Sea
como sea, los venezolanos hemos quedado con una duda. Nos referimos al
calibre de los latrocinios que han dado lugar a semejante impasse.
En toda revolución, los culpables de apostasía son víctimas de las
socorridas descalificaciones de, demencia, traición a la patria o de
fundamentalismo
¿Qué
observaron estos caídos en desgracia al extremo de hacerse acreedores del
sambenito de talibanes?
Quizá
advirtieron algo “anormalmente normal”, en el entorno íntimo
presidencial. Como comprar el edificio Citibank con sobreprecio, lucrarse
con los dólares de Cadivi o el saqueo a dos manos en Pdvsa. Tal vez estos
intransigentes de la ética declararon que se “cansaron de ver tanta
inmoralidad en Miraflores”, porque en las adyacencias del palacio, en
específico, en el patio de bolas criollas recién inaugurado por el
Primer Mandatario, este último en persona, así, como quien no quiere la
cosa, de manera antirreglamentaria, con empujoncitos con el pie zurdo, en
varios descuidos de sus oponentes, acercaba sus siempre erráticos arrimes
al mingo, como si estuviese en el CNE.
AMORES
CORRESPONDIDOS. Desavenencias aparte, el comandante y demás
integrantes del GRAT o Grupo Revolucionario de Acción Táctica, se han
cuidado de aclarar lo que sienten por el señor Chávez. A estas alturas,
tenemos que puntualizar que los siguientes entrecomillados son textuales y
que de ninguna forma, obedecen a la premeditación, alevosía y jamás
ocultada malquerencia del cronista.
“Nosotros
lo amamos a usted –le expresan a su antiguo jefe- lo amaremos siempre y
lo seguiremos amando”.
Ni
siquiera la circunstancia de haber salido esposados de sus cargos, impidió
que estos Romeos de las charreteras posaran con un retrato del
destinatario de sus afectos y que en repetidas ocasiones emplearan la
palabra amor, de modo que más que un alegato por presuntos atentados
contra el patrimonio público, la grabación que entregaron a los medios
parecía un bolero de despecho.
VALGA
LA ACOTACION. Tampoco estamos ante un caso de amores no correspondidos. El
Presidente, en una alocución dominical, con motivo de los
acontecimientos del 11/A, expresó lo siguiente
“…yo
me dije ¿Qué estará inventando Medina? –se refiere el comandante del
GRAT- porque cuando yo iba
saliendo de aquí, le vi a los ojos y él, me habló con los ojos”.
La
cultura del cuartel, que no conozco, porque no hice servicio militar,
parece que consistió en un curioso cruce de violencia y ternura, de
machismo y cabos sueltos, que me imagino eran los menos. Ha ocurrido en
las asociaciones de hombres solos. Desde los guerreros espartanos, hasta
los cultores de halterofilia, pasando por los internos de Alcatraz. Mucha tela que estudiar por Freud y Peyrefitte.
Sin
embargo, esos antivalores -donde los hubo- han caído en desuso. La
juventud de casi todas partes es pacifista, no entiende la causa última
de las guerras, porque al final éstas no tienen ninguna y hemos llegado a
una suerte de transparencia en la que los ritos tribales del patria o
muerte y el de la lealtad perruna se miran desde lejos. Mártires de tal
insumisión, de no someterse sin chistar a la brutalidad –o a los
arrumacos- del sargentón de turno, han sido los soldados quemados vivos
en Fuerte Mara, Robert Aguilar, asesinado en Suacavo y el plaza del Batallón
de Cazadores incinerado en Maturín y aquí llegamos adonde no queríamos
llegar: al lavado de cerebro que sospechamos han sido víctimas estos
integrantes del GRAT.
LAS
AMBIGUEDADES. Efluvios, como el de los ex miembros de ese anillo de
seguridad, extraña combinación de belicosidad con mimos, son ajenos al
gentilicio. No han formado parte ninguna tradición de nuestros cuarteles.
Tienen el tufillo sospechoso de la permuta de la gasolina contante y
sonante que le enviamos al señor Castro a cambio de cerebros envilecidos.
O ambiguos, que es la germanía que emplea el propio Presidente para estos
casos específicos.
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