De cualquier manera ¿es,
en última instancia el señor Chávez, responsable directo de los posibles
desaguisados de sus ministros, presidentes de institutos autónomos y
empresas del Estado e incluso, responsable por la mala praxis de
funcionarios que se suponen autónomos, como el Fiscal, el Contralor,
magistrados del Tribunal Supremo, diputados a la Asamblea Nacional y
rectores del Consejo Nacional Electoral? Antes de responderlo, se imponen
las acotaciones del caso.
LA ESPERANZA. En realidad, no
es la primera vez que escuchamos similares consejas. Aquí, en otras
latitudes; hoy, y en distintas épocas de la historia. “Pobre Presidente, no
sabe de lo que son capaces sus ministros”. O las que siguen: “El Presidente
no es tan malo, malos son los que lo rodean”. “A él, lo engañan hasta sus
colaboradores mas fieles”.
Mentiras piadosas que
se inventa el ser humano para sobrellevar sus tragedias, que igual conducen
a un enfermo terminal a recetarse con un brujo, que alimentan la esperanza
que la desgracia de un pueblo, se debe al abuso de unos cuantos burócratas
de menor rango y no a la delincuencia estructural de un gobierno gamberro.
Pero además, esta el
instinto de conservación que aconseja, que cuando se va a cuestionar a un
alto funcionario, se ponga a salvo al jefe supremo. “¡ El ministro Mogollón,
es un bandido, un cafre, un zafio, un verdadero azote de barrio, pero su
acción mas que perjudicarme a mi - que sería lo de menos - ha traicionado la
confianza que le depositó nuestro muy queridísimo señor presidente de la
República!”.
Visto, lo poco fiable que resulta la
aparente paradoja entre la incivilidad de un gobierno y la supuesta
confianza que merece la persona que lo encabeza, entramos propiamente en
materia. Nos referimos al asunto de cuando opera la responsabilidad directa
de un jefe de Estado por las tropelías de sus subalternos.
Algo que asumimos, de manera
general y sin ningún
señalamiento
específico,
porque cualquier ejemplo contenido en el presente artículo,
es producto de nuestra imaginación
de modo que si existe alguna coincidencia es producto de la casualidad.
EL LENGUAJE CRIPTICO.
El primero, quizá, en
escribir sobre la materia, fue Sun Tzu. Según el legendario teórico de la
guerra, el deber inicial de todo comandante, es asegurar que sus
subordinados se conduzcan con un mínimo de civilidad.
Hoy en día, en períodos
de paz, basta la prexistencia de lo que se denomina política de Estado en la
perpetración, para que un Presidente o alguno de sus ministros o altos
funcionarios, resulten imputables por las acciones directas de sus
funcionarios. Para épocas de conflagración, se ha utilizado un criterio mas
específico. Nos referimos al “conocimiento que debe tener todo comandante de
las acciones de su tropa”. Según esto último, si el superior falla en estar
enterado de tal clase de actividades, no podrá exonerarse alegando
ignorancia, ni desacato a sus órdenes específicas.
Cuentan que durante la
tiranía de Rafael Leonidas “Chapita” Trujillo, este último se hallaba
jugando una partida de dominó, con tres de sus secuaces. De pronto, alguien
hizo referencia a las andanzas de un tal Romerito, enemigo del régimen.
-¿Romerito? -
preguntó el sátrapa, haciéndose el desententido - caramba, yo creía que
Romerito estaba muerto.
Todo, para que al día
siguiente, el pobre Romerito fuese a dar a la morgue.
La interpretación de
los mensajes crípticos ha sido, siempre, uno de los mayores quebraderos de
cabeza de los funcionarios obsecuentes. Sobre todo, porque el acierto o la
equivocación no se mide por el tino en adivinar los pensamientos del jefe,
sino de acuerdo con los resultados, de modo que lo que comienza en gracia no
termine, resultando en morisqueta, a causa del afán desmedido de adular.
- ¿Y acaso no me
ordenaron que insultara a los alcaldes Lopez y Capriles Radonsky en el
Consejo de Planificación?
- Que los
insultaras, no, Barreto; que los “invitaras” al Consejo de Planificación.
Total, que para la
próxima mas le vale pedir las instrucciones por escrito.
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