Fútbol y Castidad

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El articulista pronostica un Mundial de fútbol ausente de calidad y de poesía en la cancha . . .


 

  Leo en este mismo diario, una declaración de Pelé ofrecida la semana pasada en Berlín. Según el cable, la leyenda brasileña del fútbol, ha levantado su voz de protesta contra la abstinencia sexual impuesta a los jugadores en el próximo Mundial-2006. “A las damas, ni con pétalo de una caricia”  es la orden impartida a los integrantes de cada seleccionado, lo cual obliga a una castidad de cuarenta días -con sus respectivas noches- de torneo, más el período previo de aclimatación, la fase de precalentamiento y hasta de superación del jet-lag, porque en muchos casos los atletas viajan desde las antípodas. Los preparadores físicos lo prohíben y los futbolistas acatan sin chistar, porque así lo dictan las pautas de una actividad que cada día es más big busisness que mens sana in corpore sano. Como se ve lo mismo violan los derechos humanos, los gobernantes gamberros que los mercaderes de la noble actividad de músculo.

 

ENTRE BERLUSCONI Y FELIPAO. Esa restricción más que un crimen es una estupidez. Algo que nos presagia, una copa nula de  calidad. De ausencia de poesía. Ayuna de inspiración. Carente de creatividad y de genialidad sobre la cancha. Quizá de fuerza bruta, resistencia y condiciones físicas. Uno, ve a un defensa que le pega un patadón a un contrario, que éste se revuelca en el césped con un esguince o una orquitis de mulo pero, a los pocos segundos, se levanta, sacude el polvo y prosigue en la acción, cancha arriba y cancha abajo. Sin embargo, no hay lírica ni metáfora ahí. Decía “Felipao” Scolari, director técnico de Brasil en el Mundial-2002: “Si un hombre, por muy joven que sea, no es capaz de aguantar un mes sin sexo, no es un humano sino una bestia”  

No sé si es malo hacer el amor antes de cualquier actividad, de lo único que sí estoy seguro es que peor, es abstenerse. La melancolía, el deseo reprimido, la frustración del macho, lo mismo le hipoteca las botas a un futbolista, que los mocasines a un político o a cualquier hombre de empresa. Le ocurrió a Berlusconi, meses atrás, entonces candidato a repetir como primer ministro. Incurrió en la desmesura de comprometerse a no mantener relaciones sexuales hasta su reelección para ganar adeptos entre los puritanos.

El que tiene guayabo, es decir, escasez o déficit de cariño, produce poco o produce mal. Igual no adivina la debilidad de un oponente político, que un claro en la defensa contraria, adonde pueda colar un pase, muchas veces decisivo. Ahora parece entenderse porqué Felipao y Berlusconi, terminaron por ser cesanteados.

Todas las personas complicadas psicológicamente, terminan por convertirse en impotentes. Una buena relación de pareja está llena de fortificaciones recíprocas. Parece que los grandes generales de la antigüedad, previo a toda escaramuza, cumplían el rito que ahora se niega a los futbolistas. “Otra vegada, antes que vos vades” le pedía una dama a su caballero, antes de que éste marchase a batirse a muerte.

Los guerreros más bravos de nuestra independencia pasaban la víspera del combate, en compañía de las “troperas. De no haber sido así, no hubiesen podido librar un continente. La abstinencia sexual, lastra el alma y los pies del futbolista. Lo saben mejor que nadie, las botas de un comandante asustadizo, correlón y propenso a la capitulación, que los botines las de un centrodelantero que no dispara a gol.

YA LO TENEMOS DEMOSTRADO. Nada se puede hacer con alegría, que es eficiencia, cuando la nostalgia de la hembra pesa en el alma y en el cuerpo. Los técnicos del balompié y esa subespecie menor, parlanchina y decidora, que son los pretendidos comentaristas de la disciplina, se equivocan en todo. En fútbol y en lo que al amor se trata. Once hombres satisfechos sobre la cancha, valen más, disparan más al arco y tienen más instinto goleador, que cualquier equipo de nostálgicos, sufridores, reprimidos, arrastrándose sobre el engramado, abstemios de una buena “vegada”.

El acto sexual, no es sino la elevación del ritmo sanguíneo,  que lo mismo limpia la mente de un poeta, el olfato de un político, que el hambre de penetrar la portería enemiga del jugador con camiseta numero diez.

La proliferación de tarjetas rojas, la violencia sobre la cancha, incluido el desenfreno en el graderío, provienen de las malas pulgas de futbolistas y holligangs, subproducto del canibalismo de los empresarios del fútbol que no buscan sexo, goles, poesía, ni nada diferente que hacerse ricos a costa de
trastocar el fútbol, en el opio del pueblo del siglo XXI.

Total, un perjuicio de monja, eso que el sexo da raquitismo y déficit goleador. Lo que da raquitismo es la soledad.

 


© 2006 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio