"Chávez, no aguanta un micrófono". Días
atrás, lo señalaba el anciano desvergonzado, que lo acompañó durante
tres lucrativos años gubernamentales.
Pero la política es como es. Sobre todo en
Venezuela. Así como el citado oportunista aspira a lavarse la cara con
acusaciones, que en su caso resultan extemporáneas, el destinatario de
los cuestionamientos se plantea otro tipo de dilema. Aparecer o no
aparecer ante las cámaras. Por una parte, está la desmedida
concupiscencia de sentarse frente a un micrófono y darle rienda suelta a
su verborrea - los lectores excusarán término tan poco lírico, pero
descriptivo si se toma en cuenta el tipo de incontinencia. Pero por la
otra, está el respetable y más higienizado instinto de conservación.
ESCENARIO UNO. Es lunes por la mañana. Quizá,
mientras usted lee el presente artículo, en algún rincón del país,
tiene lugar el drama. Un hombre armado con el solo arsenal de su valentía
- no muy abundante, dicho sea de paso- enfrenta a unos desalmados ávidos
de sangre revolucionaria. Se trata de un grupo de diputados de oposición
que recurre al golpe bajo de las preguntas capciosas. Por si fuese poco,
los desaforados suman el apoyo de los oligarcas de la prensa.
¿Una sudoración excesiva, la traición de alguna
válvula corporal, reveladora de que el espíritu burlón del Museo
Militar se encuentra a punto de jugarle otra mala pasada? Allí estará un
close-up, inmisericorde.
¿La reaparición del célebre tic, masivo,
recurrente, que recuerde que estamos ante un "touretteano" de
pronóstico reservado y que en lugar del banquillo de los acusados, más
nos valdría a los venezolanos regresarlo al diván del doctor Chirinos?
Entonces, aparte del close-up vendrá la imagen congelada, replay
y hasta cámara lenta, como si se tratase del cobro de un penalty decisivo
en el próximo mundial.
JUDICIALIZACION DE LA POLITICA: En alguna
oportunidad, Antoine Garapon, alertó sobre de lo que se denomina
judicialización de la política. Como las instancias de esta última se
muestran incapaces de metabolizar, de darle solución a conflictos que por
naturaleza le son propios, los trasladan reformulados en clave jurídica a
la arena tribunalicia.
Expresión tropicalizada, por no decir bananera, de
tal tergiversación , es el lamentable espectáculo de los parlamentarios
del MVR, con motivo de los sucesos mencionados al comienzo. Tienen
alrededor de un mes jugando al Juez Di Pietro, a la magistrada Eve Jolly,
al fiscal Kenneth Starr, aquel que martirizó al presidente Clinton o al
Baltazar Garzón. Casualmente este último investiga al presidente Chávez
y al mencionado anciano, por blanqueo de dinero negro proveniente del
Banco Bilbao Vizcaya.
No se va a llegar a nada, a ninguna conclusión,
política, mucho menos jurídica porque esto cae fuera de las funciones de
la Asamblea. Un auténtico fiasco. Pero cuando so pretexto del sainete
parlamentario se invocaban los beneficios de una hipotética
"democracia directa mediática", he aquí, que ni siquiera,
porque el principal inculpado pone condiciones inaceptables para someterse
a esa instancia huidiza, amorfa y antiinstitucional, que algunos denominan
dictamen de la opinión pública.
ESCENARIO DOS. La evocación de aquel campeón del
semicompleto, que tuvimos a comienzos de los 70, resulta inevitable ¡Que
me traigan a Foster! Un antecedente deportivo del ¡Antes muerto que
entregar la revolución! O del ¡Estoy dispuesto a someterme a cualquier
interrogatorio!
Me parece verlo. No hay cámaras. No hay reporteros.
La más inocente grabadora del bolsillo ha sido proscrita. Un hombre que
tiene el mérito discutible de ofrecerle "lo suyo" en público,
a su mujer, invoca ahora la majestad Presidencial como pretexto de las
restricciones. La oposición con un mínimo de autoestima, se ha negado a
formar de la comparsa. Pero él está ahí como todo un semicompleto, que
cuando le trajeron a Foster, en carne y hueso, pasó el susto de su vda.
¿Qué fue, Tarek, por qué no me trajiste a los
diputados de la oposición? ¡Con las ganas que yo tenía de meterles este
micrófono por el...bolsillo!
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