Ramoncito

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El increíble caso de un ex guerrillero, que al igual que aquellos soldados del Japón perdidos en el Pacífico, duró 50 años, en “El Bachiller . . .


 

  Tiempo atrás, meses, días, quizá, fue hallado un hombre que permaneció oculto en las serranías de “El Bachiller”, por casi medio siglo. Un episodio similar a los de Shoichi Yokoi y Hiroo Onoda, aquellos combatientes japoneses que a finales de los 70 fueron localizados en la jungla de alguna remota isla del Pacífico. Desconocían que su Emperador se había rendido en 1945 y por lo mismo resistieron en un indeclinable pie de lucha, hasta la fecha de sus capturas.

UN SAMURAI VENEZOLANO. Pero, volvamos al caso ocurrido a escasos kilómetros de Caracas.

 

Lo relatamos con el respeto que nos merece todo combatiente, más allá de no compartir sus métodos.

 -Téngase la fineza, compatriota, informe el comando guerrillero, al cual estuvo adscrito.

 - Kuik-kuik, kuik-kuik, kuik-kuik . . .

 - ¿Diga, dónde se escondió durante los últimos 45 años?

 -Cucucucú, cucucucú, cucucucú . . .

Con el propósito de rescatarlo - o tal vez de deformarlo - este duro de la lucha armada, fue conducido al dispensario más cercano y de allí, debido a la inexistencia de los insumos médicos más elementales, a una clínica privada.

Solo podía ingerir comida cruda. Su sistema digestivo se había adaptado a los insectos, arácnidos, raíces y a algunos roedorcillos que lograba conseguir en la profundidad de la montaña.

- Dígame, compatriota ¿Y usted, por qué no se ha incorporado a la revolución bolivariana?

- Chirri-chirri, chirri-chirri, chirri-chirri . . .

- Es que, acaso, no sabía del triunfo de nuestro comandante.

- Clak-clak, clak-clak, kuí, kuí, kuí . . .

Poco a poco, el desafortunado, fue recuperando la forma humana. Hubo, en primer término, que removerle el musgo adherido a una barba y una melena, que le llegaban a los tobillos. Su caminar encorvado, que asemejaba al de los primates, cedió lugar al andar erguido, altivo, propio del homo sapiens. Después de mucho tiempo, recobró la palabra y con ella el juicio, que de nuevo se encuentra a punto de perder.

Su comando guerrillero, pionero absoluto de la insurrección, se extravió a finales de los 50. El radio receptor no transmitía, solo recibía y al final, el baqueano de la célula no era tal, sino uno de esos tantos charlatanes que se incorporan a las revueltas, porque no saben hacer más nada. La narración, era una tragedia.

- Por cierto ¿quién ganó la pelea?   preguntó de pronto, el infeliz. Era la primera vez que se le iluminaba el rostro.

- ¿Cuál pelea? ¿La lucha revolucionaria?

- ¡ Qué revolución, ni qué revolución! ¡ La pelea, la pelea, entre Ramoncito Arias y Pascual Pérez! Hasta el séptimo round, Ramoncito, iba adelante en las tarjetas, pero en ese preciso instante se descompuso el radio y nunca supe quien ganó, porque desde entonces estuve absolutamente incomunicado ¡ Qué grande, era Ramoncito!

PONIENDOSE AL DIA. Ninguno de los presentes sabía quién era el tal Ramoncito, ni que su épico enfrentamiento por el campeonato mundial del peso mosca, había paralizado el país entero. Mientras uno de sus interlocutores, salía a buscar la respuesta, el hombre tomo aliento. Quería ponerse al día, cuanto antes. Al indagar por uno de sus camaradas más cercanos resultó que, este último, ahora, era dueño de una flota de supertanqueros. Un ejemplo más de la riqueza súbita y sin medios lícitos, que se ha multiplicado después del paro de Pdvsa.

- ¿El hijo de aquel mártir de la lucha armada, siguió los pasos de su padre?

- ¡ Pamplinas! Estaba convertido en multimillonario, producto del negociado con unas máquinas de votación.

En cuanto a la supuesta revolución, los hechos no podían ser más sobrecogedores: propiciadora del odio entre venezolanos pero, complaciente y de esfínteres rocheleros, a la hora de entregarse a las trasnacionales más depravadas, como lo atestiguaba la rebatiña de nuestras riquezas auríferas, gasíferas y petroleras.

- ¿Y aquél jovencito prometedor, que se distinguió en la lucha a favor de los presos políticos?

- Convertido en un anciano retorcido - le contestaron al coro - al extremo que los epítetos más duros de la columna que alguna vez publicó en los diarios, resultan bobalicones para describir su actual comportamiento.

El desdichado volvió a guardar silencio. Aún permanece en ese estado. Su recuperación, si es que algún día llega, será lenta y laboriosa. Por prescripción facultativa, todo el que lo visita es advertido:

-Todavía, no se le puede contar lo de Ramoncito . . .

Es que después de 50 años de sufrimientos y saber en qué fueron convertidos sus sueños, los médicos estiman que no soportaría ni una sola frustración adicional. Ni siquiera, también, que perdió Ramoncito.

 


© 2005 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio

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