Las Traducciones

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A mal castellano, peor inglés y a peor inglés más busisness según parece deducirse de esta comedia de enredos . . .


 

  Sigue el llamado lío de la traducción. El sedicente Salvador de la Humanidad en su más reciente visita a Nueva York, expresó que lamentaba la muerte de John Kenneth Galbraith, pero el Times de esa ciudad, interpretó mal la versión castellana y publicó que, según Chávez, el muerto -pero eso sí, con muy buena salud- era el profesor Chomsky, para deleite de todos los tomadores de pelo del planeta, en particular, de aquellos que no sentimos simpatía por el parlanchín jefe de Estado.

 

Ahora, el ministerio de Información les exige a los diarios venezolanos que rectifiquen el error, los aludidos no lo hacen y ello ha dado lugar a que el gobierno pague millones en desplegados, lo cual ha servido para que los vivianes de siempre se llenen los bolsillos, incluidos quienes ordenaron las dispendiosas pautas publicitarias, previo el viejo y no muy noble cuánto hay pa’ eso.

Total, que a mal castellano, peor inglés y a peor inglés más busisness según parece deducirse de esta comedia de enredos. Porque si tenemos que admitir que Chávez no dijo lo que dijeron que dijo, tampoco podemos dejar de lado que la suma de sandeces expresadas en su discurso, se prestaba a las equivocaciones y lo único claro de la perorata fue, que no ha leído ni al muerto ni al supuesto muerto, es decir, ni a Galbraith ni a Chomsky.  Una evidencia más, de dos cosas: la primera, que estamos frente a un sujeto que de un libro, apenas si ojea la solapa y que por lo tanto repite como el perico y la segunda -que más bien debería ser la primera- que en la bien llamada “robolución” bolivariana cualquier pretexto es bueno para meter mano en la Tesorería Pública.

Esto de las traducciones siempre ha sido un terreno abonado para la polémica. En los comienzos de la supuesta Quinta República, la tarea fue asumida por Rangel.

Chávez insultaba, denostaba a sus adversarios políticos y ponía como colofón a sus germanías, expresiones como aquellas de “no le pego patada a perro muerto”, “freír  cabezas” o de “darle lo suyo” a la reglamentaria. Entonces salía Rangel a sacarle las patas del barro –con las excusas a las criaturillas del Señor por la referencia- con la aclaratoria o la versión más light según la cual, los insultos no eran tales sino expresiones de cariño y que la procacidad presidencial no era por mala fe, sino cuestión de familia.

Pronto se descubrió que  en la revolución, el oficio de traductor era el segundo más viejo del mundo y de paso, muy lucrativo tenor de los ceros a la derecha que acumularon ciertas cuentas off shore. Así que, como siempre sucede, surgieron las no muy sanas rivalidades.

¿Se acuerdan de aquel eructo que dio la vuelta al mundo, porque su autor antes de cualquier otra cosa se aseguró de hacerlo frente a las cámaras de  televisión?

No era una flatulencia. Se trató de la síntesis de uno de los pensamientos más elevados del jefe de Estado, según traducción libre y simultánea de quien se considera su émulo más aprovechado.

Tascón, con su legendaria lista,  las recientes bravuconadas de Arias Cárdenas en la ONU, las tronas mentales y sentimentales de Barreto, los insultos del gordo calvo de “Venezolana de Televisión” acomplejado tras su cachuchita, lo mismo. Una competencia feroz a ver quién traduce mejor, de manera simultánea y lo más fielmente posible, los nobles sentimientos del Jefe. Todo, con tal de no verse emplazados a rectificar. El llamado “Cronista con Cara de Novio Triste” que merodea cada viernes por “El Universal”, ya lo sabe. Que siga así, que va bien. Aunque palangre gobiernera, no quita cierta clase de melancolías.

En la Revolución Forajida para ganarse la vida como traductor, no hace falta pegarle al inglés, ni al francés. Ni siquiera, saberse unas cuantas palabras en chino. Ya lo ven los lectores. Lo único que se requiere es genuflexión en cinco idiomas y saber decir ¡Yes!

 

© 2006 Derechos Reservados - Nelson "Lonpleipelúo" Ramírez