Cuando Chávez, como Presidente electo, anunció el
nombre de su ministro de Relaciones Exteriores, muchos suspiraron con
esperanza. Estaban recientes las consejas de ciertos opinadores, sobre
alguna clase de chaladura del nuevo jefe de Estado, que aunque no lo
calificaba como de manicomio, colocaba al país a merced de un fronterizo
que, según parece, no aguanta ni un encefalograma.
Pero había mas, aparte de su condición de periodista
prestigioso. Rangel durante la década difícil del 60 había sido un
activista en pro de los derechos humanos. Un pionero, en lo que a esa
materia se refiere. Su presencia en el gabinete era una garantía. Después
de todo, la campaña electoral había culminado con la promesa del
candidato ganador, de freir cabezas, adecas, copeyanas, de adversarios en
general y vaya a saber usted, si cuando un hombre amenaza de esa manera,
lo hace por el calor de la tribuna pública, porque tiene una espora de
antrax en las neuronas o porque cree de buena fé que el aceite hirviendo
es el mejor lubricante para la convivencia civilizada.
La transferencia de culpas. Los venezolanos,
tenemos un tanto atrofiado el sentido de responsabilidad. Nos desagrada
aceptar las culpas, individuales o colectivas, de la misma forma que
tenemos la tendencia de endosar muchos de nuestros compromisos
importantes.
El providencialismo, con su carga de esperarlo todo de
un elegido de Dios, es una de las manifestaciones de este flagelo. Lo es
también, el linchamiento injusto y sin mesura del supuesto enviado una vez
que se constata que es un humano corriente y moliente. Pero ocurre también
con otros, que sin haberse arrogado la condición de seres providenciales,
reciben la nada grata escogencia de oficiar de cirineos de los despropósitos
ajenos. Es el clásico paga culpas o el paga otra cosa, para no redondear
la frase un tanto pasada de tono, que desde tiempos de la colonia resume
esta tendencia tan venezolana.
Me hacía las anteriores reflexiones, ahora que algunos
opositores al gobierno - y de partidarios también - les ha dado por
practicar el tiro al blanco, con el ex Canciller, hoy ministro de la
Defensa.
Claro, es muy fácil decirlo. Rangel es el culpable.
Para el generalote, que entró en exquisiteces jurídicas en relación con
el caso de Ilich Ramirez, por ejemplo; y comienzo con gente afecta al
gobierno:
A ver, señor generalote, si es usted guapo de veras.
Si, además, su sensibilidad contra el terrorismo es tan extrema ¿porqué
no hizo iguales acotaciones, cuando el Presidente, en una de sus noches de
insominio, se sentó en la máquina de escribir, se fumó su Belmont con
filtro, o su lumpia, y le mandó al mismísimo Ilich Ramírez la carta que
ha dado la vuelta al mundo? Mas subsanable todavia, general ¿Porqué no
aprovecha ahora que está mas familiarizado con la materia y hace un
pronunciamiento en relación con la fulana carta que nos expuso al ridículo
planetario?
A Chávez, no lo eligió Rangel. Con esto pasamos a
ocuparnos de las culpas que pretende atribuirle determinada disidencia.
Habrá hecho alguna cruzadilla por ahí, mas o menos velada, con cara de
yo-no-fuí y su sonrisa de medio lado, en apoyo del hoy Presidente. Pero
¿cuántos votos pudo sumar si no los pudo conseguir para sí mismo, en sus
tres o cuatro candidaturas para la jefatura de Estado?
Ministro, no superman. Aparte de todo, Rangel
ejerce el cargo de ministro. Reviso mi viejo diccionario Latino-Español,
Español-Latino, Spes y Box, prólogo de García de Diego, para dar con la
etimología del término: Minister-tri: que sirve, que ayuda, que
ministra; criado, secretario, ayuda de cámara. En parte alguna ministro
significa enfermero, aya, nodriza, salvador de la patria o loquero y
llegamos a las comparaciones, siempre odiosas: Rangel es un funcionario
leal, inteligente, dedicado. Pero carece en lo absoluto de los atributos
de una funcionaria como la señora Ibañez, ¿por qué demandarle,
entonces, potencialidades de un supermn o mas concretamente de una
superchica?
Algunas castañas del fuego le ha sacado una y otra vez
a su jefe. Pero ciertos admiradores de otro tiempo, se han constituído
ahora en sus detractores recalcitrantes. Sencillamente exigen mas de lo
que puede proveer un cargo de ministro. Aparte que los electores,
venezolanos al fin, se niegan a aceptar que fueron ellos, no Rangel,
quienes metieron al pais en el butrón donde nos encontramos ahora.
Total, que con su incorporacion al gabinete, Rangel ha
arriesgado su bien ganado prestigio por tantos años, su tranquilidad,
aparte que se ha perdido, de manera temporal esperamos, un excelente
comunicador y eso tampoco es justo. Manda pa’l carajo a ese loco, José
Vicente.
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