EL FANTASMA de guerra civil recorre el país entero.
Han sido más de tres años de odio. De sobredosis de las pasiones más
bajas. De exaltación de la división por parte de un malquerido
biológico y existencial, que de ninguna manera estaba capacitado desde el
punto profesional, mental y hasta ético, para asumir las delicadas
funciones que le confiamos. Ahora tal falta de precaución, se sobrepone a
las esperanzas de convivencia pacífica y solución civilizada de nuestros
conflictos.
La única actividad comercial que florece en
Venezuela es la de la venta de armas. Las únicas industrias en expansión
son las de fabricación de rejas de seguridad, de alarmas y las de
electrificación de alambradas.
Pacíficos parroquianos que jamás habían pensado
en terciarse un revolver, se agolpan en los establecimientos del ramo para
llevarse su escopeta de repetición, su Magnum, su Glock, pero sobre todo,
su buena provisión de proyectiles. Todavía peor. Padres de familia,
incluidos sus hijos menores, se han organizado en ligas de autodefensa.
En urbanizaciones de la llamada clase media y hasta
en conjuntos de apartamentos que de ninguna forma pueden catalogarse de
adinerados, el clima de violencia también se ha hecho presente.
Presidentas de juntas de condominios, en lugar de acudir al gimnasio a
ponerse más guapas o comentar el último capítulo de su telenovela
favorita, se adiestran en la fabricación de molotovs y en la colocación
de barricadas.
Ni siquiera el habitante de los llamados sectores
marginales, se siente a salvo en una confrontación fratricida. Sabe,
sencillamente, que a la hora de un sacudón, cualquier azote de barrio se
pretexto de su supuesta militancia chavista, se sentirá más
envalentonado para violar, asesinar y cometer toda clase de tropelías.
Tal es el aire enrarecido que se respira en
Venezuela. Más que de una hipotética guerrade pobres contra ricos,
sería una guerra entre pobres y más pobres,
porque desde la instalación de Chávez en Miraflores, cada venezolano ha
pagado con su propia depauperación, el estigma de haberlo investido como
jefe de Estado.
LAS SALIDAS. ¿Cuál es la única luz que se
vislumbra desde este umbral de violencia?
La remoción del presidente de la República. Su
procesamiento por homicidio, porque ante cualquier instancia judicial, por
benevolente que sea, está clara su culpabilidad por la masacre del 11/A.
Su remisión, directa, a las Colonias Móviles de El Dorado, por malversar
los billones del FIEM. Su condena por regalarle nuestro petróleo a Fidel
Castro, que lo convierte en claro perpetrador del ominoso delito de
traición a la Patria. Su declaratoria de peculador, porque se encuentra
probado, con exceso, el empleo de recursos del fisco en el financiamiento
de los llamados círculos bolivarianos. La imposición de la pena máxima
- lástima que no tengamos cadena perpetua - por haber sido sobornado por
el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, porque desde el punto de vista
técnico, un jefe de Estado en ejercicio, que recibe dinero sucio incurre
en soborno, que de ninguna manera puede disfrazarse con el artilugio de
hipotéticas contribuciones electorales.
Pero también puede ser declarado inhábil mental
por el Tribunal Supremo o removerse a través de la solicitud de enmienda
constitucional que en breve suscribirán más de dos millones de
venezolanos. Como sea. Lo que sea. Pero eso sí, cuanto antes y mediante
la activación de algún mecanismo jurídico y democrático, que impida la
conversión de Caracas en un Sarajevo y de Venezuela en un Caquetá.
EL DIA DESPUES. Los venezolanos tenemos la guardia
baja, en lo que se refiere a que cualquier lunático acceda a la Primera
Magistratura incluso, por vía electoral. Inmediatamente después de la
salida de chávez, tendremos que abocarnos a tan delicada materia.
No se trata de discriminación por razones de raza,
sexo o sector. Para Montesquieu, el principio de la democracia se
corrompe, no sólo cuando se pierde el espíritu de igualdad, sino cuando
se adopta un espíritu de igualdad extrema.
Cualquier gerente de relaciones industriales sabe de
lo que hablo. Una empresa más o menos importante, por ejemplo, dispone de
mecanismos sencillos, prácticos, respetuosos de los derechos humanos, que
la ponen a salvo de la incorporación en su nómina de individuos que,
aparte de ineptos, harían peligrar la vida del resto de los trabajadores,
de sus clientes y hasta de la misma empresa.
Ya lo tenemos dicho en artículos anteriores. Se
trata de un sujeto que no aguanta ni un encefalograma. No hay derecho que
con un elemental prueba psicotécnica nos hubiésemos evitado el presente
drama. En el futuro estamos obligados a tomar las mas elementales
precauciones para impedir que estos fenómenos se repitan.
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