Sea como
fuere, el fulano “rojo, rojito” se ha erigido en grito de guerra electoral
del oficialismo. Fijación oral –por no mencionar otras oquedades- que en una
vedette del show busisness internacional, como la visitante Shakira,
queda bien y hasta invita a la fantasía erótica, pero que entre los
burócratas de la revolución forajida se encuentra asociada con la rivalidad
por adular más, por arrodillarse más, por demostrar quien se arrastra mejor
y provoca las carcajadas más soeces del Jefe.
En fin, que aquello que
en cualquier debate político medianamente civilizado se hubiese constituido
en bochorno, en la revolución forajida es motivo de apropiación para sí, al
extremo de adoptarla como marca de fábrica o slogan.
Me repugna
ponerme freudiano, lo mismo que asumir la denominada interpretación marxista
de la historia o de la vida. Pero como estamos en una época en que no se
puede rehuir la invitación al sofa-muelle para compartir su análisis
erótico, ni rechazar la dialéctica materialista, hay que fatigar el mueble
vienés, lo mismo que releer “El Capital”, más allá de las chapuzas que trae.
Los
vociferantes discursos carismáticos que controlan la masa, son pura fijación
(y gratificación) oral. La líbido del déspota en trance de convertirse en
tirano, lo impele hacia el Poder absoluto. Las turbas son la carne deseada y
el contacto con el trono, es el coito para el placer genital. Lady Mcbeth,
al tratar de ayudar a su marido, eficaz usurpador, exclama: “Unsex me,
here!”. “¡Aquí estoy, dioses: sin sexo!”. Es la pujante penetración del
Poder lo que desea lo buena señora, para lo que no hay que tener
ayuntamiento, porque este último lo constituye el mando. Hitler, Stalin y
Fidel Castro han sido de todo, menos seres sexuados.
No lo es, tampoco, el
grueso del alto gobierno bolivariano, plagado de gente como el autor de la
frase “roja, rojita”, como el “Ministro de la Mano Cansada”, como el ex
canciller que dragonea de gurú de la política internacional, pero que
naufragó en las olas procelosas de la candidatura para el Consejo de
Seguridad; como “El Rara” diputado o integrante del gabinete ejecutivo.
Para el mismísimo
Salvador de la Humanidad, el orgasmo no es eyaculación, sino jaculatoria.
Émulo forzado y heredero presunto del tirano del Caribe, que se ha esmerado
en enigmatizar su presunta o presuntas compañeras de modo que el rumor
multiplique por 10 o por mil, lo que no se tiene, en la realidad, porque las
obligaciones de todo buen esposo, amante o compañero, se constituyen, en
definitiva, en obstáculos para el ejercicio de redentor del mundo.
He aquí, nuestra
explicación del éxito que ha tenido, entre el oficialismo, la frase “Rojo,
rojito”. Desplantes de un patán o alardes de un meteco que testimonian la
madre de fijación oral bolivariana, enfermedad del cuerpo que te hace
esclavo y del ser, que te hace servil.
Ahora, solo les resta
que meneen el trasero, como Shakira. Si ya lo tienen, rojo rojito, tanto
mejor ¡Música maestro!
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