En las ferias -
y en las tragedias - cada cual
mira según le va en ellas. La peor parte de una
inundación, un deslizamiento o cualquier otro fenómeno telúrico, se la
llevan los depauperados. Gente que subsiste con las migajas de una “Misión”,
de un “Plan” o con la demagógica vista gorda para construir ranchos en
sectores que se saben condenados al colapso.
Pero al lado de los sufridos de
siempre y de aquellos que en cualquier trance concretan el socorro para
remediar la penuria, surge un tercer grupo. Nos referimos al que se frota
las manos de solo oír hablar de tragedia.
RUEDAS DE NEGOCIOS
BOLIVARIANAS. Dos billones de bolívares del fideicomiso
de Pdvsa, para atender el desastre; 1.300 millones, destinados por la
Alcaldía Mayor, supuestamente invertidos a la presente fecha, pese a que no
se le ha visto el queso a la tostada; 2.000 millones, más, que abonó el
Ejecutivo Nacional a la citada dependencia municipal a título de
complemento; 75.000 mil millones de bolívares en mobiliario, que según un
miembro del Consejo Nacional de la Vivienda, serán asignados en una “rueda
de negocios”, lo que en román paladino, no es otra cosa que el otorgamiento
de contratos a dedo, so capa de la urgencia.
Esa figura de las llamadas
“ruedas de negocios” no es nueva. Se ensayó con motivo del deslave ocurrido
en Vargas, en 1999. Una anécdota venenosa que circula desde entonces,
ilustra cómo funcionan.
Va, se instala la “rueda” y los
presentes deliberan sobre la distribución de los recursos:
- Un millardo para el ministro,
por allá; un millardo para los contratistas validos del régimen, por aquí;
dos millardos, para el partido de gobierno por allá; y un millardo para los
damnificados, por aquí.
PESE AL EXPOLIO LA
DISTRIBUCION PODRIA SER PEOR. Dada la tradición
depredadora que arranca desde el Plan Bolívar, uno de cinco, tampoco es malo
auxiliar a los aludidos damnificados. Solo que el “por aquí” para estos
últimos siempre va acompañado de una señal con el dedo medio de los
presentes, que no describimos con toda la intensidad, porque hay damas entre
nuestra lectoría y no queremos pecar por obscenos.
LOS INDESEABLES VECINOS.
Además de esa distribución, digamos, poco equitativa de los recursos para
remediar desastres, otro de los problemas que se interpone en el auxilio a
los damnificados son los posibles sitios para su reubicación. Los vecinos
del Este de la capital han expuesto sus reservas en tal sentido, el gobierno
municipal los ha calificado de egoístas por hablar claro y los que creemos
en la necesidad de una solución inmediata para nuestros hermanos sin techo,
creemos que lo mejor que puede hacer el señor Presidente es predicar a
través del ejemplo.
Tomemos la situación de “La
Casona”. Desde hace años, nuestro jefe de Estado no se da una vueltecilla
por la otrora residencia presidencial. Meses atrás, dada su condición de
“maleteado”, a causa de grescas conyugales que no vienen al caso describir
en este momento, y ahora, debido a las amenazas de magnicidio que lo han
obligado a tomar medidas excepcionales de seguridad. Como pernoctar
en lugares indeterminados o circular por Caracas, de
incógnito, ataviado con las pelucas y con el bigote de Carlos Ortega.
Alojar en la solariega casa de la
urbanización La Carlota a un buen número de damnificados dejaría sin
argumentos al sifrinaje, a la jai y a la culai, clasista y
huele fo. Además, cortaría por lo sano las denuncias de cierta prensa,
conforme a las cuales, alguna parentela presidencial, sin derecho a ello
ocupa dichas instalaciones, no se comporta como es debido y lo que es peor,
que ha cargado con cuadros, esculturas, cubiertería, mantelería y demás
menaje de la residencia, incluidas, instalaciones sanitarias y ventiladores.
Así que damnificadas y
damnificados ¡Ocupad “La Casona”! Pero eso sí, previo permiso del señor
Chávez y previo riguroso inventario. Además de paupérrimos, tampoco es para
cargar con el estigma de haberse devorado una “rueda de negocios
bolivariana”.
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