Las Podas

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En las monedas, como en ciertos seres humanos, hace falta una poda de tres, cuatro o más ceros . . .


 

El directorio del Banco Central de Venezuela, ha emitido un comunicado en donde aclara “que no se está trabajando en ninguna reforma para eliminarle tres ceros al actual cono monetario del país”. Las razones expuestas por el ente emisor, son irrebatibles. La implantación de tal clase de medidas es compleja, genera inflación, gastos elevados, además, requieren del análisis de otros efectos colaterales que pueden resultar perniciosos.  

 

Pero la “Revolución Forajida”, tiene su propia ley de Murphy,  única que se acata en Venezuela. Si las cosas pueden salir mal, pues, “que salgan pior, po’que pa’ eso, semos gobierno”. Por lo mismo, cuando la onda expansiva del aparente rumor comenzó a diluirse en la maraña de quilombos alentados desde Miraflores, léase, fraude en las regionales, supuestos desaparecidos forzados, recontrademandas por posibles ultrajes a la Fuerza Armada, besos con salivaciones a Fidel Castro, he aquí que el señor Díaz,  superintendente de Bancos hizo suya, con renovado entusiasmo, la posible poda de dígitos de nuestro signo monetario. Palabras más, palabras menos, la siguiente fue su respuesta en una entrevista que le hizo el hombre de los bigotes teñidos del canal del Estado:

- ¿Qué es un millardo? ¡No, no! Un millardo equivale a piches mil bolívares! Por eso yo decía que hay que simplificar esto de los ceros”.

Luego de semejante exhibición de solvencia en el significado exacto de las palabras, pero sobre todo de pericia en aritmética kindergarterina ¿en quién delegará el gobierno la solución de este dilema hamletiano? El doctor Maza Zavala, directivo del Banco Central, con todo y sus pergaminos, ha sido víctima de las clases de economía que le han impartido desde los “¡Alo, Presidente!” a causa de su negativa de darle rienda suelta a la francachela presupuestaria. El señor Díaz, en cambio, luego de varios escándalos en su época de director del Seniat, ha sido ascendido a Superintendente de Banco. Hechas las anteriores comparaciones en materia de vara alta bolivariana, res alios est, vale decir, la suerte está echada en la inminente mutilación de esos tres ceros, golpistas, conspiradores y quien sabe, si hasta miembros de algún plan magnicida.

El articulista suele negarle el agua y el pan al gobierno. Son pocas las buenas iniciativas que tiene y cuando las tiene, las implementa mal, sin buena fe y con desconocimiento de las elementales normas de pulcritud. Como el Banco del Pueblo, el Banco de la Mujer y las llamadas Misiones. Pésimas copias de programas exitosos en Paquistán, India y Bangladesh, pero que entre nosotros se han convertido en sinónimos de corruptelas y de extorsión política a quienes solicitan ayuda con dignidad, pero que terminan vejados como pedigüeños.

Pese a todo, como siempre hay una primera vez, en este caso apoyamos esta iniciativa de mutilación de unos ceros, excesivos, inútiles, pero sobre todo engañosos, porque uno concilia sus estados bancarios y presume de millonario y lo es, en efecto, pero de manera nominal, porque la dura realidad la constituye nuestra condición de limpios de solemnidad.

En tiempos de Guzmán, los venezolanos cometimos el error de bautizar nuestra moneda con el apellido del Libertador. Quizá, la presente es la oportunidad para enmendar el despropósito. No puede la memoria del Padre de la patria, someterse a los vaivenes de una administración tarambana. Ahora son tres, pero al mínimo descenso  del barril de petróleo, serán cuatro, cinco o más ceros de menos, para escarnio de la efigie que aparezca en el anverso de  los respectivos níqueles o billetes. El “Maisanta”, el “Boves” o cualquier otro de los bandoleros que figuran en el altar revolucionario, deberían ponerle orden a este error de numismática. Además, no es lo mismo manosear la memoria de don Simón, en medio de las conversaciones usuales en los ministerios, que decir con propiedad: “Con cuántos Boves o Maisantas  voy pegao ahí?”. Todo quedará en familia en este último caso y así ningún cadáver honorable tendrá necesidad de revolverse en su tumba.

Esta reforma necesaria, estaría incompleta si no se procede a otra poda de dígitos, tan supérfluos, como el de nuestra moneda. El generalote triborlado, por ejemplo, sin los ceros excesivos que exhibe, más por su obediencia perruna, que por su marcialidad, quedaría reducido a lo que es: un mal vendedor de patatas. El pisaverde de Comunicaciones, autoerigido en ideólogo de la información, igual. Devuelto a la universidad, nivel de pregrado, donde no fue capaz -ni siquiera- de sacar sus asignaturas de arrastre. El babieca de los domingos tampoco escaparía de esta poda numeraria: devuelto a su condición de peón alzao, de la cual no ha debido salir a no ser por unos ceros inmerecidos.

 


© 2004 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio