Por lo que se vé, las
opiniones de profesores universitarios, académicos y toda clase de
estudiosos cuentan poco. Como en la robolución manda el Pueblo y este último
se encuentra concentrado en una sola persona, los directivos del Banco
Central enfrentan el siguiente dilema: obedecen sin chistar o el peón
alzao que tienen por jefe los manda a freír espárragos a Madagascar
previo el ¡’tas botao! en público y ante el sarcófago del Padre de la
Patria.
Total, que
“Bolivarianito” habemus. O quizá, “Verruguito”, “Nalgoncito”,
“Hugofidelito” o “Hugofidelillo” porque por mucha que sea la pompa que
acompañe a esta mutilación de digitos y más allá de la denominación que se
publique en la Gaceta Oficial, es difícil que el nuevo signo monetario
escape de los sediciosos remoquetes, diminutivos y tomaderas de pelo de los
consabidos conspiradores, en sus persistentes maniobras desestabilizadoras.
Así como Borges
escribía que la democracia es un abuso de la estadística, la estadística es
un abuso de la “robolución” a tenor de la manera que tiene esta última de
vender el sofá.
¿El gobierno quería
erradicar la desnutrición o reducirla a sus límites más bajos? Pues en lugar
de fomentar la inversión, las exportaciones no petroleras e impulsar la mano
de obra vernácula, las estadísticas bolivarianas publicadas hace unos pocos
meses recurrieron a su peculiar manera de medir las tragedias. Fue así, como
la carencia de los venerables tres golpes, dejó de ser sinónimo de hambre de
solemnidad, hasta el extremo que los frustrados aspirantes a desayunar,
almorzar y cenar, en lugar de depauperados, pasaron a engrosar una de las
tantas listas negras que elabora el gobierno para discriminar compatriotas.
Lo mismo ha ocurrido con los eufemismos contables que maquillan las tasas de
desempleo, asesinatos, depreciación de la moneda, desequilibrio en nuestra
balanza de pagos, prostitución infantil.
Los miembros de
Transparencia Internacional deberían aprender. Eso que según éllos, coloca
al gobierno de Chávez entre los más rapaces del mundo no es corrupción
galopante y desenfrenada, en realidad, sino “redistribución endógena y
bolivariana de la riqueza”, sobre todo entre sus pretendidos próceres.
Esta nueva medida
presagia otras iguales o similares. Sobre todo ahora, que el señor
presidente de la República ha sido habilitado para legislar y se cree
facultado para promulgar o derogar la ley que le venga en gana.
¿Se acuerdan de la ley
de Mendel, que explicaba los recovecos de herencia biológica? Suprimida de
un solo regístrese y publíquese. Con apenas un plumazo del señor Chávez, los
tucusitos parirán gallinas; estas últimas, lechones; los lechones, becerros
y así sucesivamente en escala ascendente, con lo cual, de paso, quedará
abrogada la oprobiosa ley de la oferta y la demanda que con propósitos tan
malsanos viene siendo empleada por la CIA, para generar desabastecimiento en
nuestros automercados.
El arribo a la meseta
del Socialismo del Siglo XXI desdibuja la vieja ordenación del Universo.
Algo que trasciende los límites meramente reglamentarios, hasta alcanzar las
cotas más altas de leyes como las de gravitación universal y la de causa y
efecto. Es en este último ámbito que la sola emisión del “Hugofidelillo”,
con sus tres ceros de menos, abatirá la inflación, el desempleo, el déficit
fiscal, la inseguridad, los accidentes de tránsito, la gripe, el catarro y
hasta la orquitis que nos produce el simple contacto visual con tanta
inventiva, genialidad, buena fe, pero sobre todo, probidad, concentrada en
un solo individuo.
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