Hacerse el Muerto

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La necesidad de aparentar estar muerto para seguir perteneciendo al mundo de los vivos, ha sido una de las imposiciones del régimen . . .


 

  Ricardo Presenti, el desafortunado turista italiano asaltado en “Los Roques” en un incidente en el que asesinaron a su esposa, declaró que salvó la vida, porque se hizo el muerto. Palabras más, palabras menos, tal fue la confesión del único sobreviviente de la “La Paragua”, donde doce mineros resultaron masacrados por efectivos del ejército venezolano. Doce muertos, que se sepa, porque ahora los sindicatos de esos  trabajadores, denuncian que el número de desaparecidos asciende a los 400. Quizá se trata de una variación sobre el mismo drama, de modo que es posible que esos 400 trabajadores estén por aquí y por allá, solo que no los vemos, porque en lugar de fingir por occisos, prefirieron representar el papel de desaparecidos.

 

En otro tiempo los venezolanos, no necesitábamos de simulaciones tan aparatosas para no ingresar al mundo de los difuntos. Bastaba pasar por pendejo, según expresión coloquial que hizo fortuna entre nosotros.

Si un efectivo policial, te atropellaba, te exigía que le entregases todo el dinero que portabas en el monedero, uno, con obedecer sin chistar o  poner cara de imbécil, podía salir bien librado del expolio. Lo mismo si eras víctima de una arremetida del hampa. Con no echártelas de guapo, era suficiente.

La necesidad de aparentar estar muerto para seguir perteneciendo al mundo de los vivos –valga la paradoja- ha sido una de las imposiciones del régimen. De nada te vale que te hagas el sordo, el ciego, el mudo o el que no sabe, porque la única manera que no te golpeen más, no te vejen más y no te maten más, es que te consideren cadáver. Como se ve, en los tiempos que corren uno vale más muerto que vivo.

Los empleados públicos, contratistas del Estado, usuarios de los servicios públicos, tienen experiencia similar a quienes han encarado a la delincuencia incontrolada o los atropellos de las llamadas fuerzas del orden.

Días atrás me tropecé con una caravana de funcionarios de nuestro servicio exterior enfundados en unas franelas y boinas rojas, protestando de manera “espontánea”, por el supuesto vejamen cometido por las autoridades norteamericanas contra el canciller Maduro. Esos burócratas lo sabían, bien. No les bastaba, patalear, corear el célebre “¡Uh, ah, Chávez no se va!”, ni vociferar consignas contra el Imperialismo. Es que para seguir respirando el aire vivificador del quince y último de la nómina del Estado, tenían que actuar como unos zombies.

Sus detractores dicen, que José Vicente ha sobrevivido a las sucesivas podas y purgas del llamado proceso revolucionario, gracias a la genuflexión y obediencia perruna a todos los caprichos del amo. Nosotros pensamos que se trata de una calumnia. Rangel ha sobrevivido, porque Chávez siempre lo ha creído un cadáver de la política, insepulto, pero cadáver es cadáver.

Los fieles difuntos, que ahora han resucitado gracias al padrón, tramposo o fraudulento, del Consejo Nacional Electoral, no saben a lo se arriesgan. Si usted figura anotado como posible votante, corre el riesgo de figurar en las lista de Tascón o de Maisanta y de figurar en tales listas y estar vetado para el acceso a las instalaciones de Pdvsa, la obtención de su cédula de identidad o no le paguen una valuación de un contrato del Estado, no hay más que un solo paso. Nada más peligroso para un muerto, que lo devuelvan a la vida, sobre todo si lo tachan de antibolivariano y contrarrevolucionario.

Para muchos encuestadores y opinadores resulta inexplicable porqué no colapsa, definitivamente, un gobierno, corrupto, inepto, entreguista de nuestra soberanía y de nuestros recursos naturales, cómplice y compinche de los mandatarios más bandoleros del planeta. Pero es que este cronista siempre ha creído que para llegar hasta el 2021 el gobierno de Chávez, al menos en el cumplimiento de sus obligaciones elementales, sigue vivo, pero se comporta como un cadáver.

 

© 2006 Derechos Reservados - Nelson "Lonpleipelúo" Ramírez