Asegura la leyenda que en medio de sus
campañas, Bolívar, para conciliar el sueño, sentía la necesidad de mecer su
chinchorro. Esto, en los comienzos corría por cuenta de algún sirviente que
tiraba de una cabuyita atada al borde del improvisado lecho. Pero la gloria
del genio creció y una actividad, digamos que subalterna, pasó a tener
jerarquía hasta el extremo que en un momento dado, se la disputaban cierta
clase de militarotes.
- ¿El coronel Ibarra? Lo siento,
señor, no lo puede atender en este momento. Está ocupando jalandolemecate
a El Libertador.
EVOLUCION DEL IDIOMA. Las
expresiones coloquiales siempre están expuestas a toda clase de
transformaciones, muchas veces arbitrarias. Ello explica la mutación del
mencionado término, por otro que nos resulta inexplicable salvo por la
derivación escatológica. Porque no me vengan. Una cosa es mecerle la hamaca
al jefe, arrullarlo con una canción de cuna y esperar que cuando despierte
otorgue en retribución, un contrato de movimiento de tierra en el Estado
Vargas y otra, halarle determinadas áreas de la entrepierna viril, guindarse
de ellas y hasta columpiarse, a dedo pelado o con la ayuda de una soga. Algo
que si conjuga a la letra, aparte del riesgo de ahorcamiento, no puede
resultarle grato a ningún potencial adulado. Peor, todavía, si la balanceada
corre a cargo de un individuo del peso, pero sobre todo del tumbao
del “Ministro de la Mano Cansada”.
Por cierto, le quedó muy mal a
este último, que para halarle a su jefe, vaya a saber qué clase de guindajo,
se mofase la semana pasada de un adversario político, capturado, sometido a
prisión y por ende, caído en desgracia. Nadie hizo sorna del mencionado
burócrata cuando por causas peores, porque tenía las manos tintas en sangre
por disparar a mansalva contra los trabajadores de una televisora, pasó por
similares adversidades.
En su empaque tradicional, el
halago se agota en la exaltación de unas cualidades inexistentes. Pero lo
advertíamos al comienzo, en el mundo actual manda la tecnología. De modo que
tales métodos, digamos artesanales, han dado paso a procedimientos de
segunda y hasta de tercera generación que hay que cumplir de manera textual,
so pena de hacer el ridículo, como el doctorcito perezjimenero.
OBRAS SON AMORES. En los tiempos
que corren, un individuo urgido de demostrar obediencia canina, no ladra:
muerde a través del remedo o de la imitación servil de la voz de su amo.
Son las 4:00 p.m. de un domingo
cualquiera. Luego de apalear mujeres y pedirle a la suya el divorcio,
Agapito Mondragón, jefe civil de Aguasipire, municipio zamorano del Distrito
“Che” Guevara, está por terminar las diez horas del “¡Aló, jefe civil!”
correspondiente a esa fecha. No hay estaciones de radio, ni mucho menos de
TV en Aguasipire, por lo que los mencionados programas se transmiten a voz
en cuello, en la manga de coleo de la población:
“¡Aguasapireñas y
aguasapireños! Luego de declamar, cantar joropo y de haberles contado el
cuento del “Gallo Pelón”, me veo en la necesidad de hacer una grave
denuncia. No hay derecho, aguasapireñas y aguasapireños ¡Me quieren
asesinar! Como no pueden impedir nuestra revolución, el cura, el boticario y
el pulpero planifican jefecivilicidio!”
Total, lo mismo de siempre. Otro
show barato para encubrir la conversión de Aguasapire en burdel. Aunque, al
final y en este caso particular, uno se queda sin saber, quién imita a
quién.
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