Maelo magnicida

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Todas las citas contenidas en el artículo anexo, son rigurosamente ciertas, inclusive algunas han sido invocadas por Fidel Castro . . .


Crónicas Bolivarianas

  Los descubrimientos semiológicos del ministro Lara, en materia de de magnicidio, han sobrepasado las expectativas más sombrías. Ya no se trata de las socorridas y por lo mismo rutinarias, acusaciones contra Ravel, Leopoldo Castillo y la directiva de Globovisión, por la utilización de un lenguaje que por críptico y subliminal, no es menos letal a la hora de alebrestarle la tripa verruguicida al parroquiano más pacífico.

La semiología bolivariana ha descubierto que la cosa viene desde atrás. Incluso, no incurrimos en ninguna desmesura, si señalamos al mismísimo Baby Bush, entre los involucrados en el fomento de un fast track o presunta salida rápida, que de ninguna manera alentamos, porque jamás hemos sido partidarios del que a hierro mata, no pueda morir a sombrerazos.

El primero en sucumbir a la tentación de meterse unos cuantos dólares, con esto de una supuesta fórmula mágica para acabar con las tiranías, fue Aristóteles. Los lectores recordarán que en el caso de Dionisio de Siracusa, recogido por Platón en uno de sus diálogos, el llamado Estagirita, no se andaba con medias tintas a la hora de aplicar con extrema dureza, el artículo 333 de la “Mejor Constitución del Mundo”.

Otro que sucumbió a la tentación de las coimas repartidas por la CIA para luego concluir en el “a grandes males grandes remedios” fue Santo Tomás de Aquino (“Summa Theologica y Human Nature”). Todo ello sin olvidar a verdaderos justificadores de medida tan drástica como John Stuart Mill (“On Liberty”), Montesquieu, John de Salisbury, Phillipe de Melachton, Calvino, John Althus (“Teatrise on Politics”) el jesuita Juan Mariane (De Redge et Regis Institutionem),  Francois Colman, Stephanus Junius Brutus (“Vindictae contra Tyranus”), Martín Lutero, su discípulo  Phillipe Melanchton, Thomas Hobbes (Leviatán) y Su Santidad Juan Pablo II, quien basado en el anterior bagaje  doctrinario afirmó que la guerra de Bosnia era justa y santa, porque entre sus propósitos destacaba “defender a un pueblo que sucumbe bajo el golpe de un agresor injusto”. ¿Y saben quién más? Fidel Castro (“La historia me absolverá”), uno de los apólogos más conspicuos de este tipo de descabezamientos, al extremo que su seguidor más baboso y genuflexo, debería tomar las precauciones del caso.

Con todo y su autoridad científica, las anteriores citas no tienen mayor trascendencia. Se trata de lucubraciones circunscritas a cenáculos y que por lo mismo, que no trasponen los reducidos confines de las academias.

En la orilla opuesta, encontramos apólogos del magnicidio con una onda expansiva mayor. Uno sube un cerro, asiste a un templete o es invitado a la celebración en una junta de condominio y allí están éllos, inmunes al tiempo y a la moda, cada día más populares, con sus exhortaciones más sediciosas

¿Qué vaina es esa, de aquella guarachita, “La Bemba Colorá” que inmortalizó Celia Cruz? A saber: “Pa’ mi, tú no eres “nada”, tú tienes la bemba colorá. ¡Azuca!”. Y ahí lo tienen, un bembón que no es nada, no nada, y si no nada se ahoga y el que se ahoga se muere y atendida la condición de bembón, según la copilla, del potencial muerto por inmersión, la referencia magnicida es evidente, aunque una vez cadáver, le suministren ¡azuca! como premio de consolación.

Ismael Rivera, “Maelo”, llegó a cotas más altas. Suerte de Notradamus caribeño, “Maelo” comenzó sus anticipados emplazamientos al bembicidio, seguramente, con financiamiento del Imperio, a tenor de aquel “¡Matarón al negro bembón, hoy se llora noche y día porque al negrito bembón todo el mundo lo quería!”. Los paralelismos están a la vista. El occiso no era el de un bembón cualquiera, sino, uno, popular al extremo que “lo querían”. Todo para concluir con una estrofa, de veras tendenciosa: “¿Y por qué lo mató, diga usted la razón? –oímos al final de la canción-  ¡Yo, lo maté por ser tan bembón y pa’ gozá!”.

“Maelo”, debe ser remitido directo, a las colonias móviles de El Dorado. No importa sea necesario exhumarlo y para ello, contar con los valiosos servicios de un enérgico Fiscal, como nuestro Isaías Rodríguez. Hay que desalentar a toda costa, el bembicidio, el verruguicidio o como se llame cualquier otro tipo de salida violenta.

 

© 2007 Derechos Reservados - Nelson "Lonpleipelúo" Ramírez