¡La CIA nos invade!

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El misterio de la aparente invasión de Venezuela, por parte de agentes de la CIA . . .


LOS CINEFILOS, recordamos una escena del “Dr. No”. Bond empuña una botella para enfrentar a Joseph Wiseman, que en la película encarna al villano:

- Le advierto, señor Bond, que esa es una Dom Perignon 55. Sería una lástima que usted vaya a romperla

El Agente 007, un verdadero duro del espionaje pero antes que todo un gentleman, le replica:

- Prefiero las del año 53.

 

Alguna obra de John Carré, también le da glamour a los éxitos y descalabros del servicio secreto de la Corona. Como el caso de sir Anthony Blunt, un espía perdonado por la propia clase que ayudó traicionar.

Desde  la Segunda Guerra Mundial, cuando la llamada contrainteligencia británica reclutó los mejores cerebros, se forjó la ilusión de la guerra como un juego intelectual. Una perfecta ocupación para caballeros que aparte del cine, sirvió de veta literaria para escritores como Graham Greene, Deighton y el propio Carré. Allí, los agentes al servicio de Su Majestad, desfilan como los últimos guerreros de un imperio inexistente. Ridículos y nobles al mismo tiempo. Igual que aquellos soldados japoneses que alguna que otra vez emergían, armados hasta los dientes, de las penumbras de una remota isla del Pacífico, sin saber que la paz tenía 40 años de acordada.

Cuando Blunt fue desesmascarado, era curador de un real colegio de arte y además, sir. Con el escándalo, perdió el título y posiblemente el empleo. Pero el establishment consideró innecesarias medidas adicionales en su contra. La vergüenza era suficiente castigo para quien se tenía a sí mismo, como un templario del siglo XX.

Los venezolanos, alguna vez pudimos acceder a las grandes ligas de ese submundo romántico. Ocurrió en tiempos del 4,30.

- Mis honorarios en, francos suizos, en bolívares o en cualquier otra moneda dura – demandaba algún archienemigo de la humanidad en otra de las películas protagonizadas por Sean Connery.

LOS PUENTES DE LA CIA. Más que una violación a nuestra soberanía, la presencia de agentes de la CÍA en el país y su presunta planificación en la voladura de puentes, denunciada por diputados oficialistas, constituye un irrespeto a nuestra calidad de nación del tercer milenio.

¿Envió la tenebrosa agencia norteamericana a Iraq o Afganistán una avanzada de agentes para saber que Bin Laden traficaba con drogas o que Saddam Husseim, genocida contumaz, tiene amistades en los bajos fondos de la política latinoamericana?

Era algo inoficioso. Hoy lo que prevalece es el espionaje cibernético. Existe en alguna estepa australiana - por no nombrar sino ese solo ejemplo - un sofisticado centro mundial de escuchas telefónicas e intercepción de comunicaciones, que ha relegado a los espías de carne y hueso a la condición de piezas de museo.

Un negrazo de esos que forma parte de los tantos anillos de seguridad del presidente Chávez, no ha terminado de pronunciar la palabra “cobbata” y ya. La contrainteligencia norteamericana detecta desde un satélite que transmite directo a Sidney, que se trata de uno de los tantos sujetos que vino a Venezuela haciéndose pasar por médico, alfabetizador o entrenador de beisbol.

Con las cuentas bancarias off shore ocurre más o menos lo mismo. El recontraespionaje de Estados Unidos tiene una súpercomputadora con olfato canino. Además, no es fácil esconder en un paraíso fiscal, el producto de los expolios de Pdvsa, de los bonos de la deuda pública y del plan Robinson, donde de los 100 dólares por alfabetizado, mas de 50 van a parar a Suiza.

ESPIONAJE A LA VENEZOLANA. Quizá ustedes la saben. Pero no está de más recordarla. Me refiero a la anécdota del espía Salazar.

Un integrante de la CIA o de la legendaria KGB - lo mismo da - aterriza en Margarita. El hombre llega de shorts, gafas de sol y una camisa chillona que le da toda la apariencia de turista inocente. Apenas toca tierra, le pregunta al primer “ñero” que se consigue por “mister” Salazar. El margariteño, se rasca la cabeza, pasa revista a los millares de Salazar que hay en la isla y después de analizar al viajero concluye en lo siguiente:

- ¡Ah! Usted debe ser quien anda buscando a Salazar, el espía...

Para emplear el tópico. Creemos que los diputados denunciantes de la presencia de agentes de la CIA han sido sorprendidos en su buena fe.

El espía es un especimen en vía de extinción. Aparte de todo, este es un país poco propicio para la realización de trabajos secretos, porque está visto que los venezolanos no sabemos guardar ninguno.

Además ¿a quién se le ocurre que hace falta traer un musiú para volar puentes? Si se están cayendo todos en el país por falta de mantenimiento. Sobre todo ahora,  que a la Quinta República con el asunto del revocatorio, le ha dado por raspar la olla.

 


© 2003 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio