Alguna
obra
de John Carré, también le da glamour a los éxitos y descalabros
del servicio secreto de la Corona. Como el caso de sir Anthony Blunt, un
espía perdonado por la propia clase que ayudó traicionar.
Desde
la
Segunda Guerra Mundial, cuando la llamada contrainteligencia británica
reclutó los mejores cerebros, se forjó la ilusión de la guerra como un
juego intelectual. Una perfecta ocupación para caballeros que aparte del
cine, sirvió de veta literaria para escritores como Graham Greene,
Deighton y el propio Carré. Allí, los agentes al servicio de Su
Majestad, desfilan como los últimos guerreros de un imperio inexistente.
Ridículos y nobles al mismo tiempo. Igual que aquellos soldados japoneses
que alguna que otra vez emergían, armados hasta los dientes, de las
penumbras de una remota isla del Pacífico, sin saber que la paz tenía 40
años de acordada.
Cuando
Blunt
fue desesmascarado, era curador de un real colegio de arte y además, sir.
Con el escándalo, perdió el título y posiblemente el empleo. Pero el establishment
consideró innecesarias medidas adicionales en su contra. La vergüenza
era suficiente castigo para quien se tenía a sí mismo, como un templario
del siglo XX.
Los
venezolanos,
alguna vez pudimos acceder a las grandes ligas de ese submundo romántico.
Ocurrió en tiempos del 4,30.
-
Mis honorarios en, francos suizos, en bolívares o en cualquier
otra moneda dura – demandaba algún archienemigo de la humanidad en otra
de las películas protagonizadas por Sean Connery.
LOS PUENTES DE LA CIA. Más
que una violación a nuestra soberanía, la presencia de agentes de la CÍA
en el país y su presunta planificación en la voladura de puentes,
denunciada por diputados oficialistas, constituye un irrespeto a nuestra
calidad de nación del tercer milenio.
¿Envió
la tenebrosa agencia norteamericana a Iraq o Afganistán una avanzada de
agentes para saber que Bin Laden traficaba con drogas o que Saddam
Husseim, genocida contumaz, tiene amistades en los bajos fondos de la política
latinoamericana?
Era
algo
inoficioso. Hoy lo que prevalece es el espionaje cibernético. Existe en
alguna estepa australiana - por no nombrar sino ese solo ejemplo - un
sofisticado centro mundial de escuchas telefónicas e intercepción de
comunicaciones, que ha relegado a los espías de carne y hueso a la
condición de piezas de museo.
Un
negrazo de esos que forma parte de los tantos anillos de seguridad del
presidente Chávez, no ha terminado de pronunciar la palabra “cobbata”
y ya. La contrainteligencia norteamericana detecta desde un satélite que
transmite directo a Sidney, que se trata de uno de los tantos sujetos que
vino a Venezuela haciéndose pasar por médico, alfabetizador o entrenador
de beisbol.
Con
las cuentas bancarias off shore ocurre más o menos lo mismo. El
recontraespionaje de Estados Unidos tiene una súpercomputadora con olfato
canino. Además, no es fácil esconder en un paraíso fiscal, el producto
de los expolios de Pdvsa, de los bonos de la deuda pública y del plan
Robinson, donde de los 100 dólares por alfabetizado, mas de 50 van a
parar a Suiza.
ESPIONAJE
A LA VENEZOLANA. Quizá ustedes la saben. Pero no
está de más recordarla. Me refiero a la anécdota del espía Salazar.
Un
integrante de la CIA o de la legendaria KGB - lo mismo da - aterriza en
Margarita. El hombre llega de shorts, gafas de sol y una camisa
chillona que le da toda la apariencia de turista inocente. Apenas toca
tierra, le pregunta al primer “ñero” que se consigue por “mister”
Salazar. El margariteño, se rasca la cabeza, pasa revista a los
millares de Salazar que hay en la isla y después de analizar al viajero
concluye en lo siguiente:
-
¡Ah! Usted debe ser quien anda buscando a Salazar, el espía...
Para
emplear el tópico. Creemos que los diputados denunciantes de la presencia
de agentes de la CIA han sido sorprendidos en su buena fe.
El
espía es un especimen en vía de extinción. Aparte de todo, este es un país
poco propicio para la realización de trabajos secretos, porque está
visto que los venezolanos no sabemos guardar ninguno.
Además
¿a
quién se le ocurre que hace falta traer un musiú para volar puentes? Si
se están cayendo todos en el país por falta de mantenimiento. Sobre todo
ahora, que a la Quinta República
con el asunto del revocatorio, le ha dado por raspar la olla.
|