamos adonde no queríamos llegar: a las comparaciones, siempre odiosas. En particular en el caso de las cintas magnetofónicas, recién divulgadas al mejor estilo de los tiempos de Watergate, que han revelado la supuesta planificación minuciosa de crímenes en presencia del presidente Chávez.

¿Qué más podía esperarse del comportamiento en cenáculo, de un individuo que en cadena nacional se conduce como se conduce? Nixon, con todo y su leyenda negra, era un gentleman cuando comparecía a un programa de televisión. Quizá resolvió grabarse, mirarse a si mismo en el espejo de sus intimidades, para mejorar, para empinarse sobre sus propias miserias. Sin embargo, luego de horas y horas de cintas magnetofónicas, lo peor que pudimos escucharle, fue la afirmación según la cual Jimmy Carter “era incapaz de mascar chicle y tirarse un pedo a la vez” (algo que hemos corroborado los venezolanos) y que Jerry Ford, entonces jefe de la bancada republicana, “podía jugar al fútbol americano, sin necesidad de casco protector”.

Ni siquiera en el punto más bajo de sus pataletas, Nixon blasfemó contra los reverendos que lo adversaban, para al final, de acuerdo con la crónica menuda de un alcalde, magnetofónico como una cinta, guarecerse un 11/A cualquiera debajo de esas mismas sotanas que había expuesto al escarnio público. De cualquier manera, siempre será preferible esconderse en una sotanas, adecas o de monseñor Porras, que debajo de la minifalda de la señora Adina.

EL NUEVO IDIOMA OFICIAL. En realidad, lo único concreto tras este episodio de las cintas que involucran a nuestro Presidente, es la inminente paralización de las pocas iniciativas del llamado Alto Gobierno.

Nadie, en lo adelante, se atreverá a exponer una idea fresca, un proyecto atrevido, en un Consejo de Ministros, como apelar a las adversarios, sin el fundado temor de salir con las tablas en la cabeza por culpa de una grabación traicionera.

El bueno de Nixon, ni siquiera se tragó la luz amarilla de un semáforo, si hacemos las comparaciones con estos “pecadillos” de sus mulos bolivarianos y aunque nuestra Asamblea Nacional, no ha movido un músculo de su organismo disecado, para las interpelaciones de quienes aparecen en la gavilla ¡ no digamos el impeachment pertinente!, el Tribunal Penal Internacional ya comienza a deambular como un espíritu burlón en la mente de los supuestos revolucionarios, en especial ante un eventual referendo  revocatorio.

No pueden hablar por temor a las grabaciones, los ademanes suponen el riesgo de alguna cámara indiscreta y los papelitos, incluidos los recogidos en  ¡Aló, Presidente! Están condenados al cesto de la basura. Por lo mismo el único medio seguro de comunicarse entre ellos será a través del “Cuti Bolivariano”.

 -Cuti-aquí, Cuti-está. Cuti-una bolo-cuti-ña de real. Cuti- de las partidá secretá.

-Cuti-¡ñooó! Cuti-¡Que, cuti-con cuti-tentós van a estar! Cuti-Pollo cuti-Roncó, cuti-Goveia y cuti-Richard Peñalver, cuando cuti-pasen por la cuti-taquillá.

Ya lo asomábamos al comienzo. Si la cosa es así a Nixon lo que le sale es que lo declaren San Nixon.

 


© 2003 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio