La paternidad de estas nuevas regulaciones,
corresponde al mismo concejal que semanas atrás, tuvo la ocurrencia de
agregar el remoquete de "Bolivariano" al nombre de nuestro concejo.
Dado el prestigio revolucionario, los galones, la auctoritas, del
mencionado edil entre la fracción, oficialista de la cámara, los
caraqueños del oeste de la quebrada de Chacao, ya sabremos a qué
atenernos. Dura lex, sed lex. Igual que con el mencionado pegoste
que desde el mes pasado aparece endosado a la histórica denominación de
este municipio.
CELADORES DE LA MORAL. Contra los que dice el
tópico, los venezolanos somos buenos trabajadores, aunque un tanto
aficionados a la bebida, según lo revelan algunos estudios de consumo
alcohólico por año. Pero las cosas son más sutiles y matizadas de lo
que suelen decir esos grandes informes robóticos.
Cierto concejal que secundó al proponente de las
medidas referidas al comienzo de esta crónica, ha soltado uno de estos
días: "¡Aquí hay que trabajar más!" y yo le respondo:
"¡Aquí hay que trabajar todos!". Son 1.800.000 de despedidos,
de obreros y empleados echados a la calle en los últimos tres años y
medio, porque se destruyó la confianza en el país. Sin embargo, entes
afectos al gobierno central, como la municipalidad de Caracas, en lugar de
fomentar nuevas fuentes de trabajo o de preservar las ya existentes, se
han dedicado a organizar bandas armadas, no digamos de borrachos, que
también lo son, sino de marihuaneros, de consumidores de bazuco, de
rinquincalla, entre otros combustibles de alto octanaje, para aterrorizar
a los opositores. Con ediles como el señor Peñalver, a quien vimos en un
vídeo disparando su pistola, los integrantes del municipio
"Bolivariano Libertador" o "Libertador Bolivariano",
no tienen derecho de acusarnos de vagos, ni de beodos, a los venezolanos.
Que me perdonen estos nuevos celadores de la moral y
buenas costumbres municipales. Pero creo que en los dos casos que
comentamos, opera en su contra la presunción de mala fe. La fijación de
las tarifas hoteleras cae fuera del ámbito funcional del ayuntamiento,
porque es materia reservada a las autoridades nacionales de turismo. Pero
aparte de las consideraciones de Derecho Administrativo ¿a quién le
importa que una pareja, mayor de edad, de este domicilio, en pleno goce de
sus facultades físicas y mentales, en lugar de una noche loca en
cualquiera de nuestros hotelitos, pague habitación por apenas siete
minutos, tiempo mínimo reglamentario para llegar a la ebullición, según
lo escribía Irwin Wallace?
El levantamiento de estos valladares acomodaticios,
con sus prohibiciones a contrapelo y reglamentos de difícil supervisión,
conducen a un solo destino: la corrupción administrativa. Los enamorados
y los borrachitos, son gente práctica, en especial estos últimos. Se
marcharán con su música y sus angustias para Chacao, Baruta, la
Panamericana, la carretera Caracas-Guarenas y los propietarios de los
establecimientos afectados, para no quedar en la bancarrota, terminarán
en lo de siempre, pago de peaje a uno o varios miembros del cabildo.
AFINAR PUNTERIA. Valdría la pena que nuestros
concejales afinen mejor su puntería, si es que quieren ocuparse de los
verdaderos problemas de la ciudad.
Días atrás, los vecinos de las avenidas El Samán
y Las Acacias, Urbanización La Florida, se quejaban de la prostitución
de menores de edad en esas zonas residenciales y para nadie es un secreto
que los accidentes de tránsito asociados con el consumo de licor de los
conductores, constituyen la primera causa de muerte entre varones de hasta
25 años.
Pero ¡qué diablos! En Caracas no existe una
vigilancia vial que nos proteja de los ebrios al volante, ni los
propietarios de burdeles que bajo la apariencia de moteles, someten a
nuestras jovencitas a una situación de semiesclavitud, tienen de que
preocuparse, porque ellos, si que tienen en regla sus permisos con el
Municipio Bolivariano.
Por lo que se ve, si de afinar la puntería hacia
los problemas, estos concejales, apuntan a lo que les viene en gana. Si no
me creen, pregúntenselo a la nueve milímetros del concejal Peñalver.
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