Ni lo
vigiló, para disipar cualquier sospecha de asesinato o suicidio, ni le
prestó conveniente atención médica, de modo que ahora sus conmilitones
pretenden erigirlo mártir, por sufrir lo que no fue más que un infarto.
Un feroz malhechor ¿nace o
se hace? Es una pregunta que desde hace años, recorre los cubículos y
laboratorios donde se estudia el flagelo.
“Slobo” Milosevic fue
criado por su abuela. Aquel delincuente nato, analizado por Lombroso, que
siempre despertó recelos por algún tufo prejuicioso y racista, ha retomado
aliento con motivo de las conclusiones del llamado “Proyecto del Genoma
Humano”
No es aventurado
afirmar que los padres de Milosevic, quizá, portasen alguna secuencia en el
ADN o en sus llamadas células germinales productoras de una prole tarada y
con irrefrenable tendencia al delito. Claro, siempre queda la posibilidad
del delincuente social producto del medio ambiente, incluido el pésimo
ejemplo familiar.
Si algo valdría la pena
investigar con verdadero rigorismo científico, ahora, que se disponen las
herramientas, sería alguna muestra del zigoto del dirigente muerto. Porque
lo cierto fue que sus padres, en distintas épocas y por motivos diferentes,
se suicidaron y en su familia priva propensión, que podría arrojar indicio
de algún genoma que exponga a los Milosevic a la conducta antisocial.
Populista, demagogo,
enemigo de la libertad de prensa, con un tic nervioso músculo motor,
mitómano -“Nunca he visto a alguien que mienta con tanta desenvoltura y
sangre fría” se expresó de este individuo, Zimmerman, embajador
norteamericano- fue además, Milosevic, exportador de su supuesta revolución
a tenor del envío de armas a localidades vecinas, practicante de fraude
electoral y enemigo de la alternabilidad democrática. Sus adversarios
recuerdan cómo el 6 de julio de 2001, intentó modificar la Constitución para
perpetuarse en el Poder y cómo el 24 de septiembre desconoció el triunfo del
opositor Vojislav Kostunica.
Si en una cosa
Milosevic, tampoco fue segundo de nadie, fue en materia de nepotismo y
fruición de meter mano en la Tesorería. Su hijo Marko, amasó una
considerable fortuna, según lo atestiguan cuentas detectadas en Suiza,
Grecia y la misma Serbia y su hermana, Marija, se descubrió propietaria de
una cadena televisiva, de varias de empresas inmobiliarias, de comunicación
y hasta de una discoteca. Por si fuese poco después de su remoción,
Milosevic, se vio envuelto en la desaparición de 173 kilogramos de oro, lo
que corroboró lo que muchos sabemos. No existen los llamados altibajos
morales. Un político delincuente es un político delincuente y ya. De tal
manera que lo mismo ordena que disparen contra una manifestación pacífica,
que asalta la Hacienda Pública.
Pese a todo, lo que
constituyó la verdadera opera magna del llamado “Carnicero de los
Balcanes” fue en su prédica de odio. Las comunidades bosnias, croatas,
kosovares, albanesas, montenegrinas y las minorías húngaras, convivieron en
relativa equilibrio por alrededor de 500 años. Pero so pretexto de una
pretendida limpieza étnica y la construcción de una “Gran Serbia” este
genocida, exacerbó unas inexistentes diferencias raciales que condujeron a
la carnicería.
Por extraño que le
parezca a algunos, la intervención de la democracia venezolana, fue decisiva
para desenmascarar a este criminal, que tuvo el desparpajo de autobautizarse
como “El Pacificador de Bosnia”. Me refiero al entonces miembro del Consejo
de Seguridad de ONU, Diego Arria, quien con una activa participación,
contribuyó al desenlace del drama.
¿A qué número tienen
que ascender las víctimas de un gobernante gamberro, para que la comunidad
internacional, con los matices del caso, se sensibilice de sus aberraciones?
Es otra de las reflexiones que caben hacer con ocasión de la reciente muerte
del “Carnicero de los Balcanes”.
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