AHORA, QUE A ALGUNA
OPOSICION le ha dado por la práctica del tiro al blanco contra la
“Coordinadora Democrática”, creo conveniente quebrar una lanza a
favor de esta última. Después de todo, esos son los bueyes con que
contamos y con ellos tenemos que arar. Al menos por los momentos.
Hay un tufillo de
rivalidad subalterna, en el mencionado deporte. Más de las trampas
del oficialismo en el CNE y de la presunta imposibilidad de la
“Coordinadora” para neutralizarlas, se advierte en tal clase de
cuestionamientos, las consabidas ansias de protagonismo. Es el viejo “quítate
tú”, que horadó el horadado prestigio de la Cuarta República, solo
que la imprudencia, impericia e ineficiencia de sus mentores que le entregó
el Poder en bandeja de plata a la revolución forajida, en esta
oportunidad compromete nada menos que la salida de la pesadilla.
Valga la aclaratoria. El
cronista no hala la brasa hacia su sardina. Iba, pero desde un año y
varios meses, no acude a los directorios de la Coordinadora. Más que por
la mala o buena conducción de esta última, nuestras inasistencias se
relacionan con cierta etapa personal de misantropía o agorafobia, vaya a
saber usted si pasajera.
Pellizcos que matan. No es fácil hacer oposición
con mecanismos democráticos a un gobierno, fascista a ratos, a ratos
izquierdista, pero a tiempo completo gamberro, desvergonzado y por si
fuese poco, presidido por un déspota cromosómico.
Los demócratas resentimos la avalancha de ilícitos
electorales perpetrados por los rectores oficialistas del CNE para
frustrar el revocatorio Presidencial. Pero hay quien insiste, que las
estratagemas se originan en cierta incapacidad de la “Coordinadora”
para contrarrestar las triquiñuelas del oficialismo.
No es verdad. Ya lo advertía Kelsen: dentro de
las dictaduras las elecciones y los plebiscitos, tienen como único
objetivo ocultar el hecho de las dictaduras y eso lo sabíamos de
antemano: el cronista, con las disculpas por mencionarnos antes que
ninguno; la dirigencia de la “Coordinadora”; los que ahora la critican
a ver si cubren plaza en la conducción del organismo; para llegar a los
casos de Jimmy Carter y la OEA, el primero con fama de bobo entre sus
compatriotas y la segunda, sin sacudirse el sambenito de llegar
puntualmente impuntual a la hora de las ejecutorias, vale decir, minutos
después de que el temible pielrroja, le ha arrancado el cuero cabelludo a
la chica de la película.
En la tragedia de venezolana, de lo que
se trata, es de matar a los pellizcos de los votos (matar en
sentido político, porque lo de “burricida” no va con nosotros) a un
borrico, resabiado, contumaz, autoritario y con sarna totalitaria más que
de carácter epidérmico. Algo que no podemos perder de vista los
venezolanos, para insistir, para rendirle culto a la tenacidad y no andar
por esos mundos de Dios, atribuyéndole culpas a quien no las tiene o por
lo menos en la medida de lo que muchos quisieran. Son tres millones 200
mil pellizcos democráticos, contantes y sonantes, sin agregar tres
millones o más, entre funcionarios públicos y gente de las barriadas que
por lo pronto se abstuvo, para no ser cesanteados o por temor a las
agresiones de los marihuaneros de los llamados Círculos Bolivarianos.
Ahora que la soga del revocatorio aprieta, no es el momento de los
fraccionalismos, sino de pisar el acelerador para entrar, de veras, al
siglo XXI.
EL ZUMO A LA NARANJA. Con sus errores y
sus aciertos, la “Coordinadora” ha conducido el proceso que nos ha
llevado a las puertas del revocatorio Presidencial.
El articulista es de los que piensan que hay que
exprimirle la última gota al zumo de la consulta popular ¿La mayoría
gobiernera del CNE, en su afán obstruccionista, exige la ratificación de
500.000 firmas? Pues igual se convoca a medio millón de firmantes, porque
sobran los venezolanos ansiosos de reiterar su voluntad de salir del
gobierno rufián ¿La chicana del organismo electoral dice que no son 500
mil, sino un millón o millón y medio? Pues igual. Aparte de la mayoría
abrumadora que se requiere para hacerla valer ante una normativa
arbitraria y acomodaticia con ello, nos jugamos el respaldo internacional,
telón de fondo de la defenestración del gañán.
Quizá, en algún momento la disidencia se puede
ver obligada al “no va más” porque las trampas del oficialismo del
CNE se hagan insoportables y tampoco es para rebajar a los firmantes al
lastimoso papel de comparsa. Es allí donde la Coordinadora necesitará un
voto de confianza. Más allá de las simpatías y de la fruición de
algunos de practicar el tiro al blanco con sus integrantes.
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