Dicho
lo anterior, espero que cuando reciba esta carta, lo esté pasando gordo,
en su carácter de plenipotenciario de Cuba, acreditado en nuestro país.
Han sido cinco años, cinco meses y diecisiete días de jolgorio, de auténtico
Martes de Carnaval para usted y todos los suyos, de grata recordación
entre los venezolanos, salvo para aquellos que andan con supercherías
como la del principio de no injerencia extranjera en asuntos internos o la
llamada autodeterminación de los pueblos, invocable, únicamente cuando
los presuntos perpetradores son los agentes del imperialismo yanqui.
Pero
a lo que iba, embajador Sánchez Otero. Molesto su atención, para pedirle
un favor. Se trata del hueco que se encuentra en la esquina de
“Curamichate”, precisamente frente al bar-restaurante denominado “El
Salto ‘er Tordito”, si la memoria no me falla. En realidad, más que
un hueco, es una tronera, un cráter intergaláctico. Por cierto ¿puedo
llamarlo Sánchez Otero, así, a secas, sin que se ofenda?
No
es que el cronista sea cliente, ni amigo de las chicas que prestan
servicio en el citado establecimiento. Pero ocurre que “Curamichate”
es ruta obligada para llegar a mi trabajo y hasta la fecha llevo dos
puntas de eje, cuatro amortiguadores y un brazo loco dañados sin remedio.
Ordénele al alcalde Bernal que tape ese hueco, Sánchez Otero. Conmínelo.
Que le eche asfalto, granzón o tierra apisonada. Lo que sea, pero que
sea. Todo con tal de detener la vertiginosa depreciación de mi
“Monzita”, 1993.
No
me venga, Sánchez Otero, con que usted no sabe dónde queda
“Curamichate”, ni el citado bar-restaurante, ni que dentro de sus
funciones no se encuentra la de tapar huecos. Se los tapa usted, de toda
naturaleza a Chávez y al llamado gobierno bolivariano, aparte que sale y
entra –en ese orden y como Pedro por su casa- de Miraflores, Pdvsa,
Fuerte Tiuna y de las bóvedas del Banco Central.
Quien
puede lo más, puede lo menos, Sánchez Otero. Un hombre que compra, pero
no paga nuestro petróleo; que pone y quita los anillos de seguridad del
señor Chávez; que impone a sus paisanos en las llamadas Salas
Situacionales y laboratorios de guerra sucia del gobierno; que envía a la
cárcel a venezolanos y que para decirlo de una vez, que se mueve como
todo un procónsul en Caracas, es el único con suficiente pegada para
solucionar casos como el planteado.
Quid-pro-quo.
Nobleza obliga. De modo que a cambio de sus buenos oficios, no tenemos
inconveniente en hacerle los reconocimientos respectivos. A saber: no es
cierto que su intrusión en nuestros asuntos, haya espantado la inversión
privada, con la secuela de desempleo, hambre, inseguridad y
empobrecimiento general al extremo de convertir la nuestra, en una población
de pedigüeños. Solo es cuestión de determinar el tipo de economía que
se quiere.
Jamás
habíamos tenido tantos saltimbanquis ganándose próspera y honradamente
la vida en los semáforos de las ciudades. Predicadores de sectas,
buhoneros, piratas del software y de canciones de moda, taxis “Patas
Blancas” conducidos por profesionales universitarios; fomentos de
bingos, casinos y loterías ilegales; carreras de caballos seis días a la
semana; proliferación de jineteras -¿le suenan, Sánchez Otero?- hasta llegar a la
madre de todas las madres en lo que a autogestión revolucionaria se
trata. Nos referimos a la fruición bolivariana por meter mano en la
Hacienda Pública.
Habíamos
pensado en pedirle dos favores adicionales. El primero se refería al
doctor Neira Celis, presidente del Colegio de Abogados del Estado Táchira,
detenido sin juicio en San Cristóbal, hace más de un año, junto con
otros connotados tachirenses. El otro se relacionaba con Capriles Radonsky,
quien debe ser juzgado en libertad, porque no se puede hablar de presunción
de fuga, luego que el muchacho acudió voluntariamente a la Fiscalía, el
día en que todos sabíamos que lo iban a hacer preso. Pero no. Me
informan que usted, con su dedo gacho hacia abajo, cual imperator romano, ya ha dictado su sentencia. Si eso es así ¡se
jodieron, Sánchez Otero! Pero ya que no sabe administrar justicia, por lo
menos ordénele al alcalde Bernal, que tape el hueco de Curamichate, Sánchez
Otero.
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