CONVERGENCIA FORAJIDA. Montgomery, Arkansas, era una comunidad que con la
convergencia de sus autoridades, disputaba el dudoso honor de ser una de las
más perpetradoras, en lo que se refiere al irrespeto de los derechos
elementales de los negros.
Hija de padre carpintero y
de madre maestra, Rosa, nacida en Tuskegee, Alabama, en febrero de 1913,
había egresado de la Escuela Industrial para Muchachas de Montgomery, para
luego desempeñarse como costurera de uno de los complejos textiles del
sector.
“Desde que nací - relata
en una vívida entrevista de carácter autobiográfico - el asunto se limitaba
a sobrevivir. Uno iba a la cama, pero no sabía si amanecería muerta, pues
durante la noche podía ser víctima de los ataques del Ku Klux Klan
(inspiradores de nuestros marihuaneros de los llamados Círculos
Bolivarianos), que amparados en la oscuridad y con la vista gorda de la
policía, asaltaban nuestros hogares, los quemaban y muchas veces linchaban,
hombres, mujeres y niños”.
A los 19 años, Rosa, casó
con Raymond Parks, activista de los derechos civiles y políticos de los
negros, quien la enroló en la Liga de Votantes y en la NAACP, siglas en
inglés de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color.
En Montgomery, regía una
ordenanza municipal, arbitraria y discriminatoria conforme a la cual en los
transportes colectivos, los negros estaban obligados a sentarse en las filas
traseras. Eso sí, con la condición que las secciones reservadas a los
blancos no estuviesen copadas, pues en tal supuesto, había que cederles el
puesto e incluso, bajarse del autobús, para dejar espacio.
La tarde del 1 de
diciembre de 1955, la señora Parks había terminado su trabajo. Tomó el
transporte público para regresar a casa y se sentó en la fila 11, sección
para gente de color. Rosa, recuerda que el bus estaba lleno, incluso, con
personas de pie, cuando unos cuantos pasajeros abordaron el vehículo. Un
hombre blanco se dirigió al chofer, para decirle que se quería sentar y el
chofer, investido de autoridad de acuerdo con la normativa aplicable, le
exigió a cuatros pasajeros negros - entre ellos a esta heroína de la
resistencia - ceder sus puestos.
- Sí, ya sé que me pueden
arrestar. Háganlo si quieren, pero no me voy a parar.
Total, que Parker fue
enviada a la cárcel y ello activó el más hermoso, pero demoledor boicot
convocado por otro joven, que a la postre se convertiría, también, en
dirigente histórico. Nos referimos al reverendo Martín Lutero King, pastor
de la iglesia ubicada en Dexter Avenue, del mismo Montgomery, quien llamó a
sus hermanos de raza a no tomar más, los colectivos de la localidad, hasta
que no se derogase la odiosa normativa.
Por largos 382 días, un
año y una semana, los negros - salvo uno que otro esquirol - se negaron a
viajar en bus. Lo hacían a pie, en “cola” ( ride o lift) o en
remolques colocados en los pocos vehículos propiedad de gente de color. La
represión no se hizo esperar. Los que iban a sus trabajos caminando o se
paraban en una esquina a esperar por un “aventón” eran arrestados por
merodeadores y los que se trasladaban en los remolques, también eran
conducidos a la cárcel so pretexto de la violación de supuestas
disposiciones de tránsito. Hasta que la resistencia produjo sus efectos. El
13 de noviembre de 1956, la Corte Suprema de Estados Unidos anuló, la
mencionada reglamentación, en lo que se ha constituido en hito, no solo del
combate contra la segregación, sino del éxito de los mecanismos de
resistencia pacífica. Es que cuando esta última se ejerce con tenacidad, fe,
inteligencia, pero sobre todo unión, no hay gobernantes bandoleros que
valgan. Poco importa que sean blancos, negros o rosados.
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