Según los gurúes en la
materia, cada ciudadano, dedica un máximo de diez minutos a la semana a leer
y analizar la propaganda de los candidatos. De allí que si éstos se pierden
en una maraña de promesas de diferente naturaleza, los votantes se quedarán
sin saber cual es, en realidad, lo que le ofrece determinado aspirante.
Rosales, ha centrado su
campaña en el compromiso que gobernará, sin discriminaciones de ningún tipo,
para 26 millones de venezolanos y que a las clases depauperadas, le otorgará
la tarjeta “Mi Negra”. Buena o mala, he allí su oferta. De modo que sus
simpatizantes y también los indecisos, ya saben a qué atenerse, a menos que
cuando llegue a Miraflores, haga caso omiso a la palabra empeñada.
Para
los partidarios de Chávez, la cosa no se pone tan fácil. Si el candidato,
ese día se levanta se despierta querendón, porque soñó con Fidel Castro, nos
sale con aquella ridiculez que lo poco o mucho que ha hecho en su vida lo ha
hecho por amor. Por el contrario, si le vino la mensual -o menstrual-
amenaza y habla de divisiones o batallones para hacer tierra rasa con sus
adversarios. O peor, pela por listas como las de Tascón, Maisanta, de modo
de amenazar de intimidar con el verdadero appartheid político impuesto por
su gobierno.
Otro caso que se presta
a los malos entendidos, en la presente campaña electoral, ha sido la
reacción del gobierno con motivo del incidente de Telesur. En la vecina
Colombia, detuvieron a un fotógrafo de dicha televisora acusado terrorista y
de inmediato unos de los burócratas al frente del aparato publicitario del
candidato-presidente anunció que acudirían ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, para que tutelar las garantías procesales del preso ¿Y
no habíamos quedado, que según la “robolución” el mencionado organismo
multilateral era un instrumento de Bush y, por consiguiente, Chávez se lo
pasaba por donde espalda pierde su decente nombre, en particular si se
pretendía proteger a periodistas venezolanos?
Sin embargo, la madre
de las confusiones en la guerra de remitidos, desplegados y spots
publicitarios, con cara al cuatro de diciembre, ha sido la anunciada batalla
contra el capitalismo. Los simpatizantes del oficialismo se miran las caras
y no saben qué hacer, porque tal consigna lejos de la sencillez, que hizo
célebre el “It’s the economy, stupid” referdio al comienzo, lo que
produce son sentimientos encontrados.
- ¿La lucha
contra el capitalismo? – se pregunta la gente llana del chavismo. Pero esos
humildes militantes, se quedan sin saber si tal batalla es contra individuos
como Bush, Bill Gates y demás ricachones tradicionales o la supuesta cruzada
es sincera en cuyo caso tendrían que meter en el mismo saco a
multimillonarios, tan o más buchones que los anteriores. A saber: “El
Arrodillao” Rangel, Jorge “Audi” Rodríguez, “El hombre de los Ojos Verdes”,
“El Canciller Autobusero”, “La Gorda” Barreto, el banquero Arné, y el propio
Padre, Madre y Espíritu Santo de la Revolución, que ha hecho suyos los
ternos Brioni, los relojes Cartier, los calzoncillos Dulce
& Gabana, los viajes VIP en el Comedólares y demás emblemas de la
riqueza peor habida, en estos casos.
¿Lucha contra el
capitalismo? –como reza una pancarta gobiernera.
Fue cuando una nutrida
representación del Gabinete Ejecutivo protestó. Ellos prefieron un slogan
único más específico que promueva el anhelo más caro del alto gobierno
robolucionario: “¡ Es la corrupción, estúpido!”.
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