El
divino pecado. El venezolano, es un individuo extrovertido, decidor,
poco amigo de los silencios. Además, por paradójico que parezca, toda
reglamentación prohibitiva, es portadora del germen de su propia
destrucción. En técnica legislativa, ello se denomina efecto adverso
focal de la represión. En el lenguaje oliente y moliente, es lo que todos
conocemos como el sabor del peligro.
¿Está
penado con cárcel, comentar, aunque sea en voz baja, que determinado
militarote, mete mano en la Tesorería y que exhibe con impudicia el
producto de sus latrocinios? Pues esa tendencia inherente al gentilicio,
de informar y de estar informado crecerá de forma geométrica, gracias a
su elevación a la categoría de pecado.
Por
otra parte, un alto funcionario que se sabe impune desde el punto de vista
legal, se creerá intocable socialmente hablando a causa de las nuevas
restricciones, de modo que peculará más, se lucrará más, pero sobre
todo se jactara más de lo malhabido lo que, a su vez, multiplicará la
materia prima de la información considerada pecaminosa.
Total,
que los pronósticos más exagerados se quedarán cortos. Habrá más
centimetraje en la prensa escrita, proliferaran nuevas publicaciones tanto
locales como internacionales para decir lo que pasa en Venezuela, sin
contar con que medios artesanales como los graffitis, pintas en las
paredes, el llamado radiopasillo y otros mecanismos no tan artesanales
como la Internet y la comunicación por satélite.
Por
si fuese poco, las posibles censura o autocensura, generarán un oyente o
un lector de entrelíneas, malintencionado y resabiado, que ante la menor
insinuación le dará rienda suelta a cualquier conjetura, con la
subsiguiente exposición al desprecio público, de los supuestos
beneficiarios de la represión normativa.
Alternativas contra la
mordaza. Por supuesto, en
eso de los métodos para enfrentar la mencionada escalada contra la
libertad de expresión, cada cual hace de su camisa un sayo.
Hay
quien opina, que la solución está en la desobediencia pacífica. Según
tal punto de vista, todos, periodistas,
opinadores, cronistas, amas de casa, estudiantes, profesionales, debemos
ignorar de manera olímpica las recientes disposiciones legales. Seguir,
como si tal cosa, bajo la premisa que los numerosos escuadrones de policías
y fiscales del Ministerio Público, previstos para aplicar la temible
mordaza, serían rebasados por los acontecimientos, porque los calabozos
existentes no se darían abasto para albergar los pretendidos
perpetradores.
Otros,
por el contrario, rechazan la posibilidad de servir como carne de cañon,
al ofrecerle a la Revolucion Forajida un blanco poco movedizo. Entre este
último sector, incluso, hay quien ha pensado en un cambio de ramo. Como,
dedicarse a la reseña de los concursos de belleza, por ejemplo, en lugar
de levantar acta del siempre proceloso mundo de la política. A saber:
“La
ratificación de Miss Sabaneta, como reina de belleza resultó un fraude
con premeditación, alevosía y fractura. Era previsible. Una candidata
regordeta a causa de clavarle el diente al jamón del erario del concurso,
desprestigiada por repartir a diestra y siniestra lo que una chica decente
no debe repartir, y por si
fuese poco, flatulenta sobre la pasarela, no tenía otra posibilidad que
la trampa desvergonzada”.
Como
agentes propiciatorios de este escandalo, se señala a los miembros del
jurado.Tres granujas que a cambio de escamotear la voluntad popular de una
“noche tan linda como esa”, sobrefacturaron diversos insumos del
concurso y a traves de tales negociados, terminaron por adquirir la
categoria de magnates”.
Total,
que ya lo ven. Ante los riesgos de comentar las incidencias de la política,
siempre queda el consuelo de reseñar las noticias del mundo de la farándula.
|