Elefante

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El elefante es un ser de gran tonelaje, que come mucho maní y que de cuando en cuando, contemplamos en los domingos de circo . . .


El insólito caso de los paquidermos que se niegan a admitir que están moribundos y que por lo mismo, están obligados a separarse de la manada.

El elefante es un ser de gran tonelaje, que come mucho maní y que de cuando en cuando, contemplamos en los domingos de circo.

Disculparán los lectores. Pero no es la primera vez que teorizo sobre el tema. Así que dejando de lado las modestias siempre hipócritas, me tengo por una autoridad con bien ganado prestigio, en materia de elefantes. En especial en lo que se relaciona con el declive, muerte y hasta resurreción de estos paquidermos, porque aunque parezca mentira, ciertas tropicalidades registran sorprendentes fenómenos de individuos regresados del más allá. Devueltos en vivo y directo, después de haber sido remitidos a las colonias móviles del averno.

LA MUERTE DE UN ELEFANTE. Es sabido que cuando la muerte los acecha, esta clase de animales se refugia en la soledad. Se separan poco a poco de sus compañeros.

En este punto los grandes estudiosos del comportamiento salvaje tenemos una discrepancia ¿A qué se debe este aislamiento?

Ciertos investigadores, aseguran que el fenómeno obedece a una carácterística fundamental: el elefante es un animal muy discreto. Desea evitarle a sus semejantes, en especial a las nuevas generaciones, el espectáculo siempre doloroso, de su muerte gradual. Hasta para marcharse al otro mundo, se requiere una dosis mínima de pudor, de cierto glamour elefantíaco.

Nos lo imaginamos. En tales situaciones, mas que en elefante, el sujeto se convierte en un bacalao. Tropieza con propios y extraños. Cae, no se cae. Se va. No se va. Se va. Comienza la ola de rumores. En la manada cunde la incertidumbre y el desempleo, los inversionistas huyen en estampida. El individuo ha perdido popularidad, el puntaje, en una palabra, carece ya de armonía selvática. Es en este difícil trance de su existencia cuando todo elefante que se precie de su condición, se aleja voluntariamente de la manada.

Ya lo habrán adivinado los lectores. Tenemos algunas discrepancias ¿Discreto, un elefante? ¡Pamplinas! Nada más alejado de la verdadera naturaleza de estos paquidermos, indiscretos por antonomasia ¿O es que acaso suponemos a alguno como agente encubierto o intentando escabullirse, en medio del respetable público, por la puerta principal de la carpa, haciéndose pasar por el enano del circo?

ESPECIES DE ELEFANTE. Pero aparte de las excepciones que analizaremos en el presente trabajo, la muerte del elefante es solemne y su grandeza reside en saber cuando la "hora es llegada" como escribía en otro tiempo, nuestro poeta Paz Castillo.

El lugar, día y circunstancias del deceso de un elefante tiene mucho de misterio, al extremo que ni siquiera los mercaderes de marfil más astutos, han podido descubrir dónde se esconde el cementerio de esta especie de paquidermos.

Hay varias clases de elefantes. El asiático, más domesticable, inteligente, que habita el sudeste asiático, principalmente la India y el originario del Africa, más prieto, agresivo y por lo mismo de propensión pendenciera.

En materia de muerte lenta y alejamiento progresivo de la manada, Jimmy Carter, Gerald Ford, Clinton y en general los ex mandatarios norteamericanos, han demostrado ser unos elefantes disciplinados. Después de cumplir su gobierno constituyen una fundación, se dedican a dar conferencias o se entregan a la práctica del golf ¡Y ya! (¿Habrá muerto el elefante Gerald Ford? Tengo que averiguarlo).

Nunca falta el bochornoso espectáculo de un elefante que desobedece su programación cromosómica y que por lo mismo, se niega a admitir que está moribundo y que por consiguiente debe resignarse al exilio. En tales situaciones, la manada tiene sus propios mecanismos. Al principio algún miembro, le pregunta de manera sutil:

- ¡Oiga, amigo ¿Y usted no tendrá ganas de darse un paseíto por ahí, por los alrededores?

Pero nada. El susodicho no se da por aludido. Se aferra, se hace el sueco, se niega a admitir que es un estorbo que retrasa el paso de la manada. O lo que es peor. Que la condena a retrotraerse al pasado. A los tiempos de Ezequiel Zamora, el Zumbón y demás antiguallas del siglo XIX, por poner los períodos más bestias.

En tales casos, se producen mensajes más osados. En especial de parte de los miembros más jóvenes de la manada, quienes se ponen a silbar o a cantar en voz alta, en la propia  oreja del afectado, aquella canción de:

- ¡Si te vas, muy bien. Que te pise el tren. Pero no vuelvas otra vez!

Nadie se explica porqué son diferentes esos elefantes. Tienen trompa de elefante, orejas y rabo de elefantes. Pero esconden la cabeza como el avestruz.

 


© 2002 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio