El Pimentón Bolivariano

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Entérese de quién es, el Pimentón Bolivariano . . .


 

  Puede afirmarse, que la rapiña comenzó con la Independencia. En 1811, el Poder Ejecutivo presidido por Cristóbal Mendoza, Baltazar Padrón y Juan Escalona, comisionó a don José María Pelgrón, patriota eminentísimo, para la compra de unos sables destinados a la tropa. Pelgrón contrató el pertrecho con “Lemos & Navarro” almacén propiedad de unos isleños ubicado en la esquina de San Francisco. Pronto se descubrió que las cuentas incluían un sobreprecio a razón de dos pesos por unidad. Sin embargo, hay que hacer una salvedad: entonces, no imperaba el código no escrito de “A los míos con la razón y sin élla”. Pelgrón, fue procesado y obligado a reintegrar el producto del latrocinio.

 

Los poderes judicial y legislativo nacieron, también, con el mencionado estigma. La historia –casi que prehistoria- tribunalicia registra el caso de Hilario Matos, ladrón de gallinas (las adormecía con unas inhalaciones de azufre antes de cargar con éllas), pendolista y enredador, que llegó a ocupar plaza como magistrado, para desasosiego de sus justiciables. Un ejemplo que tampoco fue aislado. En 1854, Núñez de Cáceres, comentaba en su diario los nombramientos de ese año: “Todos los jueces designados, si se exceptúan muy pocos, son la escoria de la sociedad por su ignorancia, vicios y prostituciones”.

A mediados del siglo XIX, tiempo al cual algunos imbéciles se empeñan en retrotraernos, los parlamentarios acostumbraban a adquirir a precios viles de, viudas, mutilados de guerra y demás desamparados, letras emitidas por la Tesorería que después, revendían al Ejecutivo a valor completo. Tal era el quid pro quo de un parlamentarismo servil, genuflexo, cultor a tiempo completo del denominado “voto sobaquero” –con el perdón por la palabreja tan poco lírica, pero la historia es la historia-  a mano alzada, deliberatorio con las axilas, en lugar de utilizar las neuronas. Ya pueden dormir tranquilos nuestros actuales diputados: no han sido, ni los únicos, ni los primeros, aunque rogamos que sí sean los últimos en materia de poca autonomía y mucha obediencia perruna.

Con todo, era una corrupción diríamos que artesanal. El “juez” Matos se ocupaba de lo suyo: las gallinas y la administración de justicia. En cuanto a los congresistas gobierneros, se circunscribían a las mencionadas reventas. A ninguno de éllos se le habría ocurrido, constituir empresa con 1.500 gandolas para acaparar a través de un hermano, los fletes de Mercal y al mismo tiempo, como un hombre orquesta, cobrar comisión por, las colocaciones bancarias, por las compras de unos fusiles rusos, por el traslado de las reservas de Estados Unidos a Suiza, por la expedición de dólares de Cadivi, por el tejemaneje con el canje de deudas china, uruguaya y argentina, a la vez de ir pegao en la adquisición de equipos médicos a través de Cuba, de modo que una negociación que apesta, no se toque ni con el pétalo de la mirada benevolente del buen Clodosvaldo y aquí, llegamos adonde no queríamos llegar:¿Quién es el “Pimentón Bolivariano”?

LOS GUISOS. “No hay guiso sin pimentón”. Eso lo sabe cualquier lector de Armando Scannone.

Existe una verdadera polémica, sobre el pionero en malinterpretar el legado culinario recopilado por don Armando. Durante la gestión del poeta José Ramón Medina al frente de la Contraloría General de la República, se editó una valiosísima investigación de Carmen Gómez R. en la que, sin decirlo de manera expresa, la autora señala a Pedro Obregón como el primero en industrializar el cohecho. Pero hay quien señala a un  tal Planas, senador y comerciante, que aunque no fue procesado como Obregón, era tan o más polifacético en lo que se refiere a multiplicar las modalidades de enriquecerse a la sombra del Estado.

El tema ha recobrado actualidad porque días atrás, el señor Presidente utilizó el remoquete del Pimentón, para atacar a cierto adversario. Algo que otorga licencia para que su gobierno se analice a través del mismo cristal, porque al final, quien a hierro mata, tampoco puede morir a sombrerazos.

¡POR ALLA FUMEA ! Son las 12:00 m. La caminata oficial se desplaza por la esquina de Carmelitas rumbo a Miraflores. Creo haber escrito sobre tal personaje. Se trata del anciano retorcido y malamañoso, integrante del muy alto gobierno. Otra vez, va colgado del brazo de su jefe. De pronto, una voz anónima logra colarse a través del enjambre de espalderos cubanos que velan por la seguridad de ambos prohombres de la revolución:

         - ¡Ahí va “El Pimentón Bolivariano”!

         - ¿”Pimentón Bolivariano? ¿Y con quién será eso?

         - Lo de “Bolivariano” es conmigo, mi comandante.

 


© 2006 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio