¿Cuánto nos
costó, en realidad, a todos los venezolanos, la puesta en escena de este
nuevo sainete?
ESA
ES LA PRIMERA RESPUESTA PENDIENTE.
El “Instituto Noruego de la Paz” es una de las tantas ONG gorreras que,
sable en mano, pululan por el planeta. Para hacernos entender mejor,
charlatanes tipo, Chomsky, el tal Ramonet, la Heinecker, Hans Dietrich y una
supuesta abogada de apellido Gollinger. Gente imaginativa, que lo mismo se
hace pasar por intelectual, que convence al primer asno con chequera –con el
perdón de tales criaturillas del Señor por la referencia- que es un
potencial campeón de la paz o que en su defecto, su futuro está como
centrodelantero titular de la Vinotinto.
NOBEL
SUBDESARROLLADO. Días
atrás, este mismo diario reseñaba la aparición del libro “¿Cómo ganar un
Premio Nóbel?” escrito por el australiano, Peter Doherty. “Coma y beba con
moderación, trabaje duro, haga grandes descubrimientos, hable poco, no fume,
ni abuse de las drogas recreacionales”, sugería por experiencia propia,
Doherty, quien concluye con la conveniencia de dominar el inglés, para poder
comunicarse mejor con los votantes del reconocimiento. Algo aplicable para
los premios serios, como los de medicina, física, química y hasta el menos
serio de literatura, pero que como se ve, resulta superfluo y a todas luces
contraproducente a la hora de postular a un presunto paladín por la paz.
Tal
carencia de los requisitos de, disciplina, morigeración, de verdadero
trabajo productivo se ha reflejado en el número de candidatos. Mientras los
aspirantes al primer lugar de pacifismo contabilizaron 199, quienes
reclamaban para sí, los premios científicos apenas alcanzaron la mitad.
El Nóbel
de la Paz, es la pariente pobre de los Nóbel en general. Aún así, tiene sus
propias exigencias. Nos imaginamos que los patrocinantes de la candidatura
bolivariana, habrán enviado un expediente con las ejecutorias del señor
Chávez, incluidas las consabidas cartas de recomendación. Igual que cuando
alguien aspira empleo o que le otorguen una tarjeta de crédito.
Tiro Fijo,
Mono Jojoy, Sadam Hussein, Ghadaffi, Mugabe y hasta el mismísimo Fidel
Castro, no se habrán hecho rogar a la hora de constituirse en sus fiadores
morales. Lo mismo que Daniel Ortega, practicante a tiempo completo del
“Hagamos el amor, no la guerra”, según lo atestigua la menorcita de sus
hijastras que lo denunció por estupro.
Una imagen
dice más que mil palabras. Suponemos que la documentación –o prontuario- de
apoyo, habrá estado respaldada por videos. Como el de los superpanas Richard
Peñalver y Rafael Cabrices, disparando contra una manifestación que incluía
mujeres y niños, para salvaguardar al futuro Nóbel o como aquellas jornadas
en las que para referirse a sus adversarios, acudió a la poética de
llamarlos “plasta”, “condones usados”, “camión de cochinos”, incluida la
presunta “falta de marido” de una dama, por su sola condición de negra,
mujer y de no contarse entre sus paniaguados.
LA
VENCIDA. Como a la
tercera va la vencida, ya han comenzado los preparativos para competir por
el Nóbel del 2006. Le deseamos éxito. Lo decimos de manera muy sincera. Más
allá de las diferencias políticas, priva en estos casos la solidaridad
automática que nace del gentilicio compartido.
Una batida
por la Internet, para recavar firmas de apoyo, ha demostrado ser inoperante.
Lo mismo que el dispendio, por millones, en promotores que casi siempre
resultan vulgares estafadores.
El envío
del señor Jorge Rodríguez, directo y sin anestesia, a las Academias de
Noruega y Suecia, para que contabilice las papeletas de votación, es la
solución terminal. Lo aconsejamos, aunque mal nos paguen. Así, no digamos el
de la Paz, sino también el de Física. Después de todo, alguien tiene que
reconocerle la alquimia de convertir, en menos de siete años, 350 millardos
de dólares en (. .
. )
barro.
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