Del
origen espurio de ese próximo parlamento, no se levantó acta el pasado
cuatro de diciembre. En realidad, ocurrió hace un par de meses, en el acto
de presentación de los entonces candidatos, celebrado en el complejo Teresa
Carreño.
¿Cuál fue el factor
decisivo para ocupar un puesto salidor en las planchas postuladas por el
oficialismo? Algo que abochornaría a cualquier funcionario de elección
popular. Nos referimos al dedote zurdo del señor Chávez, quien en el
mencionado evento se jactó de haber ungido o defenestrado a los aspirantes a
la próxima legislatura, según su lupa, su tomógrafo o sus puntadas, vaya a
saber en cuál oquedad de su organismo. Todo con tal del “no va más” de
alguno de sus ex partidarios que lo miró feo o no fue lo suficientemente
genuflexo. Ya saben el tipo de obediencia perruna que deben guardar los
diputados noveles, si es que quieren repetir en una eventual reelección.
PARLAMENTARISMO BOLIVARIANO.
De cualquier forma, tales, serán los bueyes que tendremos y con éllos,
tendremos que arar. Sus cinco años completos. O tres, dos, o menos. Porque,
uno, nunca sabe hasta dónde le dará el cuero a su jefe y en qué parte del
período constitucional perecerá devorado por, sus tronas mentales o
sentimentales, por la basura, la corrupción, la mala leche de mister
Bronwfield, por el hampa, los arrumacos con Fidel Castro o por el caos a
causa de los derrumbes de la Caracas-La Guaira, la Regional del Centro, la
Panamericana y la autopista de Oriente (si esta última colapsa, seguro que
la rebautiza con el nombre de “Rómulo Betancourt”).
Vistos los antecedentes
del caso, no hay que ser muy zahorí, para suponer qué tipo de actividad
prevalecerá en el Capitolio Federal a partir del próximo enero.
En lo que respecta a la
aprobación de leyes, informes de contraloría e incluso, en la posible
modificación de la Constitución, regirá el viejo y no tan noble voto
sobaquero, que lo mismo sirve para una indulgencia plenaria por cohecho en
la administración pública, que para la pretendida perpetuación presidencial
en el Poder, mediante la sucesivas reelecciones organizadas por “su” CNE de
confianza.
Pero no todo será paz y
tranquilidad, entre los integrantes que conformarán la bancada oficialista.
No nos referimos a aquella especie, en vías de extinción, de diputados
respondones y de malas pulgas, que alguna vez animaron las barras del
hemiciclo. Ahora, para hacer carrera parlamentaria, el instrumental, será
diferente.
¿Podrá, mes tras mes,
el diputado Maduro, denunciar la enésima invasión de Bush o el bimestral
magnicidio frustrado? ¿Y la llamada Fosforito, tendrá licencia para sus
periódicas pataletas, que no hacen más que poner al descubierto que a la
hora de la repartición de neuronas, no llegó o llegó demasiado tarde?
Las nuevas tareas
legislativas demandarán más imaginación y sutileza. Ya no será cuento de
silenciar las bancadas opositoras, con los cabillazos estatutarios y no
estatutarios, sino de la sana competencia entre los mismos revolucionarios,
aquello de ponerse más querendones.
No es cualquier cosa,
si tomamos en cuenta que en esta carrera, parlamentaria y no parlamentaria,
por la supervivencia participan verdaderos maestros. El anciano retorcido y
malamañoso, que se mueve con contorsiones de gata cada vez que se habla con
su jefe. El señor Fiscal, con su ley del embudo. El consabido negrito que
ríe, a comillo pelado, los chistes malos en los “Alo, Presidente”.
No dejan de ser
métodos artesanales y hasta elementales. Por lo mismo, corresponderá a la
nueva legislatura, la incorporación de herramientas de cuarta o quinta
generación en la materia. Que se arrodillen, que si quieren, hasta que se
arrastren, pero que por lo menos no despierten tanta vergüenza ajena.
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