- Ya, conmigo, perderían el tiempo porque nuestra
revolución ha avanzado demasiado. Pero ¿y “él”?… – expresó Castro, mientras
depositaba sus angustias, en quien según sus predicciones, será el
destinatario de las próximas 600 intentonas de la eficientísima Agencia.
LOS ATENTADOS QUE ESTUVIERON MAS CERCA. El primero
en autorizar el exterminio de Fidel, fue el viejo Einsenhower. Ocurrió al
final del mandato de este último (“como sea pero que sea, a mi no vengan
a confundir con detallitos”). Anthony Applesmith, un duro de las
operaciones sucias, fue el seleccionado para hacer un limpio trabajo. Luego
de un riguroso entrenamiento el mercenario fue lanzado en paracaídas sobre
La Habana. Pero cosas del destino. A causa de un ventarrón, en lugar de
aterrizar en Varadero o en el Malecón, Appelsmith vino a tocar tierra en
Caracas, donde casó con venezolana, se hizo miembro de “Venachamb” y de
inmisericorde sicario mutó en pacífico, pero sobre todo, próspero importador
de condones y píldoras anticonceptivas que en ese entonces comenzaban a
constituir moda. Las recientes revelaciones aseguran que ni siquiera
Einsenhower se enteró del fiasco. Hasta sus últimos días, la CIA le hizo
creer que Castro era hombre muerto y que el barbudo que fusilaba a diestra y
siniestra era un doble - algo parecido al original - al servicio del Tío Sam.
La invasión de “Bahía de Cochinos” fracasó porque
la “Central Inteligence Agency”, infalible como en los restantes 599
atentados, le garantizó a Kennedy que los cubanos de la isla se sublevarían
apenas se enterasen del desembarco. JFK fue muy cuestionado por perder
tantas vidas. Lo que jamás perdió fue su buen humor. Después del descalabro,
cada medianoche llamaba a casa del director de la citada agencia, lo
levantaba de la cama, le susurraba: “¡Cochi-cochi-cochi!” y le tiraba
el teléfono.
Richard Nixon, un hombre práctico antes que todo,
decidió que era hora de buscar verdaderos profesionales. Convocó a los
representantes de la CIA, pero acompañados de varios jefes de la mafia. En
las célebres cintas, se escucha la carrasposa voz de Dicky-tricky, dando a
los matones las instrucciones de rigor:
-Ustedes que son bien (censurado) se
van para esa (censurado), me (censurado) a ese
(censurado) y si fallan (censurado) los (censurado).
Tres de los miembros más letales de la Cosa
Nostra, tomaron a su cargo la operación pero se cometió el error de
abonarle viáticos a razón de cien dólares por noche, por lo que los
mercenarios en lugar de proceder a la brevedad del caso, se dedicaron a
pasarlo gordo con el enjambre de jineteras que pululan en La Habana, fruto
del progreso y las oportunidades de empleo que ofrece la revolución. Total,
que la CIA tuvo que reasumir el proyecto. En cuanto a los pistoleros, fueron
cesanteados por sus capos en tres bloques de cemento, que hoy reposan
en algún rascacielos de New York.
EL VERDADERO SOSPECHOSO. Lo sabe cualquier
investigador. El sospechoso de un delito - desde magnicidio hasta los
cuentos chinos - es quien se beneficia del mismo. El mejor guardaespaldas de
un candidato a sufrir 600 hipotéticos complots es, precisamente, quien ha
salido ileso de 600 hipotéticos complots. Lo decimos más allá del carácter
asustadizo del presunto objetivo, pues es asunto de know how o
tecnología que se cobra con petróleo.
Le auguramos muchos años de vida a la hipotética
víctima, aunque durante todo ese tiempo se convierta en prisionero de los
anillos de seguridad colocados por su supuesto protector.
- ¿Quiere un audiencia con el señor Presidente? A
ver, diga cobbata.
- Corbata.
Y así, cualquiera engrosa la lista de sospechosos
de los próximos 600 atentados, y además, de ser agente de la CIA
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