Poco importa que hasta el momento
del infundio, el afectado aparezca desprendido en las encuestas. La
acusación grave, de última hora -verdadera o falsa, eso no es lo que
cuenta en materia de la guerra sucia- dejan poco margen para la maniobra y
hay que tener los reflejos muy atentos para reaccionar a tiempo y de
manera acertada.
En esto del detalle final, del golpe bajo propinado
al filo de la campana, capaz de dar al traste con la aspiración más
consolidada, los venezolanos tenemos experiencia. En la utilización de
errores gramaticales, por nombrar un arma aparentemente inocua.
Le ocurrió al candidato Biaggini en la década de
los cuarenta, con un mensaje de su puño y letra, publicado cuando faltaba
poco para las votaciones. El documento contenía una infracción elemental
de ortografía, sus contrincantes hicieron delicias del desaguisado, de
modo que a la postre el incidente, resultó más mortal que las
acusaciones de títere o de persona interpuesta, con las cuales se
pretendía descalificar al infortunado aspirante.
Ni siquiera el doctor Caldera, pese a sus pergaminos
de académico de la lengua, pudo salir indemne de las chacotas de mal
gusto hechas por su adversario de entonces, debido al supuesto gazapo
colado en una celebre misiva ¿Era avocarse, como lo escribió Caldera o
abocarse?
No hubo tiempo para aclararlo. Pero esa supuesta
labiodental en lugar de la labial, colada, así, como quien no quiere la
cosa, sumada a la pataleta por el solo hecho de cuestionársele sus
conocimientos, resultaron fulminantes.
Si un error ortográfico no muy claro o un lapsus
calami inocente, usado de mala fe y a última hora, por los artífices
de la guerra sucia, ha herido de muerte una posibilidad de victoria ¿qué
decir del dardo envenenado que le han lanzado como recurso extremo al casi
-casi, antes de este zarpazo demoledor - próximo presidente de Brasil?
LAS ODIOSAS COMPARACIONES. En su momento, Chávez
fue objeto de un ataque parecido. No ocurrió durante en medio de sus
muchas campañas Presidenciales, valga la paradoja. No sé si los lectores
lo recuerdan. Se celebraba una convención interamericana de Jefes de
Estado en Santo Domingo, el nuestro estaba recién estrenado en el cargo y
le dio por cantar, declamar, hacerse el gracioso, darle palmadas por el
hombro y tutear a los demás mandatarios, aparte de ofrecer una
impúdica, por no decir flatulenta, exhibición sus dudosas cualidades de
pelotero. El resto de los asistentes estaba desconcertado. Apenas sabía a
qué atenerse, porque hasta entonces en esas reuniones regían las
enseñanzas mínimas de Manuel A. Carreño y dentro de lo que cabe, hasta
eran medianamente productivas.
Bucaramcito, fue el calificativo por el
comportamiento tan extravagante. Pero cosas de la vida. El aludido no se
ofendió y hay quien dice que hasta se sintió halagado, porque ni
siquiera protestó por la malquerencia implícita en el diminutivo.
Pero al igual que Lula con la comparación que
mencionamos al comienzo, quien lo tomó como una deshonra, fue el ex
presidente de Ecuador. Incluso amenazó con demandar por daños y
perjuicios, a los autores de esta verdadera raya continental. Vale
la pena tener en cuenta que Bucaram, desde que fue depuesto de la
Presidencia, reside en Estados Unidos y en ese país expresiones
calumniosas, equiparables a nuestras vernáculas mentadas, son castigadas
con indemnizaciones que muchas veces sobrepasan el millón de dólares.
Aparte de estas comparaciones en vivo, por llamarlas
de alguna forma, no han faltado las hechas con personajes de la historia.
Adolf Hitler e Idi Amín para nombrar a dos de los preferidos en esta
clase de ejercicios intelectuales. En relación con el ámbito local,
muchos cuando releen la obra de Morantes o Pío Gil no resisten la
tentación. Bocón, corrupto y guapo, cuando se encontraba apoyao y
¡zas! ya tenemos al Cipriano Castro contemporáneo. Por supuesto, las
referencias a estas figuras fallecidas son menos polémicas. Ni Hitler,
Idi Amín, ni el llamado Cabito, están entre nosotros, para amenazar con
demandas mil millonarias, ni exigir las réplicas o rectificaciones del
caso.
AL BORDE. Sea como sea, este verdadero golpe
bajo, ha colocado a Lula Da Silva al borde del knockout. Quién
sabe si sus asesores publicitarios le aconsejen devolver el ataque con un
improperio igual o peor. "Está bien, yo seré tan inepto como el
presidente de Venezuela ¡pero ustedes son unos integrantes de la
"Coordinadora Democrática" cualquiera!"
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