Picón
Salas, también tuvo interrogantes, otra vez que Venezuela vivió tiempos
de barbarie ¿Es más útil la audacia, que la legalidad; la decisión
violenta, que la norma jurídica? Esta vez quien responde las preguntas es
el articulista. Qué legalidad, ni qué norma jurídica. Incluso, qué
audacia. Para los factores de la llamada Quinta República lo más
nutritivo es la genuflexión. O el bandolerismo político, rampante y
sonante.
NATURALIZADOS,
TEMBLAD. El jueves por la tarde, la señora Varela, parlamentaria de
la bancada oficialista, promovió la solicitud de revocar la naturalización
de varios integrantes de la disidencia. Como era de suponer, la iniciativa
fue aprobada con los votos de los diputados afectos al presidente Chávez,
en medio de vítores y celebraciones.
No
se puede esperar demasiado de la señora Varela, ni de sus compañeros de
causa. En primer término, dos de los candidatos a la hoguera
revolucionaria –el empresario Gustavo Cisneros y el periodista Napoleón
Bravo- son venezolanos por nacimiento. Era lo menos que tenían que
averiguar los proponentes de la medida, antes de consumir horas/hombre
parlamentarias en semejante majadería. Por consiguiente, no hay nada que
revocar allí, a menos que los interesados renuncien de manera expresa a
su condición de venezolanos (artículo 35 de la Constitución).
Pero
quedaría el caso de nuestros amigos venezolanos por naturalización, los
muy distinguidos periodistas Marta Colomina y Norberto Maza y del señor
Alonso, a quien no tenemos el gusto de conocer.
Si
no fuese porque con la proposición de la señora Varela, se busca
intimidar a la laboriosa comunidad de naturalizados que adversa de manera
multitudinaria al gobierno gamberro, no gastaríamos ni una gota de tinta
en rebatir tamaña estupidez.
COSAS
DEL REVOCATORIO. Es bueno tenerlo en cuenta. Se avecina la reparación
de firmas para revocarle el mandato al señor Chávez. Por consiguiente,
no faltarán los miembros de los Círculos Bolivarianos que le muestren el
tramojo a nuestros siempre bien apreciados venezolanos naturalizados
–incluida alguna parentela del cronista- al tenor de la siguiente
amenaza: ¡al que ratifique su firma, le revocamos la nacionalidad y pa´fuera,
porque pa’ eso semos bolivarianos!
La
Constitución de 1961, consagró el principio según el cual la
nacionalidad adquirida no se podía revocar sino a través de sentencia
judicial (artículo 39.2). Claro, la disposición transitoria cuarta de
esa misma Constitución establecía que mientras se dictaba una nueva ley
“la pérdida de la nacionalidad por revocación de la naturalización”
se ajustaría a la legislación preexistente. La holgazanería y la mora
parlamentaria tampoco es patrimonio exclusivo de la actual Asamblea
Nacional. Ello permitió que por omisión de los congresos de la IV república,
la ley de 1955, que atribuía tales revocaciones al antiguo Ministerio de
Relaciones Interiores permaneciese vigente hasta 1999, cuando fue derogada
por la actual Constitución, puesto que
la disposición transitoria segunda de esta última, no ratificó la ley
del 55, como sí lo había hecho la Constitución de 1961.
Sobre
la limitación temporal de dicha ley de 1955, la Sala Político-Administrativa
de la extinta Corte Suprema de Justicia, tuvo oportunidad de dictar dos
fallos, el primero de 22 de junio de 1974 y el segundo de 20 de diciembre
de 1976 por demás ilustrativos.
Me
dirán los lectores, que con el poder judicial que tenemos cualquier
arbitrariedad es posible. Pero hay un pero. Que para que esta clase de
sentencias queden firmes se requerirán, por lo menos cuatro años de idas
y vueltas en los tribunales. Tiempo más que suficiente, para que el señor
Chávez, ya esté sentado en el banquillo del Tribunal de La Haya por sus
numerosas perpetraciones.
Quedarían
los gastos legales y pago de honorarios de abogado de un proceso que puede
ser relativamente largo ¡Fácil de solucionar! El cronista ofrece, pro-bono,
a todos los venezolanos naturalizados que lo requieran, los servicios de
su Escritorio para el supuesto que surja controversia judicial con motivo
de las grotescas intimidaciones de la Sra. Varela.
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