Los Caraqueños

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Merecemos los rumores que se tejen alrededor de nosotros . . .


ESTA SEMANA QUE CARACAS conmemora nuevo aniversario, no me queda más camino que admitir que merecemos los rumores que se tejen alrededor de nosotros. Peor aún, algunas de esas opiniones consideradas como ácidas, pecan más bien por benevolentes. A estas alturas de la crónica, me imagino que las lectoras y lectores ya lo habrán adivinado; cuando hablo de nosotros, me refiero a los caraqueños.

SINCERIDAD ANTE TODO. Estoy consciente. Tiene ciertos riesgos asumirlos en público, pero “La verdad - sentenciaba un viejo arcipreste castellano - enflaquece pero no quiebra” de modo que enfrentar, reconocer nuestros errores, puede ser el mejor regalo a la ciudad en su fecha de cumpleaños.

No es solamente en los partidos Leones-Magallanes. Después de todo, son situaciones críticas de veras, en las que la ausencia de modales tiene sus atenuantes. En grupo, por lo general, somos contraventores de la urbanidad  y buenas costumbres, incluso en circunstancias menos extremas que las de un juego de beisbol. Unicas conductas multitudinarias intachables, pero despojadas de altruismo, tintas de halar la brasa hacia nuestra sardina, interesadas, muy interesadas y por consiguiente, que no podemos abonarnos a nuestro favor: en horas picos en las estaciones del Metro para regresar a casa lo más pronto posible y en las concentraciones masivas con el propósito de enviar a cierto sujeto en vuelo expreso, directo y sin boleto de retorno para La Habana.

NO SOMOS SUIZOS. Las estadísticas tampoco mienten. Caracas, es de las ciudades más inseguras del mundo, sin contar que su tránsito automotor es también un verdadero desastre. Si no tenemos turismo y los inmigrantes que nos ayudaron a construir Venezuela han regresado en tropel a sus países de origen, la conclusión es obvia que aparte de no ser suizos, los únicos responsables de nuestro descalabros, somos los caraqueños.

Aunque pensándolo mejor, en el caso de los conductores capitalinos habría que erigirle un monumento por su moderación. Después de todo carecen de, vigeilancia vial, semáforos operativos, alumbrado público, señalamientos de tránsito, calles pavimentadas como Dios manda, sin contar con los vendedores ambulantes, recogelatas, saltimbanquis y depauperados que deambulan por los supuestos canales expresos de las autopistas. Ya quisiéramos ver la clase de energúmeno en que se transformaría un circunspecto parroquiano de Berna o de Ginebra, por mencionar los que tienen mejor fama en esta materia, de colocarse tras el volante unas horas en Caracas.

En cuanto a nuestros calumniados malandros, igual. Unos operadores comedidos del delito. La Policía de Libertador, en lugar de perseguirlos está comprobado que los protege. Nuestra tasa de criminalidad no alcanza cotas más altas, porque tengamos una política represiva o preventiva o porque el crimen no pague en la capital, sino porque nuestros hampones, toman para sí lo indispensable. Roban para vivir  y no viven para robar. El columnista duda, que entre los banqueros locales se consiga un ejemplo similar de templanza y morigeración.

MISCELANEOS. Los caraqueños somos tipos enclenques, poco saludables y por lo mismo propensos a las enfermedades. Ello explica el congestionamiento de nuestros hospitales. Por si fuese poco, hemos comenzado  a vestir mal y a oler peor. Pero nos ha dado por usar la mala situación económica y los continuos cortes de agua como pretexto.

Es notoria la incapacidad política del caraqueño. No sabemos votar y cuando lo hacemos invariablemente elegimos candidatos que precisamente por agradarles a los caraqueños, no han constituido ninguna gran cosa.

Entre mis  paisanos campea la corrupción. No puede ser de otra manera. La llamada Constitución Bolivariana pauta que el capital es sede de los Poderes Públicos. Ya podemos imaginarnos lo que significa tener por vecinos al Ministro de Finanzas, Presidencia de la República y Cadivi, entre otros despachos gubernamentales.

A los caraqueños no nos gusta el trabajo creativo. Por eso nos hemos entregado a la industria poco imaginativa de la buhonería.

Responda una pregunta ¿Sin los caraqueños, existirían los problemas de contaminación ambiental, daño ecológico, desbordamiento de quebradas, violación de las ordenanzas de arquitectura, superpoblación, proliferación de ranchos y déficit  de vivienda que asfixian nuestra capital?

En alguna oportunidad esta última fue calificada de ingobernable. Pero por lo que se vé en la llamada Revolución Bonita, hay quien piensa que sería fácil hacerlo si se acaba con los caraqueños.    

 


© 2003 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio