Imitar al Amo

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Según el articulista, el nuevo método de adular en tiempos de la revolución bolivariana . . .


 

 

Como toda actividad industriosa, “jalarmecate”, también tiene su tecnología. Es sabido que Pérez Jiménez, por sí mismo, prefería constatar el avance de las construcciones de su régimen. En una de sus inspecciones a las obras de la avenida Bolívar, el tirano, acosado por el calor, se detuvo en un botiquincito que aún no había sido arrasado por el avance de los tractores. Distraído por las atenciones, pero sobre todo, por la conversación salpicada de anécdotas del dueño del establecimiento, el entonces jefe de Estado, en lugar de una, resolvió tomarse varias “frías”. El ingeniero contratista, que también estaba ansioso por exhibir sus méritos, luego de toser, carraspear y mirar una y otra vez en reloj, decidió interrumpir la charla.

-Presidente, de la manera más respetuosa le recuerdo que son las cinco de la tarde y debemos continuar la inspección de inmediato, porque se está poniendo el sol.

- Mire doctorcito –le replicó el propietario del botiquín- donde está “Mi General” no se pone el sol, y ¡aprenda a “jalarmecate”!

No es un tópico como cualquier otro, eso de tirar de una cuerda, como sinónimo de adular o de buscar posiciones a cambio de la zalema.

 

Asegura la leyenda que en medio de sus campañas, Bolívar, para conciliar el sueño, sentía la necesidad de mecer su chinchorro. Esto, en los comienzos corría por cuenta de algún sirviente que tiraba de una cabuyita atada al borde del improvisado lecho. Pero la gloria del genio creció y una actividad, digamos que subalterna, pasó a tener jerarquía hasta el extremo que en un momento dado, se la disputaban cierta clase de militarotes.

- ¿El coronel Ibarra? Lo siento, señor, no lo puede atender en este momento. Está ocupando jalandolemecate a El Libertador.

EVOLUCION DEL IDIOMA. Las expresiones coloquiales siempre están expuestas a toda clase de transformaciones, muchas veces arbitrarias. Ello explica la mutación del mencionado término, por otro que nos resulta inexplicable salvo por la derivación escatológica. Porque no me vengan. Una cosa es mecerle la hamaca al jefe, arrullarlo con una canción de cuna y esperar que cuando despierte otorgue en retribución, un contrato de movimiento de tierra en el Estado Vargas y otra, halarle determinadas áreas de la entrepierna viril, guindarse de ellas y hasta columpiarse, a dedo pelado o con la ayuda de una soga. Algo que si conjuga a la letra, aparte del riesgo de ahorcamiento, no puede resultarle grato a ningún potencial adulado. Peor, todavía, si la balanceada corre a cargo de un individuo del peso, pero sobre todo del tumbao del “Ministro de la Mano Cansada”.

Por cierto, le quedó muy mal a este último, que para halarle a su jefe, vaya a saber qué clase de guindajo, se mofase la semana pasada de un adversario político, capturado, sometido a prisión y por ende, caído en desgracia. Nadie hizo sorna del mencionado burócrata cuando por causas peores, porque tenía las manos tintas en sangre por disparar a mansalva contra los trabajadores de una televisora, pasó por similares adversidades.

En su empaque tradicional, el halago se agota en la exaltación de unas cualidades inexistentes. Pero lo advertíamos al comienzo, en el mundo actual manda la tecnología. De modo que tales métodos, digamos artesanales, han dado paso a procedimientos de segunda y hasta de tercera generación que hay que cumplir de manera textual, so pena de hacer el ridículo, como el doctorcito perezjimenero.

OBRAS SON AMORES. En los tiempos que corren, un individuo urgido de demostrar obediencia canina, no ladra: muerde a través del remedo o de la imitación servil de la voz de su amo.

Son las 4:00 p.m. de un domingo cualquiera. Luego de apalear mujeres y pedirle a la suya el divorcio, Agapito Mondragón, jefe civil de Aguasipire, municipio zamorano del Distrito “Che” Guevara, está por terminar las diez horas del “¡Aló, jefe civil!” correspondiente a esa fecha. No hay estaciones de radio, ni mucho menos de TV en Aguasipire, por lo que los mencionados programas se transmiten a voz en cuello, en la manga de coleo de la población:

“¡Aguasapireñas y aguasapireños! Luego de declamar, cantar joropo y  de haberles contado el cuento del “Gallo Pelón”, me veo en la necesidad de hacer una grave denuncia. No hay derecho, aguasapireñas y aguasapireños ¡Me quieren asesinar! Como no pueden impedir nuestra revolución, el cura, el boticario y el pulpero  planifican jefecivilicidio!”

Total, lo mismo de siempre. Otro show barato para encubrir la conversión de Aguasapire en burdel. Aunque, al final y en este caso particular, uno se queda sin saber, quién imita a quién. 

 


© 2005 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio