La Otra Tormenta

Principal   En El Universal    Cosas de Julián   El Articulista   Contact

 

Principal
DIARIO 2001
Comunismo y Gerundio
¡Plomo al hampa! Bolivariano
O comunismo o libertad
La Noche que mataron a Brito
Hijos de la Cuarta República
Se van las Colombianas
Lombrosianos y Política
Urosa y cierto comunista
La Operacion Chávez Abarca
Ramírez y Leocenis García
Abogados:Nada que Celebrar
Franklin Brito
Justicia de gorgojo
Magnicidios y Magnicidas
Juridificación Política
Las Milicias, salvarán la Patria
Las Odiosas Comparaciones
Tribunal Supremo de Justicia
A quien no voy en el Mundial
Alvarez Paz
Presidentes Bandoleros y Alcaldes
La Totonataria
Al Sr.Jorge Rodriguez
La Contrarrevolucionaria Arepa
Una Victoria de Butifarra
Duro de Matar
Tronas y Megatronas
El Rey de Tonga
Pagar Viudez
Papa (bolivariano) Habemus
Abogados:Poco que celebrar
Matar Gatos
El Propio Ministerio
La Cruzada de los Abogados
La Narcocomputadora
Circo, enanos y payasos
Mas Secesionista será Usted
La Plancha Salvadora
Prohibida la palabra Loco
La Maleta de Pandora
¿ Loco?
Estimado Juan Carlos II
Su hallaca en Miraflores
Horror Gamberro
En"El Universal"
En "La Razón"
En "El Nacional"
Cañón corto
Desempatarse
El Pimentón
Incensurable
La cadena
La partida
Llegar a Viejo
Llegar a Vieja
Pensando en Exiliarme
El Articulista
CONTACTO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A la tormenta a causa de las lluvias durante la pasada temporada de Carnaval, se debe agregar la tormenta de accidentes viales que ocurren . . .


 

 

 

 

 

 

 

Contabilizamos estos días los muertos y damnificados que se ha llevado o nos ha traído el deslave de la miseria. Pero también son necesarios algunos párrafos sobre la riada de imprudencia e inmoderación. Me refiero a la cifra de los siniestros de carreteras en cifras, según la crónica roja.

Las tormentas son los dragones del tercer mundo que siempre devoran a los pobres. Nunca hemos visto un banquero o un megamillonario subido al tejado de su casa, mientras las aguas desbordadas ponen a flote sus consolas Luis XIV o sus bonos del Tesoro Público. Pero en estos Carnavales, a la tragedia causa de la naturaleza desbordada, se tiene que sumar el consabido saldo de muertos y mutilados en accidentes viales, igualadores y democráticos, porque lo mismo golpean al propietario de un “Rolls”, que al pasajero del autobús.   

EL OTRO HURACAN. Camino por mi barrio, armado con un paraguas para comprar los diarios y gloso con doña Maritza, mi quiosquera impar, las tragedias del tránsito automotor. Según “El Universal” durante la pasada temporada de Carnaval, cada cuatro minutos hubo en Venezuela una colisión de automóviles. Uno se refugia en su procesador de palabras, como un residente de Carmen de Uria o de Punta de Mulatos, se refugia cada cierto tiempo, en su palangana convertida en balsa.

Si se consideran las mencionadas estadísticas, yo mismo, en los ocho minutos que tengo escribiendo esta crónica ya me he salvado dos veces de perecer arrollado por una furgoneta, por un motorizado beodo o por alguno de esos imbéciles que se distraen mientras conducen porque están muy ocupados hablando a través de su teléfono celular. Es el otro huracán. La otra tormenta de impunidad y permisividad en la carretera. El de las riquezas de las multinacionales del automóvil, que cada vez nos obligan a comprar más coches y los construyen innecesariamente rápidos y más peligrosos. Esto, para que se consuelen mis hermanos de Vargas, Miranda, Caracas, que habitan construcciones precarias, a merced del primer chaparrón.

MORIR EN LA VIA. Los accidentes de tránsito, son la tercera causa de muerte en nuestro país, después del cáncer y las enfermedades cardiovasculares. Por si fuese poco, constituyen el primer motivo de mortalidad en la población entre los 15 y los 44 años. En el ámbito interamericano, Venezuela ocupa el quinto lugar por muertes en tal clase de accidentes y a escala mundial disputamos el dudoso honor de aparecer en el décimo puesto. En un país donde fruto del populismo más ramplón, se ha impuesto la anarquía y cada cual hace lo que le parece, era de esperar que el alcohol y el exceso de velocidad estuviesen presentes en el 90% de tales siniestros. De donde sale que a los venezolanos, si no nos agarra el sin nariz del río centelleante de un borrachín a 100 o más kilómetros por hora, no nos pela el sin nariz de las orillas desbordantes de nuestras vaguadas, sin otra defensa que el azar y la casualidad.

Pese a la profusión de cuadros estadísticos, gráficos de torta y demás contabilizaciones de muertos y damnificados por ambos flagelos, existe un elemento común que afila las mediciones. Nos referimos a la ineficiencia y muchas veces corrupción de los entes supuestos a prevenir dichas tragedias. En los últimos años, ha sido decretada la creación del rimbombante, pero inoperante de un todo, Registro Nacional de Accidentes Viales, así como la Comisión Interministerial de la Seguridad Vial (Ciapev). Aparte de organizar aniversarios y festejos conmemorativos, pocos han sido los esfuerzos de dichos organismos para escaparse del mote de elefantes blancos.

En cuanto a la prevención de tragedias a causa de las lluvias, jamás se asaltó el patrimonio público, como con motivo del deslave en el Estado Vargas ocurrido en 1999, por nombrar el ejemplo más repugnante. Allí la socorrida emergencia para evadir los controles elementales, fue de la mano con la más obscena ejecución de hipotéticos  movimientos de tierra, verdadero bocatto di cardinale, a la hora de expoliar la Tesorería Pública, porque una vez ejecutado el supuesto acarreo es casi imposible detectar el fraude y la sobrefacturación. El clamor público, sobre la colusión de un contratista valido del régimen de origen italiano - que pudo haber sido de origen chino, esquimal o venezolano - con autoridades estadales, ruborizarían al más desenfrenado contratista de la época perezjimenera.

Total que cualquiera que sea la causa, en Venezuela nos aguarda la muerte en cada esquina. Un país donde me levanto joven pero me acuesto como sobreviviente.

 


© 2005 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio