Aunque ciertas
personas no lo crean, todos los norteamericanos no son unos bobotes
consumidores compulsivos de goma de mascar - tipo Jimmy Carter, para
entendernos mejor. De
modo que esos negrazos venidos de La Habana, no iban a pasar por barloventeños, ni por nativos de Cariaco, por más que hubiesen
sido cedulados en los días previos al frustrado referendo revocatorio. Si
nos ajustamos a los hechos, fue innecesaria la intervención de la CIA o la
utilización de cazahuellas de última generación.
-¡Señor, señor, se le aflojó el nudo de la, de la . . .
-Ah,
de la cobbbata…
Suficiente, para la más modesta aseadora al servicio del consulado
norteamericano, repetir la misma estratagema 356 veces, para detectar igual
número de agentes del G-2 que pretendían infiltrar ese país, con la excusa
de proteger al orador estelar de la actual Asamblea General de la ONU.
TAMPOCO PARA LOS
MEDICOS. Los
lectores lo recordarán. Corrían los primeros días de 2000, acababa de
suceder el deslave del 15 de diciembre y en predios del alto gobierno
revolucionario se escuchó la siguiente advertencia:
-¿Nosotros, con esos supuestos doctores enviados de Cuba? ¡Ni de vaina, eso
es pa’l bajo perraje bolivariano!
Resulta muy difícil, ya, engañar con unas mentiras trascendentales en las
que solo creen quienes las dicen, y no siempre, como es el caso de la
supuesta fe en la medicina cubana.
Fue
cuando los entonces, ministro del Interior, presidente del parlamento
revolucionario y la Primera Dama, con la complacencia de su marido, se
marcharon al Massachussets Hospital de Boston a buscar salud. Un verdadero ¡fo!
a los supuestos doctores oriundos de la mencionada isla que fueron enviados
a Venezuela por la época.
El
cronista jamás ha oído que al alcalde Bernal, le practicaron una
intervención quirúrgica en un módulo del Barrio Adentro, ni que la última
mococó del maestro Hugo de los Reyes, haya sido atendida en un
dispensario de La Habana. Esa gente si no puede ir de clandestina a curarse
al Estados Unidos, se interna en el Hospital de Clínicas Caracas, el Centro
Médico de San Bernardino, o en la Clínica Metropolitana.
Al
contrario de los espalderos, es poco probable la nacionalidad cubana del
personal que vela por la salud del Presidente. Los médicos venezolanos han
sido vituperados, expuestos al odio público so pretexto de una falsa
insensibilidad social. Pero he aquí que a la hora de preservar la vida de
quien se tiene por insustituible, a falta de los del Primer Mundo, nada
mejor que los especialistas del patio, al extremo, que la demora en la
expedición de sus visas fue lo más determinante cuando se difirió por más de
24 horas la mencionada gira presidencial.
¿A
qué se debe, en todo caso, que siendo criollos nuestros aludidos
profesionales, hayan sido investigados por el Inmigration Service
como si se tratara de unos sicarios cubanos, cualquiera?
La
respuesta depende, no de la calidad sino con la cantidad de acompañantes que
demanda la comitiva de cierta clase de individuos. A saber: especialistas en
la administración de Ritalín con Zeconal Sódico para que a primera hora de
la mañana, el paciente dé por el arranque. Expertos, respectivamente, en
dosificaciones de Haloperidol y Litio, de modo que después de dar por el
arranque, el sujeto coja mínimo y el tic del cachete izquierdo no pase de
siete puntos en la escala de Ritcher. Gastroenterólogos y asistentes en
retortijones intestinales y del bajo vientre, para la prevención de los
efectos secundarios de un posible intento de magnicidio; todo sin contar el
numeroso contingente de poneinyecciones, supositorios, parches
porosos, ventosas y demás descubrimientos de la medicina endógena
bolivariana.
Semanas atrás alguna prensa tachó de falsas las amenazas de muerte del
reverendo Robertson. Incluso, no faltó quien dijese que todo obedecía a una
mise en scene, montada por las empresas de lobby a sueldo del propio
gobierno venezolano.
Si lo
del show es verdad, la comitiva Presidencial tendrá que agregar, además,
personal en una nueva especialidad: curación, sin anestesia, de
automagnicidios consumados.
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