Las conmovedoras revelaciones de
estos pretendidos salvadores de la humanidad, después de una década de
silencio absoluto, han servido para conocer los detalles de un drama que
permanecía en relativo anonimato.
LOS “LOQUITOS”.
La denominada “fuerza del loco” es, quizá, una de las expresiones mas agudas
que hay que abonar a la cuenta del ingenio criollo. Es sabido que para
dominar la ira de un individuo calificado como “de metra” se necesitan, por
lo menos, diez forzudos, sin que sea relevante que el afectado por la
chaladura, tenga la talla y peso de un jockey de “La Rinconada”. En el plano
intelectual, esto de la “fuerza del loco” se manifiesta con rasgos de
excepcionalidad, desenfado, extroversión, que algunos sectores y hasta
países - para su desgracia - confunden con la genialidad y el carisma. Allí
reside la explicación del paradójico éxito de algunos lunáticos en sus
papeles de vendedores de productos milagrosos contra la calvicie, fundadores
de sectas - como el caso que comentamos - y hasta jefes de Estado.
¿Era Lundgren, un demente y por
lo mismo inimputable ante la justicia nacional e internacional?
Paul LaPlante, su abogado, defensor público del condado
de Lake, no pudo esgrimir tal alegato. Un “borderline”, apenas, le
respondieron los psiquiatras consultados. O un “loquito”, así, a secas, como
denomina nuestra sabiduría popular a semejantes sujetos fronterizos.
Lundgren, además, era todo un
revolucionario. O por lo menos de esa manera se veía sí mismo cuando a
comienzos de los 80 comenzó a fraguar una especie de golpe de Estado contra
la Iglesia mormona de su parroquia. Quienes lo conocieron en su infancia,
coinciden en que de chico, su buena memoria al recitar salmos de la Biblia,
los indujo a creer que se trataba de un superdotado. En relación con el
patriotismo, igual. Lundgren se autoproclamó campeón absoluto en la materia
al llegar a Vietnam. Claro, antes de escuchar el primer disparo. Porque una
vez en el frente de batalla, el alto mando tuvo que relevarlo a exigencia
del sargento que lo comandaba: “A ese gordinflón, me lo regresan pa’ su casa
¡ por big coolass! - algo que nos abstenemos de traducir porque no
queremos ruborizar a la lectoría.
De vuelta a Kirtland, Lundgren,
se estableció con sus pretendidos misioneros en una granja abandonada. Fue
desde allí, cuando comenzó a planificar un asalto contra el reverendo rival,
en represalia por haberlo excomulgado. Compra de rifles para el pretendido
ataque, aislamiento e intimidación a sus propios seguidores, entrenamiento
militar a estos últimos, charlas con Dios, hasta la declaratoria formal de
personificar la versión contemporánea del mismísimo Jesucristo.
Hay en esta clase de
organizaciones de fanáticos, un proceso de lavado de cerebros que recuerda
los métodos utilizados por las viejas dictaduras fascistas. Todo para
cancelar la habilidad crítica de sus integrantes, cercenar la toma
independiente de decisiones y producir obediencia perruna hacia un líder que
siempre resulta, bocón, mendaz, exaltado, cobardón, pendenciero, aficionado
a pegarle a las damas y cleptómano - tendencia ésta que Lundgren, compartía
con su retorcido segundo de a bordo. La laboriosa comunidad gay
venezolana se servirá excusarnos por la siguiente referencia. Con la misma,
de ninguna manera queremos incurrir en las odiosas generalizaciones. Pero
que no nos vengan. Esa admiración desmesurada, regalona, rochelera y
manoseadora de Lundgren, hacia cierto barbudo - nos referimos a “El Diablo” Mason - su inspirador y también perpetrador de homicidios en serie, raya en
conductas de dudosa virilidad.
EPILOGO MACABRO.
El tema de la presente crónica no es para reírse, aunque muchas veces la
locura ajena origine la carcajada. El caso Lundgren concluyó con un
asesinato en masa. Cinco de sus cófrades - tres de ellos
menores de edad - resultaron masacrados por el supuesto enviado del Cielo y
sus compinches.
Tales tragedias, nos dejan sin
saber, si son de naturaleza política, médica, religiosa o tela que cortar
para los menos ampulosos escuadrones policiales contra sectas forajidas. O
si, ante las inevitables analogías, uno, las imaginó o las soñó en la
duermevela de un programa televisivo. Al pie de la presente crónica aparece
una dirección en la red, con información que la complementa. Aquellos con
dudas como las mías pueden visitarla para que las despejen.
www.aetv.com
(programa "American Justice")
www.crimelibrary.com/notorius-murders
www.rickross.com
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