El Ministerio de la Corrupción

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El Ministerio Bolivariano de la Corrupcion, como modo de canalizar la fruicion revolucionaria por meter mano en la Tesoreria . . .


 

  La corrupción bolivariana es un recurso natural, mal comprendido y peor explotado. Allí radica el problema. Porque no es cualquier cosa. Nos referimos a la actividad nacional que moviliza más dinero, después del petróleo, pero que a diferencia de éste, no paga IVA, derecho de frente, patente y que, dado su carácter semiinformal, no permite que nuestra economía se beneficie del efecto colateral de toda industria en expansión.

GUACHAFITA Y AGITACION. Días atrás, por nombrar un caso, presenciamos con estupor la diatriba entre el ministro del Interior y un magistrado, a la que se sumó con cierto tonito guasón el vicepresidente de la República. Pero el asunto no es cuestión de guachafita.

 

Además, tal estado de agitación, de delaciones reciprocas y hasta de tomaderas de pelo, estimula la desconfianza, con el consabido éxodo de divisas. No es lo mismo invertir sobreseguro, con cara seria, en una quinta en el Contris Cluss o en un pen !jau! en Altamira Norte - como cierto funcionario dimitente, supuesto mártir de la automatización - que verse en la necesidad de viajar miles de kilómetros, para que te masajeen en Boca Ratón.

El precandidato Borges denuncia, cohecho en el Instituto Nacional de Cooperación que maneja las denominadas misiones; prevaricación en el Central Río Cojedes; desvío de fondos en el Comando Maisanta; defraudación en la procesadora de tomates La Centinela;  triplicación de costos en la carretera Uroquita-Sabaneta; asalto a mano armada en el "Balneario Madre Vieja" de Barinas – sin alusiones personales. Pero el dirigente Oscar Pérez, tampoco se queda atrás y demuestra como con el núcleo endógeno de "Paracotos", se montó el  show de una plantación inexistente, con labriegos falsos, que se prestaron a la comedia barata transmitida en un !Aló, Presidente!.

Total, mas flores para la misma corona de guachafita, burla, agitación, sobresaltos, de modo que esa descomunal masa de dinero peligra, porque los industriales del "cuanto hay pa' eso" y "del bájate de la mula", anhelan el sosiego y la formalidad que les brinda cualquier paraíso fiscal.

"EL" MINISTERIO. Existe un paralelo evidente, entre nuestra corrupción y la extracción del oro en el Alto Orinoco. Ambas son hechas a cielo abierto, a plena luz del día, en forma masiva, pero mediante el empleo de métodos artesanales, que se traducen en evasión fiscal, contaminación de nuestras cabeceras y rendimientos decrecientes.

Una forma de acabar con esa explotación rudimentaria sería crear el ministerio del ramo: Ministerio Bolivariano de la Corrupción, para estar acorde con la terminología del momento. Un traficante de influencias, no necesitará, como ahora, ir de un ministerio a otro, retratarse en una alcaldia y ponerse querendón en un puesto de la Guardia Nacional, con la consabida pérdida de dinero, tiempo en antesalas, congestionamiento de tránsito, aumento del smog, pero sobre todo, riesgo de equivocarse de corrupto.

¿No ofrece, ahora, la banca moderna una taquilla única para pagar el teléfono, el gas, aseo urbano, la luz, los impuestos y las tarjetas de crédito?

La gente se espanta con las comisiones ilegales que se cobran en las aduanas y en los entes de infraestructura. Este tipo de problemas desaparecerá si se sanciona una normativa específica para cada sector. Como rara vez son denunciados - castigados, sólo cuando los sentencia el dedote gacho, de nuestra caricatura de imperator - el guisador venezolano carece de parámetros confiables para juzgar cuánto vale su trabajo y lo que es más atentatorio: desconoce lo que cobran sus competidores, con la subsecuente distorsion del libre mercado.

Existen numerosos candidatos, eminentes, de la llamada quinta república, dispuestos a asumir tamaña responsabilidad, incluso, sin salario normal, porque el anormal, se lo rebuscaran ellos. El Ministerio Bolivariano de la Corrupción establecería cuotas contingentes; incentivos especiales; millajes por viajero frecuente; tarifas mínimas, de lujo, VIP; y hasta subsidios a los pequeños y medianos rascabucheadores de la Tesorería Pública. Además, decretaría el cierre, con el consiguiente ahorro, de ese elefante blanco que es la Contraloría General de la República. Lo siento, caro Clodosvaldo, pero el progreso es el progreso.

Hablamos del segmento más emprendedor de la revolución bolivariana. Su desatención por las autoridades constituye una intolerable omisión que hay que reparar a toda costa. Sobre todo, porque se trata de gente que está muy impaciente. Siempre se sabe cuando comiezan, pero nunca, cuando terminan  atajaperros como el presente.

 


© 2006 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio