Entre Miranda y Babe Ruth

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Una reflexión sobre cómo romper los maleficios, peloteriles o en la conducción de un país . . .


 

 

 

 

 

 

La pregunta me la hacían más o menos un año atrás: En qué se parece  la maldición de Babe Ruth, al mavitoso “¡bochinche, bochinche!” con el que Miranda, nos echó la siete cruces.  

Muchos fanáticos de los Medias Rojas de Boston –el cronista entre ellos- juran haber escuchado, en Fenway Park, parte baja de la novena entrada, la carcajada burlona y cervecera que Ruth lanzaba desde ultratumba, cada vez que el equipo de casa intentaba coronarse, sin éxito alguno, campeón de la disciplina. Si a los reveses, pesables y medibles, sufridos por esa divisa a lo largo de casi cien años, se suman las citadas manifestaciones desde el otro mundo -más pesables y más medibles, todavía- se comprenderá porqué los aficionados del Boston, temieron que, jamás, volverían a ceñirse una corona como la que se ganaron el miércoles pasado.

LAS AFICIONES DEPORTIVAS. El béisbol, como todo deporte profesional que despierte verdadera pasión entre las masas, trasciende los límites del pasatiempo. En una conferencia que dictó alguna vez en Caracas, Savater, reivindicaba la existencia de tal especie de fanatismos. Según este pensador se produce entre los aficionados una unión, un cierto lenguaje común, accesible e igualador, capaz de amalgamar importantes sectores de la población, no amalgamables con facilidad por caminos diferentes. Pedro Díaz Seijas, por su parte, en un hermosísimo trabajo develaba las claves, por demás imaginativas que se producen entre los jugadores de bolas criollas. Es que un buen bochador, antes que todo tiene que ser poeta.

Hace unos cuantos años, un estudio de la UCV, demostró que en las temporadas de nuestra pelota profesional, descendía la tasa de delincuencia juvenil porque los jóvenes, en lugar de ir por allí, desocupados, medrando por cualquier lugar, preferían seguir de cerca las incidencias de los partidos. Mucha tela que cortar, todavía, sobre los efectos integradores, lingüísticos y hasta regeneradores de esta clase de actividades, pero en particular, sobre las enseñanzas de cómo ponerle fin a las malas rachas. Deportivas o en la conducción de un país.

RECETAS PARA UN CAMPEONATO. Suponemos que los peloteros de los Medias Rojas, antes de lanzarse a la aventura de la conquista de un campeonato que les sacudiese el sambenito de pavosos, invocaron a los dioses tutelares de la disciplina. De que vuelan, vuelan y a estas cosas hay que asignarles la seriedad que se merecen. Pero aparte de los artilugios necesarios, lo mismo para acabar con la maldición Babe Ruth, que para ensalmarse contra una admonición como las que nos profirió el generalísimo Francisco de Miranda, juega la actitud correcta ante la historia.

A ninguno de los jugadores bostonianos, por ejemplo, le hubiese pasado por la cabeza elevar los casi 100 años consecutivos de derrotas a nivel de proeza, como tampoco considerar que tenían que repetirse los desaguisados deportivos pasados para futuros campeonatos. Como la actitud testaruda de Pedro Martínez, en el partido decisivo de aquella temporada del 2003, cuando no quiso reconocer que se había quedado sin gasolina y ahí, como un político oliente y corriente, se aferró a la lomita de lanzar, hasta que lo sacaron a palos. O como aquel episodio del rodado que se le escapó entre las piernas a Billy Buckner para desencadenar la derrota del equipo ante los Metropolitanos de Nueva York. Dicho sea de paso, Buckner jamás fue objeto de burlas malsanas, por su lamentable falla defensiva. Pero tampoco se cometió la estupidez de erigirlo en ejemplo que se tenía que seguir cada vez que una victoria  estuviese al alcance de la mano.

Si esto es así en el ámbito peloteril, también lo es en la vida cotidiana. A ningún competidor serio, que quiera salir de una historia de descalabros se le ocurriría encontrar algo glorioso en el pasado de un cuatrero como Maisanta.  Menos todavía, reivindicar la figura de Boves o de Zamora a causa de la rienda suelta al resentimiento, complejo personal y malquerencia familiar. Todo hasta llegar la madre en materia de glorificación del fracaso. Aludo a las referencias que de cuando en cuando le escuchamos al lunático de los domingos, sobre el 4 de febrero. Una efemérides al instinto de conservación y de fruición por salvarse el pellejo, que más valdría olvidar por el bochorno que representa.

BIEN POR LOS MEDIAS ROJAS. Un excelente ejemplo de la actitud correcta contra los supuestos maleficios. Caso contrario al de quienes no pueden sacudirse el mal de ojo de la corrupción, del fraude electoral, de la ineptitud y por consiguiente, no tienen derecho  a aspirar ni un campeonato de pico-pico.

 


© 2004 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio