Palabras en Navidad

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La necesidad de vivir en paz con los demás y en guerra sólo con nuestras miserias internas . . .


Quisiera escribir de forma muy sencilla, la necesidad de vivir en paz con los demás y en guerra sólo con nuestras miserias internas. Decirlo con voz nítida, sonora, pero pausada, ahora que sobre los venezolanos se avalanza el verbo lacerante que es prefacio de violencias menos reversibles.

Aprovechar las buenas intenciones de todos o casi todos en esta fecha, para desear, y poner en práctica efectiva, la debida gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a todos los hombres, no importa su mala o pésima voluntad.

PALABRAS AL SERVICIO DE LA CONCORDIA. Me gustaría en estos días de tregua, atinar con la idea en carne viva y con la palabra desnuda. Si esta última estuviese siempre al servicio del bien, de la concordia y del amor al prójimo, los seres humanos, en especial los gobernantes, no encontrarían tanta facilidad cómplice para sus desmanes, tantos celestinos para sus huecas lucubraciones, pero sobre todo, tantos justificadores para sus ejecutorias más sombrías. Porque el verbo puede ser vehículo de amor, como es nuestro deber utilizarlo, particularmente hoy. Pero también arma arrojadiza y cortante.

Al bien y al mal, lo que debemos y no debemos hacer, los separa esa línea tenue y zizagueante límite, que no siempre vemos con la misma claridad, ni con igual convencimiento. En especial cuando la frontera se refiere a nosotros y por lo mismo, hacemos cuanto podemos para no mirarla.

A veces la palabra fracasa en su obligación de deslindar esas dos nociones vecinas, porque no sabemos usarla, porque las circunstancias no ayudan o todavía peor, porque nos proponemos a ponerla al servicio de lo que es contrario a la esencia de aquello que nos hace supuestamente humanos.

Pero esta noche es Nochebuena. Para el reino riguroso de la palabra, alli están los mensajes de paz propios de la presente fecha. Los escuchamos en todas las lenguas y desde los credos que consideramos más distantes. Para la circunstancia cotidiana, convertida día a día en campo infecundo de las mejores intenciones, queremos que se prolonguen jornadas como la de esta noche, en las que el hombre debe ponerse en armonía consigo mismo o por lo menos intentarlo con el corazón abierto.

MALVERSACION DEL SENTIDO. No quiero pecar de aguafiestas. Pero ¿ porqué una conmemoración tan espiritual como la de Nochebuena, hemos dado en incurrir en excesos? ¿ Qué tipo de hambre queremos matar en medio de tanto pan de jamón, tanto colesterol, pero sobre todo tanto on the rocks acompañado con prisa? ¿ Que malversación del sentido de estas fechas nos arroja a desperdiciarlas en lugar de atesorarlas, para nutrirnos, para servirnos de ellas a lo largo del año entero?

Hemos confundido el vacío del alma, con el vacío estomacal. Cristo vino a acabar con la paganía en el mundo. Pero ésta última esta ahí y una de sus manifestaciones es que los encuentros navideños se ha subvertido su significación espiritual, con el éxtasis de borrachos, cohetones, excedidos de peso, música estridente y lesionados en los hospitales.

En casi todas las confesiones religiosas, ocurre que los que ahora son sus preceptos, comenzaron como prácticas higiénicas. Como el ayuno o la prohibición de comer alimentos perniciosos. Pero la contravención, la destemplanza, se han convertido en proeza de estómago fuerte y en un aparte de irresponsable desafío a la salud del cuerpo y del alma también. Paradójicamente esto es, lo que hoy preside las presentes fechas. Ni higiene, ni recogimiento. Por lo mismo, pareciese que estamos empeñados en volver a los tiempos mas regresivos de nuestra historia.

LA ILUSION. Sé bien que mi deber es brindar hoy a quien lea este artículo, un atisbo de ilusión. Sólo conoce amor, quien ama la esperanza. El día de Navidad, mientras se desea a los demás la dicha por cumplida, es buen momento para reflexionar y rogar. Sobre todo para comenzar ahora mismo y no cejar en el empeño.

Que esta noche ayude a mostrar a los hombres el camino que conduce al deseado bien, esa serenidad de los espíritus que quisiéramos ver posada sobre el corazón de cada uno.

Porque de la paz interior de cada uno, nace la paz del mundo, que es la misma paz del prójimo, sin posible discriminacion.

La palabra hermosa, sementera inabarcable que estimula y mueve voluntades, no es perecedera como la carne. Hoy es tiempo de hacerlas al viento, para que sean oxígeno que abarrote nuestros pulmones, acompasen con su música el latido de nuestro corazón y sean por el año entero, fecundas como un pentecostés.

 


© 2001 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio