Malandrolandia

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Malandrolandia, Forajido World o Bandolero Island, una salida pacífica, democrática, pero sobre todo, mucho más expedita que el revocatorio . . .


 

Parece mentira, el combate tenaz contra los delitos atroces muchas veces resulta peor que la enfermedad. Gente como el implacable Simón Wiensenthal, Baltazar Garzón y los mismísimos Liliana Ortega y Alfredo Romero, implacables también, no sospecharon jamás, que sus cruzadas tras los forajidos más forajidos, en lugar de aplacarlos, de hacerles coger mínimo, les iban a alebrestar las venas o las tripas perpetradoras. Un efecto colateral, indeseado, imprevisto, pero que esta ahí, corroborado por los acontecimientos. Pongamos un ejemplo producto de la sola imaginación.

UN MILITAROTE LLEGA A LA PRESIDENCIA. Pasa toda su vida en el cuartel, planificando magnicidios y golpes de Estado, pero como la ocasión la pintan calva, aprovecha que la sociedad democrática tiene la guardia baja y le conecta un gancho a la mandíbula en elecciones inobjetales. Luego de la consabida luna de miel, comienza a comportarse como lo que es. Apaleamientos a señoras que salen a manifestar en su contra; conchupancias con la narcoguerrilla y el terrorismo; hostigamientos a escribidores y periodistas; pero sobre todo, verdadera comezón forajida de meter mano en la Tesorería, lo que se traduce en hambre, desolación y caída libre de la popularidad.

En otro tiempo, con tal clase de jefes de Estado ocurría como con la expiración de las garantÍas que ofrecen algunos fabricantes de automóviles. 100 millones en moneda dura o medio centenar de asesinatos políticos, lo primero que ocurra y ya, directo a pasarlo gordo en exilios dorados.

Pero no. El gentío ha comenzado a mirarlos feo sin importar el saldo de sus cuentas off shore, de modo que quien antes era candidato a salir fotografiado en la "!Hola!"  ahora no pasa de la posibilidad de un reportaje especial en Discovery Salvaje. Aparte de todo, siempre merodea el espíritu burlón de la extradición, no importa que el afectado se esconda en un hoyo en Tirik o en un bungalow de Varadero.

EL RESULTADO NO PUEDE SER PEOR. Ante perspectivas tan poco prometedoras,  las víctimas potenciales no tienen otro camino que  aferrarse al poder. Lo mismo intentan trampas en un revocatorio o inventan el cuento chino de la incursión de paramilitares, con el agregado de la elevación de la rata de delitos atroces. La humanidad se ahorraría fortunas, para no hablar de presos, torturas y asesinatos políticos si a los gobernantes gamberros se le proveyese un lugar seguro, confortable, para que en el momento de tirar la toalla lo hagan, en efecto, sin necesidad de  pancadas de ahogados que además de dañar el glamour conduce a los efectos colaterales mencionados en esta crónica.

EL ATOLON DE LA FANTASÍA. "Bandolero World", "Choro Island" o "Malandrolandia". Lo mismo da. El nombre y el idioma son secundarios.

La idea se concretaría en un atolón del Pacífico. Vigilados por unos pocos cascos azules, pero por abundantes tiburones hambrientos de carroña etica, los ex gobernantes perpetradores del universo fijarían residencia en el atolón, donde puedan darle rienda suelta a sus fantasías de estar a salvo de citatorios judiciales y de escuadrones anticorrupción. Un verdadero qui pro quo. Malandros a  resguardo de la humanidad y esta última a salvo de ex Presidentes, ex Vicepresidentes, ex ministros, ex Fiscales de diente roto, magistrados del TSJ prevaricadores y ex rectores de entes electorales permanentemente abiertos a la posibilidad de fraude.

Una cláusula esencial del nuevo vecindario, sería la reserva del derecho de admisión. De millardo per capita para arriba, porque tampoco es que el perraje revolucionario va a poder vivir, así, como si tal cosa en esta Meca del crimen sin castigo. Richard Peñalver, Cabrices, Lina y demás miembros de los llamados Círculos, olvídense. A ustedes, la "Isla del Burro", si acaso.

Algo que garantizará solaz y sano esparcimiento a los felices copropietarios será el " 'ta barato dame dos" a prueba de cacerolazos, en restaurantes y centros comerciales  ¿De qué sirve saquear el erario publico, si hay que comer encapillado en el Círculo Militar y no se puede exhibir un diamante de diez quilates, sin escuchar el envidioso repique de los utensilios de cocina?

LOS CRITICOS DE SIEMPRE. Lo sé. Seguro van a decir que es una idea que fomenta la impunidad. Quizá es verdad. Pero lo que no se puede negar, es que como el barco revolucionario se hunde, la inmediata implementación de Malandrolandia, desencadenaría una estampida bolivariana. Una salida pacífica, democrática, pero sobre todo, más expedita que cualquier otra. Con todo que el revocatorio se encuentra, casi, al alcance a la vuelta de la  esquina.

 


© 2004 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio